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  • Resaltan el valor del diagnóstico temprano en la esclerosis múltiple

    » Elterritorio

    Fecha: 11/10/2025 10:53

    Los especialistas remarcan que el tratamiento integral y los controles periódicos permiten reducir los brotes y mejorar la calidad de vida de los pacientes. sábado 11 de octubre de 2025 | 3:30hs. La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica crónica que afecta el sistema nervioso central y se caracteriza por brotes que inflaman los nervios y dejan secuelas acumulativas. En este contexto, el diagnóstico temprano y un abordaje sostenido resultan determinantes para preservar la autonomía y mejorar la calidad de vida. “La esclerosis múltiple suele presentarse con una neuritis óptica, en la cual hay una inflamación del nervio óptico que lleva la información sensorial visual de un ojo hacia el cerebro para que este la procese. El síntoma predominante es un escotoma: el ojo afectado no ve una parte y aparece una mancha oscura; además duele al movilizarlo y el cuadro dura más de veinticuatro horas y menos de treinta días; se denomina neuritis óptica en brote”, explicó el neurólogo Pablo Barissi. Por otra parte, el especialista destacó que otro inicio posible es la debilidad en una mano o en un pie, conocida como brote motor. Estos episodios se consideran eventos inflamatorios autolimitados y su reconocimiento temprano permite encaminar el estudio y evitar secuelas innecesarias. “Mucho no se conoce sobre los factores que influyen en la aparición y progresión. Se sabe que es una enfermedad autoinmune; por ende, puede haber algo infeccioso dando vueltas, como una infección por el virus de Epstein-Barr, citomegalovirus o algún herpes virus. También se ha relacionado con déficit de vitamina D; por eso, los países nórdicos, con menos exposición solar, tienen más casos. No es genética ni familiar”, señaló Barissi. Asimismo, el profesional explicó que existen formas más agresivas y otras más leves, y que el pronóstico puede ser menos favorable cuando el diagnóstico se realiza en varones, aunque hay excepciones. La evolución resulta errática y variable entre pacientes, por lo que requiere un seguimiento constante. “Actualmente se diagnostica con la clínica: el paciente acude al neurólogo, se realizan pruebas en el examen físico y se solicitan resonancias de cerebro y de columna. Se puede pedir un electromiograma y, generalmente, se hace una internación para una punción lumbar; se extrae líquido cefalorraquídeo y se analiza si tiene componentes inflamatorios”, detalló. De igual modo, el especialista precisó que cuando el estudio del líquido confirma inflamación se trata la fase aguda con corticoides. Ante cualquier síntoma compatible, la consulta no debe demorarse. Según resaltó el médico, el diagnóstico precoz no puede predecirse antes de un evento, pero una atención rápida evita progresiones. Un caso reciente fue el de un paciente de 28 años que tuvo un brote en 2019, no consultó y años después presentó alteraciones en los movimientos oculares. Abordaje “En cuanto a los tratamientos farmacológicos, han aparecido modificadores de la enfermedad, como anticuerpos monoclonales; en Argentina están disponibles casi todos los más nuevos. El ocrelizumab disminuye la respuesta inflamatoria autoinducida del cuerpo y hace que no haya brotes tan seguidos”, indicó. Además, Barissi remarcó que estos fármacos mejoraron el pronóstico, aunque requieren controles periódicos para ajustar dosis y sostener la adherencia. La coordinación con el especialista permite mantener el plan terapéutico y reducir recaídas. “El abordaje interdisciplinario a mí siempre me gusta porque hay varias personas que inciden en el tratamiento. El neurólogo se ocupa del diagnóstico y la medicación; los fonoaudiólogos tratan los trastornos del lenguaje, del habla y de la deglución; los kinesiólogos trabajan sobre la movilización y la estabilidad; los psicólogos acompañan el estado de ánimo y los trastornos de conducta; y los nutricionistas orientan en dietas antiinflamatorias con menos lactosa y gluten, que ayudan a bajar la frecuencia de brotes”, enumeró. En este sentido, el neurólogo describió que la enfermedad no causa la muerte, pero deja discapacidad sumatoria, porque con cada brote el paciente