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» Diario Cordoba
Fecha: 05/10/2025 14:20
Guillermo Fernández Vara (Olivenza, Badajoz, 6 de octubre de 1958), presidente de la Junta de Extremadura entre 2007 y 2011, y posteriormente entre 2015 y 2023, acaba de fallecer a causa de una larga enfermedad contra la que llevaba luchando desde que se le diagnosticó en 2023. El Partido Socialista y la sociedad extremeña están de luto por la marcha del político que más ha marcado el devenir de la comunidad en las dos últimas décadas, no solo por su larga trayectoria y sus dos periodos al frente de la comunidad, también por su labor en la oposición y por su papel destacado en el ámbito nacional del PSOE. Aunque en el círculo más próximo de sus allegados y de la familia socialista se conocía desde hace días la gravedad de su estado, la noticia está causando una profunda conmoción por la marcha de un político querido y respetado, de una generación que se pierde y que ha sabido gestionar sin estridencias ni debates gruesos. Guillermo Fernández Vara ha sido diputado en la Asamblea de Extremadura entre 2003 y 2024 con varios cargos en la Junta de Extremadura desde 1995 (director general de Salud Pública y Consumo, consejero de Bienestar Social, consejero de Sanidad y presidente de la Junta de Extremadura), además de vicepresidente segundo del Senado desde 2023, Secretario General del PSOE de Extremadura desde 2008 a 2024 y Secretario de Política Autonómica de PSOE hasta su fallecimiento. "Ganar y perder son dos caras de la misma moneda" "Yo elegí ser médico, pero luego llegó la política y me eligió a mí". Cuando Guillermo Fernández Vara le dijo a su madre Lourdes, su querida ‘mai’, que iba a seguir los pasos de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ella le dio dos consejos: que no se metiera en líos y que no se metiera con nadie. Quizás por eso, si por algo será recordado, es por su moderación y formas templadas. El hombre tranquilo, el político dialogante, ganó y perdió con el PSOE a partes iguales. "Pero ganar o perder son caras de la misma moneda, lo importante es servir sin precio que se pueda pagar con moneda alguna", reflexionaba él mismo. Ejemplo de gran persona y gran político, porque no se puede ser lo segundo sin lo primero, se fue "con la cabeza alta, el bolsillo limpio y la conciencia tranquila". Criado en el seno de una familia acomodada, era un hombre sencillo, de carácter afable y eminentemente familiar: católico practicante, culé, asiduo del parque natural de Monfragüe o el Monasterio de Guadalupe y amante del cocido del restaurante El Alfarero de Mérida. En sus 12 años como presidente y 15 al frente del PSOE siempre luchó por la igualdad de oportunidades "sin importar el color de la cuna". Soñaba una Extremadura convertida en polo industrial y meca de las energías renovables y aún en los momentos más dulces de sus dos mayorías absolutas, se guió por la humildad. Hoy, el "millón de amigos" del que siempre presumía (tantos como habitantes hay en Extremadura), la familia socialista y otros muchos más allá de las fronteras del PSOE lloran la pérdida de Guillermo Fernández Vara, el presidente conciliador que representaba al socialismo de rostro amable. Fue el 19 de septiembre de 2006 cuando Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció por sorpresa y tras haber sufrido un infarto un año antes su decisión de no presentarse a la reelección tras 24 años de mandato. Guillermo Fernández Vara, cuyo nombre ya estaba en todas las quinielas, obtuvo el respaldo mayoritario de la Comisión Ejecutiva del PSOE para ser el sucesor. Su experiencia de 10 años de gobierno, su condición de buen parlamentario y su talante negociador fueron los principales motivos que influyeron en la decisión. "Es una persona joven, preparada, cercana, tolerante y dialogante", dijo Paco Fuentes, entonces portavoz regional del PSOE. Natural de Olivenza, Guillermo Fernández Vara era licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Córdoba y pertenecía al Cuerpo Nacional de Médicos Forenses, de cuya promoción fue número uno. Nieto de un fiscal e hijo de un magistrado del Tribunal Supremo, se educó en el colegio San José de los jesuitas en Villafranca de los Barros. Su padre, inicialmente destinado en Olivenza y después en Córdoba, era un hombre muy recto; su madre, una mujer de familia muy conservadora. Durante sus estudios de Medicina, Guillermo Fernández Vara fue colaborador del Diario Córdoba en su sección de Deportes. Puso su firma en crónicas de partidos de fútbol formativo y de modo especial en los partidos que disputaban los juveniles del Córdoba CF. Se casó en 1989 con María Luisa Martínez, una chica de Olivenza de toda la vida: "Nunca me alegraré lo suficiente de haber tomado esa decisión", confesó en 2011. Ambos tuvieron dos hijos: Teresa, pediatra, y Guillermo, que se hizo conocido en 2016 tras escribir un libro sobre la primera derrota electoral del PSOE y el naufragio personal que el golpe supuso para Fernández Vara. A sus 66 años, era también abuelo de tres nietos. A ellos quería dedicarse cuando en agosto de 2023 dejó la política. Un chico de derechas En 1977 hizo caso a su padre y votó a UCD. Dos años después repitió papeleta. Al ser destinado el juez a la audiencia de Córdoba, los Fernández Vara conocieron a Antonio Hernández Mancha. Quien llegara a ser líder de Alianza Popular (ahora el PP) logró convencer a Guillermo para que se afiliara al partido. Y en más de una ocasión, la oposición recordó a Fernández Vara en la Asamblea de Extremadura su "pasado conservador", del que él nunca renegó: "De la misma manera que entré en AP por una persona, me salí porque no me convencía lo demás. En el PSOE entré por una persona, pero no estoy solo por esa persona. Seré del PSOE toda la vida esté en un cargo político o no lo esté. Me moriré siendo socialista", confirmó en una entrevista concedida en 2003 a El Periódico Extremadura. Tras militar un año en AP, Guillermo pasó al PSOE de la mano de Juan Carlos Rodríguez Ibarra: la casualidad quiso que a principios de los años 90 ambas familias comenzaran a compartir amistad y vecindad en Santo Domingo de Olivenza, una pedanía pacense de apenas 20 habitantes. Su vida personal y política dio entonces un giro de 180 grados. Vara, que ya dirigía el Centro-Médico Forense de Badajoz (donde llevó casos tan mediáticos como el de la matanza de Puerto Hurraco) se convirtió en el "delfín" de Ibarra, que le nombró primero director general de Salud Pública y Consumo (1995), más tarde consejero de Bienestar Social (1996), consejero de Sanidad (1999) y finalmente, heredero a la Presidencia de la Junta (2006). "En Juan Carlos no solo me encontré un amigo, sino también una persona que me hizo ver la vida de otra manera", confesaba en la misma entrevista de 2003 tras declararse públicamente un socialista "católico practicante". Como consejero, Guillermo Fernández Vara lideró el que quizás ha sido, después de la pandemia de covid-19 (que también le tocó gestionar como presidente), el mayor hito de la historia de la sanidad pública extremeña: la transferencia de las competencias del Gobierno central al autonómico, lo que permitió poner en marcha el Servicio Extremeño de Salud (SES) y la red de centros de salud y hospitales tal y como la conocemos hoy en día. Cuando en 2006 fue designado candidato a la Presidencia de la Junta no era un hombre fuerte en el PSOE, pero los resultados que cosechó en las elecciones autonómicas un año después despejaron cualquier sombra de duda: no solo logró dar continuidad a las mayorías absolutas de Rodríguez Ibarra, sino que lo hizo con el segundo mejor resultado de la historia del PSOE extremeño: 38 escaños y un 53% de los votos, registros solo superados por los 39 diputados y el 55% de apoyos que obtuvo Ibarra en el año 1991. "Siempre los hijos son mejores que los padres", dijo entonces su mentor. Se abría en