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» Diario Cordoba
Fecha: 10/10/2025 14:47
Cuando era estudiante, había una pregunta que me asaltaba de forma recurrente al estudiar los innumerables conflictos bélicos en los que se ha visto sumida la humanidad desde su aparición en la Tierra: ¿cómo es posible que un pueblo se deje arrastrar a una guerra si por regla general ni le van ni le vienen los vaivenes de la política y al final es a él al que le toca poner la carne de cañón, la sangre y las bajas? En mi simplicidad adolescente creía que a la ciudadanía le queda siempre la posibilidad de censurar a quienes la gobiernan y no caer así en las garras de la destrucción y de la muerte, a las que individuos sin escrúpulos y que nunca pisan el frente, guiados por intereses poco confesables, la arrastran cada cierto tiempo. ¡Bendita ingenuidad...! Vivimos tiempos inciertos, en los que asistimos a diario a destrucciones sin cuento, masacres indiscriminadas, agresiones feroces, hambrunas...; y en medio de un panorama prebélico que nada tiene que envidiar a los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, vemos cómo la prudencia o la sensatez por parte de los regidores del mundo brillan por su ausencia, en una ruleta rusa que puede acabar como el rosario de la aurora. Y en medio de todo ello, ¿qué papel se reserva al ciudadano de a pie?; ¿qué le cabe hacer para defenderse de tanta inconsciencia y temeridad? Pues ya lo están comprobando por sí mismos: prácticamente nada; si no es dejarse manipular por consignas políticas o mensajes envenenados que nublan la realidad y sólo dejan ver una parte muy limitada y casi nunca inocente de la misma. Son tiempos en los que el patriotismo ha sido sustituido por los nacionalismos exacerbados, por la cortedad de miras, por el yo frente al nosotros, por el aquí y ahora frente al futuro y al consenso. Nunca antes habíamos vivido mejor y, sin embargo, no pararemos hasta destruirnos. Parece el sino natural del ser humano, al fin y al cabo el mayor depredador de la naturaleza, un lobo para sí mismo. Si a eso le sumamos los nuevos conceptos de guerra híbrida, con una parte de invisibilidad capaz de dejarnos a ciegas y atados de pies y manos sin siquiera enterarnos, con misiles y drones capaces de viajar miles de kilómetros, la ecuación aterra. ¿Cuántos de ustedes estarían dispuestos a empuñar las armas para defender a nuestro país frente a un enemigo sobrevenido? ¿Realmente hay alguien que crea en la guerra como solución a las cosas? «¡Esos generales que hablan de defensa y de paz mientras compran armas y más armas! ¡Esos políticos negociando la paz mientras azuzan a su pequeño aliado contra el del contrario para guerrear por delegación…!», decía el gran José Luis Sampedro en La vieja sirena. Obviamente, conocemos sólo una parte mínima de lo que se cuece entre bambalinas, pero tenemos derecho a reivindicar la paz en nuestras vidas, a defender que es posible la convivencia, que nadie nos pueda obligar a hacer la guerra o, aún peor, a sufrirla por su imprudencia o su falta de seso. Sin duda, la guerra desaparecería el día en que la tuvieran que hacer los gobernantes y los políticos (o sus hijos). «Imagine all the people/Living life in peace/You may say I’m a dreamer/But I’m not the only one...». «Imagina toda la gente/viviendo la vida en paz./Puedes decir que soy un soñador/pero no soy el único...». Ya lo cantó John Lennon en su himno «Imagine». Créanme, es posible vivir en paz. Sólo hace falta querer, ser humildes, entender que nuestro espacio termina donde empieza el del otro. Tan fácil y tan difícil. Por favor, no nos arrastren a la oscuridad. Déjennos al menos intentarlo. *Catedrático de Arqueología de la UCO
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