no vuelve al 100 %. Entre los diez y veinte años del diagnóstico, el paciente puede requerir muletas o silla de ruedas; no obstante, con los tratamientos actuales ese escenario puede retrasarse o evitarse. También son frecuentes dificultades en atención, memoria y ánimo, con depresión y apatía. “En el habla generalmente no hay tanta alteración; si hay muchas lesiones a nivel de cerebelo o tronco del cerebro puede aparecer una disartria escandida, es decir, hablar más lento o con dificultad para hilar palabras. En la deglución puede haber mayores alteraciones cuando hay lesiones en tronco; se ven disartrias, ataxias, disfagia o trastornos de la deglución y también alteraciones en la movilización de los ojos”, precisó. Por último, el especialista advirtió que el estrés se está convirtiendo en un enemigo por la demora que genera en la consulta, no porque produzca la enfermedad ni brotes como muchos creen. Los controles deben cumplirse sin excepción y, aunque no tiene cura, la sobrevida es normal. El paciente puede llevar una vida plena si sigue indicaciones, acepta ayuda del equipo y mantiene una actitud optimista. La terapia fonoaudiológica es clave en la mejora La intervención fonoaudiológica cumple un papel central en el acompañamiento de las personas con esclerosis múltiple. Su trabajo permite mantener la seguridad al alimentarse, mejorar la claridad del habla y sostener la autonomía comunicativa, aspectos que impactan directamente en la calidad de vida de los pacientes. “Generalmente llegan pacientes que están empezando a tener dificultades para hablar, tragar o comunicarse con claridad. Depende mucho en qué etapa se encuentre la enfermedad: si está más avanzada, aparecen síntomas más marcados, pero también llegan personas recién diagnosticadas que quieren prevenir o entender qué puede pasar o pasará”, expresó la fonoaudióloga Tania Kottwitz. Por otra parte, la profesional comentó que las derivaciones más frecuentes provienen de cuadros de deglución alterada o de cambios en la articulación del habla. En muchos casos las personas acuden por atragantamientos, tos o ahogos al comer -sobre todo con líquidos-, o porque notan que se les entiende menos o se cansan al hablar. “Evaluamos el habla, el lenguaje, la voz, la respiración y la deglución. Todo lo que tenga que ver con cómo la persona se comunica y se alimenta de forma segura. También observamos cómo impacta lo cognitivo”, detalló. Asimismo, la especialista consideró que la intervención temprana resulta esencial para actuar de forma preventiva. Incluso cuando no hay síntomas evidentes, una evaluación inicial permite establecer una línea de base y detectar cambios sutiles a tiempo. “Puede haber mucha variación, pero lo más común es que se presenten dificultades para articular bien las palabras, hablar con fluidez o tragar. También puede haber cambios en la voz”, señaló Kottwitz. De igual modo, explicó que los abordajes y ejercicios se adaptan a cada caso. Se trabaja con técnicas para fortalecer la musculatura orofacial, maniobras de compensación para mejorar la deglución, estrategias para optimizar la producción del habla y apoyos comunicativos cuando son necesarios. “Poder comer sin miedo a atragantarse, mantener los sabores y aromas de los alimentos, comunicarse con los demás y conservar la independencia influye muchísimo en la calidad de vida del paciente”, destacó la fonoaudióloga sobre los beneficios de la terapia. Además, la profesional resaltó que el trabajo en red con otras disciplinas es indispensable para una atención integral. La coordinación con neurología, kinesiología, nutrición y terapia ocupacional permite abordar al paciente desde una mirada conjunta que contemple aspectos motores, funcionales y emocionales. Por último, Kottwitz afirmó que la rehabilitación puede mejorar la comunicación, el lenguaje y la alimentación. Los resultados dependen del estadio clínico, pero los avances son posibles y, con una intervención constante, es factible sostener o incluso recuperar funciones. “Puede que no se trate de una recuperación total, pero sí de avances significativos. Todo depende del momento en que se empiece a intervenir y del compromiso del paciente, pero sin duda el trabajo fonoaudiológico suma y mucho”.

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