Extremadura una nueva etapa: pese a esa incontestable mayoría (el PP obtuvo 27 escaños e IU desapareció del hemiciclo), el nuevo presidente electo sorprendía a todos haciendo una llamada al diálogo ya en la misma noche electoral. Lejos de aplicar el rodillo, buscó y logró el consenso y el apoyo del PP, primero con Carlos Floriano y luego con José Antonio Monago, para aprobar cuestiones tan importantes como la reforma del Estatuto de Autonomía y la Ley de Educación, que a día de hoy sigue vigente. La derrota electoral Cuatro años después, Guillermo se enfrentaba a los que serían los momentos más duros de su trayectoria política: el varapalo histórico que supuso la primera derrota electoral del PSOE de Extremadura en el año 2011. Podría haber gobernado sin problemas con los 30 diputados que le dieron las urnas y el apoyo de IU, que regresaba a la Asamblea de Extremadura con tres escaños y la llave de la gobernabilidad. Fernández Vara ofreció a la coalición, entonces liderada por Pedro Escobar, un pacto de gobierno. Pero contra todo pronóstico, la militancia extremeña de IU decidió plantar cara a la dirección nacional y abstenerse en la investidura para que gobernara la lista más votada, la de José Antonio Monago con 32 escaños. Facilitando el primer gobierno del PP en Extremadura, IU cobraba al PSOE 24 años de desaires y las rencillas mantenidas con Ibarra en sus seis legislaturas al frente de la Junta. Fernández Vara inició entonces un naufragio personal marcado por la tristeza, la soledad y la desmotivación, fruto también de una serie de vivencias personales que le colocaron en un momento muy duro: el fallecimiento inesperado y prematuro de sus dos hermanos mayores, Lourdes y Julio Jesús, con apenas un año de diferencia (en 2014 y 2015), también a causa del cáncer. Podría haber vuelto a ocupar su plaza de médico forense, pero finalmente decidió sentarse en el banco de la oposición para vivir una etapa de "reseteo" y "aprender", convencido de que esa derrota electoral obedecía a que no había hecho las cosas bien. Entonces, dejó la Casa del Río (la residencia oficial de los presidentes extremeños, que hasta ahora solo han ocupado Ibarra y él mismo) y se mudó con su familia a un piso de alquiler en la calle Félix Valverde Lillo de Mérida, situado en un punto estratégico entre la Asamblea de Extremadura y la Presidencia de la Junta. En esa época, era habitual verles paseando por las calles del centro de lacapital, la isla del Guadiana, comprando en cualquier tienda o charlando con barrenderos y taxistas. En el terreno político, Vara mantuvo su voluntad de consenso y llegó incluso a formar un frente común con el PP para reclamar en Madrid la deuda histórica. Pese a que había perdido las elecciones, la militancia del partido seguía confiando en su trabajo y logró revalidar el cargo de secretario general del PSOE con un 95% de los apoyos para volver a ser candidato en las elecciones autonómicas de 2015. Un año antes, en 2014, impulsó una moción de censura fallida contra Monago, la única que se ha debatido hasta la fecha en Extremadura y que también bloquearon los tres diputados de IU que dieron la presidencia al PP. Los pactos con el PP Este fue otro momento político "delicado" para el expresidente, que ya vislumbraba el peso que recaía en sus hombros en su próxima cita con las urnas: nadie sabe qué hubiese ocurrido si al PP de Monago "le hubiera vuelto a tocar la lotería". Sin embargo, cual ave fénix, Vara ganaba de nuevo en 2015. Y lo hacía con el mejor resultado cosechado por el PSOE en todo el país, un 36% de los votos, que no fue suficiente para devolverle la mayoría absoluta. La decisión del PP de abstenerse para que gobernara la lista más votada (entonces el mantra del partido a nivel nacional) y los ‘Pactos de la Corrala’ con Podemos, que irrumpía en el tablero de juego, devolvían a Fernández Vara la Presidencia de la Junta. Una vez más, con el diálogo por bandera y el mantra de "ser útil