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Concepcion del Uruguay » 03442noticias
Fecha: 12/10/2025 10:32
Muestras de dolor y angustia se vieron entre los amigos y conocidos de Rogelio Miguel Castro, vecino muerto al ser atropellado por una moto este viernes por la tarde-noche en bulevar Yrigoyen y Reibel. Roger, amigo y vecino. Hoy te despido en público, escribiendo lo que en el fondo ya sabías, pero que muchos necesitan saber de vos. Espero, con la fe que ambos compartimos, que ya estés reunido con tus seres queridos, esos de los que siempre hablabas con tanto orgullo y profundo respeto. Fuiste, para mí y para muchos, un libro abierto. Una de las personas más correctas, amables y consideradas que he tenido el privilegio de conocer. Atravesamos juntos largos años de interminables conversaciones sobre religión, historia y libros (tus joyas) Tu único y sencillo placer: un vaso de Coca-Cola bien fría en una vieja reposera. Me viene a la memoria la noche de 1986, cuando subimos a la terraza de la panadería y como si fuera hoy sacaste tus binoculares para que miráramos juntos el paso del Cometa Halley con mi familia. Siempre generoso, me mostraste tus tesoros incontables: tapas de diarios históricos, tus libros (tantos libros) y esas herramientas «importadas» para tu noble oficio. Una vez te captaron de una iglesia mormona y te tiraron a tus espalas las pocas botellas que juntabas para tener tu barcito, con barrita y todo, no por bebedor, sino por si alguno llegaba y de educado que eras le ofrecerías algo… Los Gitanos querían tus letras en plomo, en bronce y algunas tuviste que sacrificar, pero siempre mostraste una sonrisa. Con los mormones solo mitigabas la soledad, y yo, como católico apostólico romano que soy, te decía que siguieras yendo si te hacía bien al alma… Dios está en todos. Tu corazón, lo sé bien, siempre estuvo anclado en María Inmaculada y San Miguel Arcángel, y en esa fe encontraste tu puerto. Por eso, el recuerdo más reciente y preciado: la emoción con la que en diciembre de 2023 recibiste el sacramento de la Confirmación, y el inmenso honor de haberme elegido como tu padrino. Gracias, Roger, por tantos años de amistad sincera. Ya no hay dolor donde estás. ¡Descansa en Paz, querido Roger! Firmado: Emanuel A. Esquivo.
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