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  • “El gran dictador”, la sátira de Chaplin contra el nazismo: las amenazas previas, la censura en Argentina y el interés de Hitler

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/10/2025 05:14

    La película El gran dictador se estrenó en Estados Unidos en 1940, cuando Estados Unidos aún no había declarado la guerra al Eje El impacto de la película El gran dictador, estrenada el 15 de octubre de 1940 en Nueva York, fue mucho más allá del ámbito cinematográfico, ya que tuvo implicancias políticas, sociales y culturales en un momento de gran agitación mundial. El filme, dirigido y protagonizado por Charles Chaplin, se presentó como una sátira directa hacia los regímenes totalitarios de la época, con una crítica sin precedentes especialmente dirigida contra el líder nazi Adolf Hitler y sus aliados. Esa audaz decisión de Chaplin lo colocó en medio de presiones y riesgos, en un escenario global definido por la guerra y el miedo. Antes del estreno de El gran dictador, Chaplin se había convertido en una de las figuras más influyentes del cine mudo. Chaplin, bajo su personaje de “The Tramp” —llamado Carlitos o Charlot en el mundo hispanohablante y francófono— cautivó a millones gracias a una expresividad corporal única, logrando que su comunicación trascienda las barreras lingüísticas, ya que el lenguaje de su cuerpo, no sus palabras, le permitían ser entendido en casi todos los rincones del mundo. La película "El gran dictador" es una sátira de Charles Chaplin a Adolf Hitler y el nazismo Al llegar a finales de los años 30, Chaplin acumulaba una filmografía destacada, encabezada por largometrajes como El chico (The Kid, 1921), La quimera de oro (The Gold Rush, 1925), El circo (The Circus, 1928), Luces de la ciudad (City Lights, 1931) y Tiempos modernos (Modern Times, 1936). Además, había dirigido y protagonizado numerosos cortometrajes célebres, como Easy Street (1917), The Immigrant (1917), A Dog’s Life (1918), Behind The Screen (1916) y The Tramp (1915), consolidando su estatus en la industria cinematográfica global. La aparición del cine sonoro, a partir de la segunda mitad de los años 20 y especialmente con el estreno de El cantante de Jazz (The Jazz Singer) en 1927, transformó la industria. No obstante, Chaplin persistía en su fórmula silenciosa, renuente a incorporar diálogos en su personaje. Mientras tanto, el auge del fascismo en Europa y el ascenso de Adolf Hitler presentaban nuevas inquietudes para Chaplin. En El gran dictador todo alude al nazismo y el avance del totalitarismo, pero en tono de comedia En palabras del investigador cinematográfico George Sadoul, recogidas en su obra “Vida de Chaplin" (1952), durante la preparación de la que sería la sexta producción del director, “las operaciones de la Segunda Guerra Mundial habían empezado ya en España. Las tropas de Mussolini y de Hitler intervenían abiertamente en la Guerra Civil al lado de Franco. Chaplin no ocultaba a sus íntimos su simpatía por la causa republicana. No le conmovió menos la agresión japonesa contra China en 1937, lo mismo que los acontecimientos dramáticos que se sucedieron en Europa: la entrada de Hitler en Austria, la traición de Múnich, la anexión parcial y luego total de Checoslovaquia”. En ese contexto, Chaplin comenzó a trabajar el guion en 1938 en Carmel-by-the-Sea, atravesando múltiples cambios antes de que terminara el definitivo El gran dictador. Al respecto, detalla Sadoul: “En el primer guión de El Dictador, un prisionero es sacado del campo de concentración por unos conspiradores que llevan camisas pardas. Ese pequeño judío, perfecto sosías de Adolfo Hitler, ocupaba el lugar del Führer. Una mujer, que intentaba asesinar a Hitler, se conmueve ante la angustia del pequeño judío”. Charles Chaplin como el barbero judío que luego será confundido con el dictador La noticia del contenido de la película no tardó en llegar a oídos del Tercer Reich, que intentó frenar su producción. El primer esfuerzo vino por parte de George Gyssling, cónsul alemán en Los Ángeles, y, ante su ineficiencia, el embajador nazi en Estados Unidos, Hans-Heinrich Dieckhoff, emitió un ultimátum: si alguna filmación se atrevía a atacar el nazismo habría un boicot en Alemania a todas las películas estadounidenses. La política de neutralidad del gobierno de Estados Unidos a cargo entonces de Franklin D. Roosevelt permitió a los grandes estudios ejercer presión sobre Chaplin. Paralelamente, se organizó una campaña de difamación, incluidas amenazas de atentados y muerte derivadas de las posturas públicas del cineasta. Chaplin desafió este hostigamiento persistiendo en la filmación, tranquilizando a la prensa con declaraciones como que Hitler no debía preocuparse por la película, que por entonces llevaba el título tentativo de Los Dictadores e incluía referencia al fascista italiano Benito Mussolini. Varios países se negaron a estrenar la película por su contenido. En Argentina se exhibió recién en 1945 con el régimen nazi derrotado Al estallar la guerra, las presiones arreciaron. Se gestó un movimiento aislacionista creciente en Estados Unidos, lo que llevó a Chaplin a pausar temporalmente la producción. Esa decisión lo puso bajo escrutinio de la Comisión de Actividades Antiamericanas, órgano creado inicialmente para combatir actividades nazis en Estados Unidos. Sin embargo, pronto, bajo la influencia del aislacionismo, pasó a vigilar también a quienes pudieran simpatizar con los países aliados. Frente a la derrota de Francia, Chaplin retomó la producción, aunque