en la vida de la gente", iniciaba un nuevo periodo al frente del gobierno. La búsqueda del consenso le permitió, tras fracasar en un primer intento, sacar adelante los presupuestos autonómicos de 2016 y 2017 gracias a la abstención del PP y Ciudadanos. El pacto no vino exento de polémica, pero Fernández Vara siempre negó la existencia de una ‘gran coalición’. "Hay una nueva realidad en la que los ciudadanos marcan las pautas, obligan a dialogar y seguiremos en esa línea", dijo. Los dos años siguientes, los presupuestos se pactaron con Podemos. La reapertura de las urgencias rurales que cerró Monago, el desbloqueo de las obras del AVE y 40.000 desempleados menos fueron los principales logros de esa etapa. La irrupción de la pandemia En 2019 volvió la mayoría absoluta, pero la pandemia trastocó todos sus planes de poder acometer en esa legislatura una sucesión serena y sosegada. Así, por última vez, repetía como candidato a las elecciones del 28 de mayo de 2023. La lista del PSOE fue la ganadora con 6.000 votos de diferencia sobre la del PP, pero Fernández Vara no consiguió la fuerza suficiente para gobernar ya que populares y Vox sumaron 33 escaños, frente a los 32 de PSOE y Unidas por Extremadura. El expresidente asumió este resultado como una derrota personal y finalmente, abandonó la política autonómica y solicitó el reingreso a su plaza de forense. Se disponía a iniciar una nueva etapa en Madrid como senador por designación autonómica y posteriormente, vicepresidente segundo de la Cámara Alta, cuando en diciembre de 2023 anunció que le habían detectado un tumor en el estómago. En esta última etapa, la lucha del político extremeño contra el cáncer trascendió al ámbito político para convertirse en ejemplo de fortaleza. El expresidente extremeño optó por utilizar su experiencia personal para transmitir un mensaje de esperanza y lucha, no solo en su combate contra la enfermedad, sino también en la defensa de los valores que consideraba fundamentales, sobre todo la sanidad pública. "Cuando entré por primera vez en la sala de quimioterapia, me di cuenta que todo había merecido la pena", respondió a todos los que le dijeron que había tenido "mala suerte". Uno de sus últimos y más emotivos mítines fue el que ofreció el 23 de marzo de 2024 en el Congreso que ratificó a Miguel Ángel Gallardo como su sucesor al frente del PSOE, acto en el que reapareció por primera vez en público tras haber sido operado. Vistiendo la ‘guerrera’ azul que solía reservar para los mítines, confesó que como heredero político de Ibarra se sentía muy orgulloso de haber ayudado a construir Extremadura. Tuvo palabras de agradecimiento para el expresidente extremeño, pero también para otros históricos dirigentes del partido como Paco Fuentes, Federico Suárez, Juan Ramón Ferreira o Ramón Ropero. Tampoco faltaron las menciones a Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Almunia y por supuesto, su querido Alfredo Pérez Rubalcaba. María Luisa, su mujer, recibió también las gracias merecidas por tantos años de paciencia, la "serenidad" que le dio a la hora de tomar decisiones y la compañía de todos estos años junto a los dos hijos que tuvieron en común. En el atril confesó que había pensado preparar su discurso con la palabra "Despedida", que finalmente optó por sustituir por "Gratitud". "No quiero homenajes, calles, plazas, premios, medallas; no me propongáis para nada, mi mejor homenaje es mi foto en la casa de los extremeños que vi por primera vez en Santiago de Alcántara. De allí salí aquel día convencido de que cualquier cosa que hiciera en la vida merecería la pena", dijo para finalmente decir adiós a la familia socialista. "El pasado es historia, el futuro un misterio y el hoy un regalo, por eso se llama presente. Vivamos hoy, luchemos hoy y trabajemos hoy para que otros, a los que la vida no ha tratado bien, tengan una vida digna". Vuela alto, presidente.
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