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  • Lacasa viaja al origen del cacao para endulzar su expansión internacional

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/10/2025 05:30

    El aroma del turrón hace ya varios meses que impregna las líneas de producción y envasado de Lacasa en la localidad de Utebo (Zaragoza). Todo está preparado ya para la campaña navideña, que marca el pulso de esta industria, pero la empresa aragonesa mira más allá del invierno y de este tradicional dulce. Detrás de sus productos se encuentra uno de los grandes fabricantes de confitería y chocolate de España, con marcas tan populares como Lacasitos, Conguitos y Mentolin, que forman parte del imaginario colectivo de los hogares. Una empresa familiar que ha aprendido a competir en los mercados internacionales sin perder su acento ni su esencia. Los beneficios de cuatro de sus principales sociedades en España rondaron los 4 millones el pasado año, según datos las cuentas del Registro Mercantil a las que este periódico ha accedido a través de Insight View. Mientras los moldes se siguen llenando de chocolate y almendra, con clásicos e innovadores turrones que siempre se sitúan entre los más vendidos, en sus despachos se planifican las operaciones que marcan el rumbo de una compañía en constante crecimiento tanto orgánico como a base de adquisiciones, la última de ellas en Marruecos. Además de no dormirse en los laureles en los mercados que ya domina, el grupo zaragozano apuesta por seguir expandiéndose por el mundo en destinos como EE.UU., donde acaba de abrir una filial, pero sobre todo mira a África. Allí ha cerrado acuerdos con productores de cacao como parte de una ambiciosa estrategia para consolidar su independencia ante la volatilidad del mercado global de esta materia prima. «Queremos estar donde empieza todo, en el origen», resume Fernando Renta, director general de compañía, que ha abierto sus puertas a ‘activos’ para conocer la receta del éxito que los ha llevado a conquistar los paladares de medio mundo. La frase sintetiza la nueva hoja de ruta de una empresa que, con casi 175 años de historia, ha decidido profundizar en la cadena de valor del cacao -del cultivo a la transformación- para blindar su competitividad y garantizar el abastecimiento de su principal materia prima en un contexto de precios disparados. El movimiento no es menor. En un sector presionado por la concentración internacional y por la subida histórica del cacao -el pasado año llegó a superar los 10.000 dólares por tonelada, el nivel más alto desde que hay registros, y ahora ronda los 6.000-, Lacasa ha optado por invertir directamente en proyectos vinculados al origen y con vocación social. «El cacao no es solo un ingrediente, es el punto de partida de todo nuestro modelo productivo. Controlar esa parte de la cadena significa ganar estabilidad, calidad y capacidad de innovación», explica Renta. Con conciencia social El grupo mantiene acuerdos de colaboración con productores de Costa de Marfil, el mayor productor mundial de cacao, donde trabaja directamente con cooperativas agrícolas con las que desarrolla programas de trazabilidad, formación técnica y mejora de los cultivos. No se trata únicamente de asegurar el suministro, sino de construir relaciones estables en entornos donde la volatilidad y la especulación son la norma. «Nuestra visión es a largo plazo: buscamos socios, no intermediarios. Apostamos por la transparencia y la sostenibilidad real», subraya el director general. La presencia de Lacasa en Costa de Marfil no se limita a la compra de materia prima. Forma parte de una estrategia que combina posicionamiento industrial y compromiso social. De esa relación nació en 2024 la Fundación Lacasa KKO, un proyecto financiado con un sobreprecio que la empresa aporta por cada kilo de cacao adquirido y que se destina íntegramente al desarrollo de las comunidades locales. Gracias a este modelo, impulsa programas plurianuales de mejora de infraestructuras básicas, desde el acceso a agua potable y electricidad hasta la construcción de una escuela, una biblioteca o un campo de fútbol, además de campañas de vacunación y un plan de salud materno-infantil destinado a reducir la mortalidad en el parto mediante la dotación de equipos médicos, formación sanitaria y espacios seguros. «No se trata solo de comprar cacao, sino de devolver parte de lo que el territorio nos da», resume Renta. El compromiso con el cacao en origen encaja con una estrategia global que ha llevado a Lacasa a estar presente con sus productos en 60 países, especialmente en Europa, pero también en Estados Unidos, América Latina y el norte de África, en algunos casos con fábricas propias y filiales comerciales. Gracias a esa expansión, su negocio internacional se ha ido engordando hasta representar entre el 25% y el 30% de la facturación total, que por primera vez superará la barrera de los 300 millones en el presente ejercicio frente a los 275,8 millones del curso pasado, según prevé el grupo Del Pirineo al mundo El corazón del este gigante del dulce late en Utebo, a escasos 10 kilómetros de la ciudad de Zaragoza, donde tiene el cuartel general de operaciones y dos de sus seis fábricas (Chocolates Lacasa y Mauri). En ellas se elaboran los