el acoso de la Comisión persistió. Sadoul señala que durante ese periodo: “Hollywood, dócil, se mostraba prudente. De 1939 a 1941 no hubo ni veinte películas americanas que abordaron el tema de las hostilidades en Europa, ni siquiera amparándose en la Guerra del 14. Chaplin fue el único que se atrevió a atacar directamente a Hitler en un momento en que La Comisión Dies acusaba a la pequeña Shirley Temple de ser una ‘roja’ (comunista) peligrosa, cuando los bombardeos de la Luftwaffe amenazaron con aniquilar Londres y cuando que se esperaba un próximo desembarco alemán en Inglaterra”. En la película el dictador de Tomania es llamado Adenoid Hynkel y es muy parecido a Hitler. En tanto alguien similar a Benito Mussolini es representado por el personaje de Benzino Napaloni, dictador de Bacteria En ese escenario adverso, El gran dictador marcó un hito al presentarse en pantalla el 15 de octubre de 1940 en la ciudad de Nueva York. La trama -resumida- gira en torno a un humilde barbero judío (interpretado por Chaplin) que, tras ser herido en la Primera Guerra Mundial y sufrir de amnesia, regresa a su hogar para encontrar que Tomania, su país (ficticio), ahora está bajo el régimen de un dictador, Adenoid Hynkel (similar a Hitler), quien persigue a los judíos. Debido a su gran parecido físico con Hynkel, el barbero es confundido con él, mientras que el dictador es enviado por error a un campo de concentración. El barbero debe entonces asumir la identidad del dictador y, al final de la película, da un discurso en su lugar para promover la paz y la humanidad. La película, de más de dos horas de duración y una continuación lógica de Tiempos modernos, advertía a los espectadores en tono irónico propias de Hollywood: “Cualquier parecido entre el barbero judío y el dictador Hynkel se debe a una pura coincidencia”. La trama del filme parodiaba de manera abierta a Hitler y los líderes del Eje, exponiéndolos como figuras ridículas y arrogantes en su afán de poder y expansión, a costa del sufrimiento ajeno. El personaje central del barbero, protagonizó el momento más recordado de la obra: el famoso discurso final. El efecto resultó aún más audaz ya que Chaplin se había mostrado renuente en el pasado a permitir que su personaje más representativo hablara. Ahora, no era exactamente Charlot el protagonista, pero Chaplin entregaba un mensaje que dejó huella: “El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo…”, expone el humilde barbero en la película. El símbolo de la dictadura de Tomania es un escudo con dos cruces, en obvia referencia a la cruz esvástica nazi El historiador Jeffrey Vance, autor de “Chaplin: Genius of the Cinema”, analiza el impacto duradero de aquel recordado parlamento: “Los aspectos más perdurables del discurso final son su calidad aspiracional y tono y su fe subyacente en la humanidad. Chaplin dibuja a grandes rasgos un futuro esperanzador y deja la implementación de su visión a otros, a pesar de que los aspectos más desagradables de la naturaleza humana pueden evitar que la humanidad alcance su utopía prometida. Aunque algunos pueden encontrar clichés en el mensaje de Chaplin, incluso frustrantes, uno no puede evitar conmoverse por la presciencia de sus palabras y la apelación de su poderosa acusación de todos los que buscan tomar el poder para sí mismos en detrimento de todos los demás. El discurso final de El gran dictador sigue siendo relevante y valioso en el siglo XXI y probablemente seguirá siéndolo mientras el conflicto corrompe la interacción humana y los déspotas perduran”. El compromiso de Chaplin con el proyecto fue más allá de lo artístico. Según Jeffrey Vance, la realización requirió una inversión de 1.403.526 dólares, arriesgando tanto sus recursos como su reputación debido a las limitaciones en la distribución internacional, pues a diferencia de sus obras mudas, esta sátira no podría exhibirse en todos los mercados. Pese a ello, la película recaudó cinco millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en una de las producciones más exitosas de la época. En 1997 fue incorporada a la Librería del Congreso de Estados Unidos como reconocimiento a su relevancia. La repercusión internacional de la película traspasó incluso las fronteras del Tercer Reich. Un agente de la división cinematográfica del Ministerio de Cultura Nazi, al llegar a Estados Unidos tras huir de la guerra, relató a Vance que “Adolf Hitler se molestó cuando escuchó que Chaplin estaba trabajando en El gran dictador, y hay evidencia de que Hitler realmente vio la película. Las autoridades nazis obtuvieron una copia y Hitler proyectó la película una tarde en soledad. La noche siguiente volvió a ver la película solo. Eso es todo lo que el agente pudo decirle a Chaplin. Al transmitir la anécdota, Chaplin dijo: ‘Daría cualquier cosa por saber lo que pensó’”. La denuncia de la persecución a los judíos está presente en la película El gran dictador La película fue censurada en varios países. Entre lo que está Argentina. Si bien el estreno fue en 1940, debido a cierta cercanía de los gobiernos de entonces con el Eje, la película se estrenó recién en mayo de 1945 días después de la caída y la rendición del nazismo. El gran dictador, de cuyo estreno se cumplen 85 años, no solo fue una denuncia contra los totalitarismos, también evidenció el valor del arte para desafiar a los poderes autoritarios y demostró que el cine podía traspasar el entretenimiento e influir y ayudar a reflexionar sobre acontecimientos de escala global.

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