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  • Quien entrega la soberanía, pierde la nación

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/10/2025 06:37

    Asamblea General de Naciones Unidas La reciente reunión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconfirma mi visión de un mundo en transición y sin reglas. No es un mundo multipolar, sino multinodal. El concepto de “polo” implica poder suficiente para hacer girar a otros a su alrededor. Durante la Guerra Fría, algunos países respondían sin chistar a los criterios emitidos desde Moscú y lo mismo le ocurría a otros con Washington. Hoy, multinodal significa que poderes emergentes transmiten una visión sobre el resto de la comunidad internacional, que, aunque pueden ser matices de las superpotencias, no son iguales. Cuando Brasil habla, no lo no hace desde una relación directa con los BRICS o con China, sino que marca una visión propia; lo mismo ocurre con Indonesia o con Israel que, si bien es aliado de EEUU, dice cosas que a veces chocan con Trump. Gran Bretaña tiene una relación única y especial con EEUU y si bien Trump es recibido en forma fastuosa por Carlos III en el Castillo de Windsor, momentos después el actual primer ministro Starmer sostuvo una disidencia muy grande reconociendo al Estado de Palestina junto con otros países del Commonwealth (Canadá y Australia). También lo hizo Francia, que, junto con Arabia Saudita, redactaron la Declaración de Nueva York, que abrió la puerta al reconocimiento del Estado palestino en la Asamblea General. El mundo actual no es blanco o negro, y refleja los infinitos matices de los países con identidades y proyectos propios. Milei solo transmitió retóricamente apoyos evidentes a la posición de EEUU, para intentar congraciarse con Trump, manteniendo así a la Argentina ausente de esas nuevas tendencias globales. El Consejo de Seguridad está prácticamente paralizado. Las resoluciones de la Asamblea General son más declarativas que operativas. EEUU y Occidente pierden casi todas las votaciones, pero ese hecho no modifica la realidad. Sin hacer discursos altisonantes China ha logrado avances progresivos cooptando voluntades entre los países del Sur Global, y logrando así amistades en todas las comisiones de la ONU. EEUU fue perdiendo lentamente el poder hegemónico de la posguerra y ahora debe pelear una guerra irrestricta que transcurre en todos los sectores, como el financiero, el económico, el medio ambiente y también en los organismos internacionales. Pronostiqué que Trump iba a tener problemas para controlar internamente al “Deep State”, que es una de las expresiones del sistema financiero, que alimenta la venta de sistemas de armas, que como hay renovación tecnológica está en pleno auge y deben ser probadas en conflictos bélicos reales; eso explica las dificultades para arribar a la paz en Ucrania y en Medio Oriente. Enormes flujos financieros se canalizan también alrededor de la inteligencia artificial (IA). En la reunión en Gran Bretaña, Trump decidió, antes que la burbuja estalle, que la competencia de la IA contra China se va a concentrar con OpenAI (Sam Altman) manejando el procesamiento de la Big Data en gigantescos Datacenters instalados en GB, que dispone de clima frío y energía barata a partir del petróleo existente en el Mar del Norte; y, fundamentalmente, porque tienen sistemas de seguridad confiables. La tarea de disponer de gran capacidad de procesamiento con computadoras gigantes le fue encomendada a Microsoft relacionada con Nvidia y otros fabricantes de microprocesadores. Siempre el objetivo central estratégico es China. La interna dentro de EEUU también puso su mira en Argentina. No sólo con el prometido crédito de 20.000 millones de USD, rebajado ahora a un simple swap (intercambio de monedas), que al igual que el anterior chino, sólo servirá para importar producción norteamericana. También hubo protestas de los farmers norteamericanos por la inconsulta acción desesperada del gobierno mileista de rebajar las retenciones agrícolas. Hasta los demócratas estadounidenses se han prendido del tema y le reclaman al Trump que “ayude a su campo” y no a Milei, lo que provocó que el Secretario del Tesorero, Scott Blesset, tuviese que reclamarle a Milei que restituya la anterior retención al campo argentino para no perjudicar los intereses norteamericanos. Una injerencia indebida más en nuestros asuntos internos que no le afecta al león, pero si a la Argentina. La amistad con el “amigo” argentino le trae muchas incomodidades al gobierno de Trump ($Libra, Fred Machado), pero siguen las condecoraciones. Tanto acompañamiento lleva a preguntarnos sobre cuáles son los intereses de EEUU con relación a Argentina. Lo obvio son sus intereses geopolíticos, pero no hay que descartar que a las sombras del gobierno norteamericana se muevan varios lobbies interesados en negocios concretos, como son el régimen de patentes farmacéuticas defendido por los laboratorios nacionales, o la reorganización del sistema de salud nacional, especialidad del futuro embajador Lamelas, que hizo su fortuna con su Aseguradora de Salud y que probablemente quieran incursionar