turrones, los Lacasitos, los Conguitos y los caramelos Mentolin, entre otros dulces infantiles y chocolates. Lacasa cuenta con otras cuatro fábricas, dos de ellas en España -Ibercacao en Quintanar de la Orden (Toledo ) y Chocolates del Norte en Meres-Siero (Asturias)- y otros dos en Tánger (Marruecos) y Dijon (Francia), así como con cuatro filiales comerciales en el extranjero, situadas en estos dos últimos países, Lisboa (Portugal), Buenos Aires (Argentina), a las que en este 2025 se ha sumado una quinta en Estados Unidos. El grupo coordina un modelo industrial diversificad. En sus casi 100.000 metros cuadrados de instalaciones industriales, dispone de una capacidad productiva de 114.000 toneladas anuales de las categorías que se fabrica en las distintas plantas: chocolate y turrones, grageas, cremas, bombones, caramelos, trufas, galletas, barritas o confitería. Todo ello, con líneas automatizadas que conviven con procesos artesanales. La historia de Lacasa es, en buena medida, la historia moderna del chocolate en España. Los orígenes se remontan a la localidad pirenaica de Jaca (Huesca), donde Antonio Lacasa comenzó la actividad como un pequeño obrador artesanal que pronto destacó por la calidad de sus chocolates. Así nació la marca en 1852. Se trataba del bisabuelo y tatarabuelo de los actuales propietarios de la empresa. A partir de ahí, inició un camino de expansión que la llevó a convertirse, a comienzos del siglo XX, en el principal fabricante de chocolate de Aragón. En 1939, tras la guerra civil, la familia trasladó la empresa a Zaragoza, desde donde inició la modernización de sus procesos productivos. Primer turrón de chocolate De aquellos años de escasez nacería una de las mayores innovaciones del sector. En 1943, Lacasa fabricó el primer turrón de praliné de chocolate con almendras de la historia, una hallazgo cambiaría para siempre la campaña de las fiestas navideñas en España. La segunda mitad del siglo XX consolidó a Lacasa como un grupo de referencia en la confitería española. En los años 80, la marca entró en la cultura popular con el lanzamiento de Lacasitos (1982) y la adquisición de Conguitos (1987), dos iconos que marcaron generaciones. Con los años, el grupo siguió haciendo adquisiciones estratégicas, como Mauri, Bombonera Vallisoletana y Chocolates del Norte, que ampliaron su catálogo de productos y la capacidad de distribución. Este proceso se fortaleció en 2010 con la compra de Ibercacao, que le posicionó como uno de los principales productores de chocolate del país El proceso de internacionalización no ha sido abrupto, sino gradual y planificado. Comenzó por el sur de Europa, con la apertura de Chocolates Lacasa Portugal (1988), y continuó después con la expansión a Latinoamérica, donde la empresa ha encontrado afinidad cultural y potencial de crecimiento. «En Argentina y Sudamérica somos una marca prémium por encima de otras», destaca orgulloso. En los últimos años, la compañía ha reforzado su estructura logística, ha diversificado proveedores y ha aumentado la inversión en innovación. La expansión exterior de Lacasa también se consolida en el eje magrebí con la integración total de Lucar Producción y Distribution, su fábrica en Tánger, que pasa a estar controlada al 100% por el grupo aragonés. La planta, especializada en derivados del cacao y operativa bajo marcas como Dulcinea o para terceros como Juver, se ha transformado en una plataforma industrial para abastecer directamente al consumidor marroquí y a mercados del entorno. «No bajamos allí a producir barato para vender en España. Hemos puesto una fábrica para atender el mercado local. No es una deslocalización buscando low cost», recalca. Estados Unidos se ha convertido en el nuevo frente de expansión de Lacasa. «Este año hemos abierto filial allí», afirma Renta, que subraya que la entrada en ese mercado no responde a una lógica de volumen masivo, sino a una estrategia de nicho con alto valor añadido. Pese a la percepción de que es un destino complejo y poco amable para marcas extranjeras, desde la empresa ven una oportunidades y potencial para encontrar nichos de consumidores dispuestos a pagar por especialidades de calidad con identidad europea. La empresa ya opera desde Indiana y prepara la llegada de Lacasitos al retail de Estados Unidos, al tiempo que desarrolla referencias específicas adaptadas al paladar local, muy distinto del europeo. «El mercado americano tiene sus gustos y sus códigos. Francia y España ya difieren entre sí; en EEUU esa distancia del sabor es aún mayor», apunta el director general de la compañía. Modelo familiar Esa visión de largo recorrido está arraigada en la cultura empresarial de la familia Lacasa. A diferencia de otros grandes actores del sector, la compañía ha mantenido un accionariado estable, una gestión prudente y una política de reinversión constante. «Ser una empresa familiar nos permite tomar decisiones estratégicas sin la presión del corto plazo», destaca Renta. El grupo templa su negocio como lo hace con el chocolate: con paciencia, temperatura justa y memoria del origen. Al fin y al cabo, competir en el mundo también consiste en no olvidar la receta que le hizo ser quien eres ni el aroma que le vio nacer.

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