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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 05/10/2025 12:43
El Río Uruguay atraviesa un momento clave en materia de conservación. Con el objetivo de proteger las especies más representativas y asegurar la sostenibilidad del recurso, se establecieron zonas vedadas y áreas de reserva donde la pesca está limitada o directamente prohibida. Sin embargo, la falta de controles efectivos y la presencia de prácticas ilegales generan preocupación entre quienes viven y trabajan en torno al río. En diálogo con Despertar Entrerriano, representantes de la CARU explicaron los aspectos técnicos de las restricciones, mientras Mariano Bradanini, ex integrante de la Asociación de Guías de Pesca, y Alonso, miembro activo de la entidad, advirtieron sobre los desafíos actuales: la necesidad de fiscalización, la aparición de especies invasoras como la carpa y el impacto que estas situaciones pueden tener en el ecosistema y la actividad económica regional. Zonas vedadas y especies en riesgo El Río Uruguay es uno de los principales escenarios de pesca del Litoral argentino. Su importancia ambiental y económica llevó a que la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) estableciera zonas prohibidas y vedas específicas para proteger especies en riesgo. En Concordia hay dos sectores clave donde la pesca está prohibida: la zona de seguridad de la represa de Salto Grande —mil metros aguas abajo— por razones de seguridad y funcionamiento, y Puerto Yeruá, donde se busca proteger al surubí pintado en su período de mayor vulnerabilidad. A estas restricciones espaciales se suman vedas temporales y permanentes por especie. El dorado, por ejemplo, está vedado todos los años entre septiembre y diciembre, coincidiendo con su época reproductiva. Otras especies, como el pacú, el manguruyú, el salmón de río, el surubí atigrado y distintas variedades de armado, tienen veda permanente por tratarse de ejemplares poco frecuentes o en estado crítico de conservación. La normativa también fija tallas mínimas de captura, aunque su cumplimiento efectivo depende de los controles provinciales y nacionales. Multas, controles y la ley que aún no se aplica En Entre Ríos, la ley sancionada en 2024 prohíbe la pesca comercial del dorado, aunque aún no fue reglamentada y su aplicación plena está pendiente. La Prefectura Naval y las Direcciones de Recursos Naturales son las encargadas de aplicar las multas, que en el caso del dorado pueden llegar a 5.000 litros de nafta súper para pesca comercial ilegal y hasta 2.000 litros para pesca deportiva sin registro. Con valores actuales, estas sanciones equivalen a entre 1,6 y 5 millones de pesos. Sin embargo, más allá de las normas, la realidad del río muestra otra cara. “La pesca ilegal en el Río Uruguay tiene historia. No es algo nuevo ni puntual de estos meses. Las redes y la falta de controles estuvieron siempre”, señaló Mariano Bradanini, quien pescó durante décadas y fue miembro de la Asociación de Guías de Pesca. Por su parte, Alonso complementa: “La asociación está nucleada para cuidar el recurso y reclamar lo que hace falta en el río. Hoy la pesca deportiva logró que el turista haga solo pesca y devolución, antes no pasaba. Ahora la pesca es la foto y todo vuelve al río”. “Lo ilegal castiga a todos” Bradanini explicó que no se debe confundir pesca comercial con pesca ilegal: “Lo ilegal, lo indiscriminado, castiga muchísimo a todos los factores que están relacionados con la pesca. Castiga al ecosistema, a la pesca comercial legal y también al turismo, porque los turistas vienen por dorados grandes, y esos son los que terminan en las redes”. Alonso coincidió en la necesidad de controles efectivos: “Han habido controles esporádicos en tierra, pero se necesitan controles en el agua. Concordia depende mucho del turismo de pesca. Entre viernes y domingo, hemos tenido 70 lanchas por día, unos 700 turistas, y no hay apoyo ni nada que cuide el recurso y nuestro trabajo. Estamos en pleno abandono”. Ambos destacan la urgencia de establecer puertos de fiscalización fijos en los puntos críticos para que los pescadores ilegales sepan que serán controlados. Según Mariano: “Si no se posicionan en el lugar donde se realiza la pesca furtiva, esto no va a terminar”. La carpa: especie invasora Sobre las especies invasoras, Bradanini se refirió a la carpa, que suele generar preocupación en otras partes del mundo: “En 30 años vi cuatro carpas. No lo veo como algo inmediatamente preocupante en nuestro ecosistema. El río tiene depredadores naturales muy fuertes que cumplen su rol”. También recordó casos aislados de bagres híbridos que se escaparon de criaderos en Salto Grande, aunque aclaró que no lograron un crecimiento masivo. Por otro lado, Alonso agrega un matiz más preocupante: “Se ha sacado carpa desde hace mucho tiempo, pero ahora es más común y se alimenta de los huevos de otras especies. Proviene de siembras en algunos lugares y, con las crecientes, llega al río Uruguay. Esto ya pasa a ser una problemática porque afecta la reproducción de las especies nativas”. Conciencia ambiental y futuro del río En cuanto a la conciencia ambiental de los pescadores, Bradanini fue tajante: “Los pescadores furtivos no tienen conciencia ambiental, tienen conciencia económica. La pesca ilegal, como muchas cosas ilegales, tiene una ganancia muy grande. No hay mucho que pensar: el riesgo de ir a una zona prohibida con redes no permitidas vale la pena por la diferencia económica”. El testimonio de Bradanini también muestra un cambio de mentalidad en algunos sectores. “Yo mismo hice las cosas mal, pero entendí que tenía que cambiar. Hoy disfruto de pescar sin llevarme nada, compartiendo momentos. Hay que trabajar en eso, en dejar que el pescado siga y no seguir castigando al río”. Finalmente, Alonso complementa: “Los pescadores locales, salvo los deportivos, no son conscientes de cuidar el recurso. Muchos llevan lo que pueden para beneficio propio. Si tuviéramos un puerto de fiscalización como pedimos desde hace años, podríamos empezar a manejar la situación. Sin controles, el daño repercute en todos: en el pescador deportivo, en el artesanal y eventualmente en la comunidad, porque no habrá recursos para nadie”. Ambos coinciden en que el cambio debe ser cultural y regulatorio: mejores controles, educación ambiental y compromiso de los pescadores para garantizar la sustentabilidad del río y del turismo asociado. Como resume Mariano: “Hoy disfruto pescando sin llevarme nada, compartiendo momentos, y eso es lo que hay que promover: no seguir castigando al río”. Fuente: Despertar Entrerriano
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