en el mercado local en detrimento del Sistema de Obras Sociales argento. El gobierno de EEUU a través de Trade.gov ha puesto a disposición de empresas e inversores un documento de Market Intelligence, titulado “Argentina Energy & Mining Sectors”, que señala el potencial de cinco grandes segmentos nacionales : el petróleo y el gas, las energías renovables, el sistema de energías en baterías (BESS), el Hidrógeno y la minería, poniendo un énfasis particular en este último: litio y cobre que se transformaron en piezas de un tablero que combina negocios, transición energética y, sobre todo, geopolítica. En resumen, el interés de EEUU es que Argentina se constituya en proveedor de insumos críticos y que los mismos no lleguen a manos de China. Concordante con estos intereses, el Gobierno acaba de rechazar un RIGI del proyecto Mariana, presentado por la empresa china Ganfeng Lithium, que ya estaba en plena producción de litio en Salta, mientras aprobó, en la misma publicación, aplicar los mismos beneficios del RIGI a la minera australiana Galan Litio, que empezará a producir en 2029 en el Salar del Hombre Muerto, en Catamarca. Sumemos a esta política de sumisión y entrega de una mínima autonomía, la intención de vender el 49% de Nucleoeléctrica Argentina (NASA), nuestra estratégica empresa nuclear productora de electricidad, que no da pérdidas al fisco. El Plan Nuclear argentino, creador anticipado de los SMR (small modular reactors), el CAREM argentino, es un modelo nacional a defender, aunque deba perfeccionarse. Venderlo por 1000 millones de USD, solo para destruirlo, es rifar por chirolas a la excelencia de la ciencia y tecnología nacional, orgullo de todos los argentinos. Mientras eso ocurre, se han regalado alegremente 1500 millones de USD a las cerealeras exportadoras. ¿Nadie compara esas cifras? Es momento de preguntarse para qué sirve el alineamiento automático de Milei con EEUU y con Israel. ¿Cuál es la ganancia para Argentina? Excepto salvar la evidente mala praxis económica y política de Milei y su exótica troupe. Una simple transa para intercambiar Soberanía Nacional por Supervivencia de un gobierno circunstancial acechado por su “infierno astral”, según Pagni. Desde lo estrictamente geopolítico, la contrapartida al salvataje de última instancia, consistiría en habilitar enclaves de “cooperación en defensa” o de “infraestructura dual” en zonas estratégicas de nuestro país. Creo que el objetivo central es contener a los chinos en el tema militar en el Cono Sur, el Atlántico Sur. Los EEUU buscarían instalar una base en Ushuaia para controlar toda proyección al canal de Drake y a la Antártida, escenario de conflictos en 20-30 años, según previsiones de las grandes potencias. Si la ambición de máxima de EEUU se cumpliera, podría haber más de una concesión de espacios de soberanía destinados a la instalación de infraestructura logística y de defensa estadounidense en puntos clave del territorio argentino. Esto posicionaría a Argentina como plataforma de proyección de Washington en el Cono Sur, lo que implicaría un punto de inflexión histórico. Sería un daño irreversible a la política exterior del país que siempre se ha movido en la tensión entre autonomía y alineamiento, pero un avance de tal magnitud podría significar el abandono definitivo de su autonomía estratégica en favor de una dependencia estructural. Argentina se colocaría en abierta contradicción con los principios de integración y no intervención defendidos por CELAC y Mercosur, provocando tensiones con países como Brasil, Chile y México. Lejos de generar mayor seguridad, el país pasaría a ser objetivo estratégico en el marco de conflictos globales, sujeto a las dinámicas de conflicto entre grandes potencias. Eso dejaría la seguridad nacional articuladas externamente, encubiertas por relatos de “estabilidad regional” o “protección de recursos estratégicos”, lo que conlleva una pérdida de autonomía y la posibilidad de intervención justificada desde centros de poder hegemónicos. La tradición argentina de defensa de la soberanía nacional, nos anticipa resistencias sociales masivas. La permanencia del recuerdo de la causa de Malvinas ha forjado un consenso nacional transversal en torno a la defensa del territorio. Una cesión de esta naturaleza activaría un fuerte rechazo cultural, generando una fractura social profunda. Todas las acciones políticas, internas o externas, siempre traen aparejados peligros a mediano plazo, porque nadie sabe cómo reaccionará la población, siempre fluctuante y atenta a los cambios. Las poblaciones mayoritariamente de clase media tienen poca paciencia frente a su propia realidad socioeconómica. León Trotsky decía que las clases medias, aman y odian muy rápidamente, lo que ayudado por el efecto de inmediatez y angustia existencial que producen la atención continua a las redes sociales, hace que ningún gobierno duerma tranquilo, temeroso de las reacciones emocionales de sus poblaciones. Hasta los tranquilos y turísticos Nepal y Marruecos ahora están en plena ebullición. El gobierno debería prestar más atención a estos temas.

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