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Fecha: 15/10/2025 04:01
Por Luciano G. Paulin / Consultor Técnico en Energías Renovables, Regulación y Eficiencia Energética, y Cambio Climático. En septiembre de 2025, la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) publicó el “Libro Blanco del Almacenamiento de Energía en América Latina y el Caribe”, un documento técnico que analiza el estado actual de esta tecnología, sus desafíos y recomendaciones para impulsarla. Como consultor técnico, veo en este informe una herramienta clave para que la región aproveche su abundancia en energías renovables y las convierta en un suministro estable y limpio. En efecto, el almacenamiento de energía es como una “batería gigante” que guarda el exceso de electricidad producida en momentos de baja demanda y la libera cuando hace falta, evitando desperdicios y cortes. El panorama actual: un inicio prometedor pero desigual América Latina y el Caribe (ALC) cuenta con un gran potencial en energías renovables: el 70% de su electricidad ya viene de fuentes limpias, como hidroeléctricas, solares y eólicas. Sin embargo, estas energías son intermitentes –el sol no brilla de noche y el viento no siempre sopla–, lo que genera desafíos como el “vertimiento” (desperdicio de energía) o la inestabilidad en la red. Según OLADE, la región tiene solo 2.7 GW de capacidad instalada en almacenamiento para 2025, con baterías electroquímicas (como las de ion-litio) liderando el 60%. Países como Chile (1.1 GW instalados) y Brasil (685 MW) van a la cabeza, con proyectos que combinan paneles solares con baterías para estabilizar el suministro. México, Argentina y Honduras están emergiendo con licitaciones recientes. Advierto que esta capacidad actual es modesta comparada con el mundo (donde Asia lidera), pero el crecimiento proyectado es explosivo: OLADE estima que ALC necesitará 24 GW para 2030 y 46 GW para 2035, impulsado por la meta global de triplicar renovables. Esto requerirá inversiones de hasta 46 mil millones de dólares, enfocadas en eficiencia para reducir costos operativos en un 50-60%. Tecnologías: opciones para guardar energía de forma inteligente El libro describe varias formas de almacenar energía, explicadas de manera simple: las baterías electroquímicas (como las de tu teléfono, pero gigantes) son las más comunes, eficientes para respuestas rápidas y con costos bajando un 89% desde 2010. Otras incluyen el bombeo hidráulico (bombear agua uphill y soltarla para generar electricidad), volantes de inercia (ruedas giratorias que almacenan movimiento) y almacenamiento térmico (guardar calor en sales fundidas). También menciona el hidrógeno verde (producido con renovables) y amoníaco verde como “combustibles limpios” para usos industriales. Desde mi vista regulatoria, el “costo nivelado de almacenamiento” (LCOS) es clave: mide cuánto cuesta cada unidad de energía guardada. Las baterías de litio tienen un LCOS de 150-200 USD/MWh, ideal para cortos periodos, mientras el bombeo hidráulico es más barato para larga duración. Recomiendo priorizar híbridos para eficiencia, como en Chile, donde reducen vertimientos y estabilizan la red. Marco regulatorio: la clave para desbloquear inversiones Uno de los aportes del libro es su “checklist” para evaluar regulaciones por país. Líderes como Chile y Brasil tienen definiciones legales claras del almacenamiento como “activo independiente”, permitiendo que participe en mercados de energía y reciba pagos por servicios como regulación de frecuencia. Esto evita dobles cobros en tarifas y acelera interconexiones. Honduras, por ejemplo, usó licitaciones para adjudicar 75 MW en baterías, mostrando cómo procesos transparentes atraen inversión. Chile reduce vertimientos en 20%, optimizando renovables. Como consultor, analizo que una regulación estable reduce riesgos y baja costos de capital en un 20-30%. Por ello, considero que ALC debe armonizar estándares (como IEC para seguridad) para evitar barreras técnicas y fomentar eficiencia energética. Una buena regulación multiplica eficiencia. Inversiones y financiamiento: de barreras a oportunidades El financiamiento actual viene de multilaterales como BID y fondos climáticos, pero barreras como inestabilidad regulatoria y altos costos iniciales limitan el flujo. OLADE proyecta necesidades de 24-46 mil millones de dólares para 2030-2035. Para fortalecer inversiones, sugiero instrumentos como bonos verdes y APP (alianzas público-privadas), que en Brasil han impulsado proyectos híbridos. La eficiencia energética se maximiza con incentivos fiscales, reduciendo el payback de proyectos a 5-7 años. Desafíos: no todo es fácil Las principales barreras que se detectan son los costos altos (baterías caras), las regulaciones inestables, redes obsoletas que no integran almacenamiento, y falta de talento técnico. Socialmente, hay resistencia en comunidades por desconocimiento. Económicamente, la dependencia de importaciones eleva riesgos. Desde mi perspectiva, estos desafíos son superables con políticas integrales: invertir en redes inteligentes podría ahorrar 30% en pérdidas. Recomendaciones: pasos para el futuro La OLADE propone definir marcos regulatorios claros, incentivar inversiones con fondos verdes, capacitar talento humano, promover APP y expandir microrredes en áreas rurales. Es decir, priorizar almacenamiento distribuido para justicia energética. Mi recomendación como consultor, tanto para el sector público como para el privado, consiste en enfocarnos en eficiencia regulatoria, como estándares unificados para reducir costos en 40%. El almacenamiento no es lujo, sino necesidad para un suministro limpio y estable. Enfatizo que la clave está en regulaciones inteligentes que maximicen eficiencia, reduzcan emisiones y beneficien a todos. Es hora de actuar para un futuro donde la energía renovable sea confiable y accesible: un futuro energético sostenible es posible si la regulación es quirúrgica (ni de más ni de menos).
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