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» El litoral Corrientes
Fecha: 05/10/2025 12:18
Por Eduardo Ledesma Versión gráfica: Belén Da Costa En el episodio 29 de #ELPregunta, hablé con José Victor Piñeiro, un amigo admirado. Guitarrista, compositor y docente correntino, es Licenciado en Música por la Universidad Nacional de Misiones y Profesor Superior egresado del Instituto “C. H. De Biasi”. Investigador del chamamé y autor del libro Guitarra Pueblera (Eudene), integra las cátedras de Música del Litoral en la UNaM y de Chamamé en la UNNE. Forma parte del trío chamamecero Tajy, con el que grabó discos, realizó giras por Latinoamérica y prepara su gira europea Raíz Chamamé, que saldrá en días más. Además, es el trío-autor de la cortina musical “Preguntas”, que desde hace años engalana este ciclo, en su versión audiovisual. En este episodio hablamos de su formación académica, la creación de Tajy, su investigación sobre el chamamé de Nino Ramírez, la preparación de la gira por Europa y los desafíos de enseñar y difundir un género que es patrimonio cultural vivo del litoral. Una charla donde la guitarra se vuelve raíz y puente entre tradición e innovación. ¿Quién es José Víctor Piñeiro? ¿Qué pregunta es esa, no? Nada, creo que soy un pibe criado ahí en Laguna Brava, muy familiero, que encontró como si fuera un refugio en la música y después decidí tomar a la música como una manera de vivir, de ver el mundo y de relacionarme también con el mundo. Y bueno, sigo siendo esa misma persona, hoy ya con mi propia familia y encarando mis proyectos. Así que creo que así, simple, sencillo. ¿Por qué la guitarra? ¿Por qué te decidiste por ese instrumento? Yo empecé a tocar música por obligación, digamos, por insistencia de mi madre que nos mandó a todos los hermanos -somos cuatro- a estudiar en el aula de música de Marcelo Muti, un gran docente de Corrientes. Recuerdo que en la primera clase él nos mostró la guitarra y el bajo. Me gustó la guitarra, pero yo no tenía demasiada idea de nada, no vengo de una familia musical. Mis viejos sí eran muy melómanos: papá tenía discos de Rudi y Nini Flores, Mateo Villalba, seguía a Mario del Tránsito Cocomarola. Mamá escuchaba a los Beatles, The Carpenters… Esa música siempre circuló en casa. Yo agarré la guitarra como cualquier adolescente que va porque un padre le dice que tiene que hacer una actividad. Durante años toqué guitarra eléctrica, sobre todo rock nacional. Recién a los 19 o 20 años me pasé a la guitarra criolla, de nylon, con los dedos, y ahí me metí de lleno en el chamamé, un mundo que siempre me apasionó. ¿Y qué papel tuvo el Instituto de Música en tu formación? Yo ingreso al Instituto de Música después de terminar la secundaria, hice el curso nivelador y luego el profesorado. El Instituto tuvo mucho que ver porque recuerdo el primer día: subí al quinto piso en ascensor y escuchaba clarinete, saxofón, violín… No podía creerlo, me resultaba maravilloso. Fue una gran fuente de incentivo. Marcelo Muti me había transmitido ya la pasión por la música, y en el Instituto descubrí un mundo mucho más plural: la música clásica, la tímbrica orquestal, la sistematización académica. Fue una parte muy importante de mi formación. Desde el periodismo solemos hablar de “estilo” en la escritura. En música, ¿cómo se construye tu estilo? Es interesante. Hay gente que parece que siempre tocó bien, como Rodrigo Galarza, que se nos fue hace poco. Yo no me considero talentoso: creo que mi sonido se fue construyendo, buscándolo. Siempre me gustó componer, hacer algo propio. Nunca fui de dedicarme a sacar a la perfección temas ajenos, no porque no lo quiera, sino porque no me sale. Creo que mi estilo surge de eso: de hacer lo mío, de cómo acompaño, de cómo me acerqué al chamamé con mis herramientas y vivencias. Vos sos docente, investigador, además de músico. ¿Qué aporta la academia al chamamé? Para mí la academia genera una “masa crítica” muy valiosa. Un lugar donde se cruzan docentes, estudiantes, músicos. Eso enriquece el ecosistema musical. Aporta categorías de análisis, bibliografía, discusiones. En mi caso, cuando entré al Instituto esperaba que me enseñaran chamamé… y me encontré con un vacío. Hay profesores que saben mucho, pero no estaba sistematizado. La academia propicia que desde el alumnado se adviertan esos vacíos y se generen nuevos aportes.De todas formas, no creo que el conocimiento académico esté por encima del popular. Son distintos, circulan de manera diferente, pero se complementan. Hablemos de Tajy. Después de más de diez años juntos, ¿cómo ves la evolución del grupo? Creo que seguimos teniendo la chispa del primer día. Hay evolución, claro, en el sonido, en lo profesional, en lo grupal. Estamos por hacer una gira por Europa, algo que soñamos hace tiempo. Y lo que más nos ayuda es que la gente recibió nuestro sonido de manera sincera, orgánica. Ese afecto es un gran combustible. ¿Qué significó el disco Raíz Chamamé? Fue un desafío muy lindo. Decidimos abordar un repertorio más tradicional, ligado al baile del chamamé, con polcas, valseados, rasguidos dobles. Quisimos ver qué pasaba si nos poníamos a dialogar con esas piezas desde nuestro lenguaje actual. Y nos sacó otra energía: otros gestos técnicos, otras emociones, otra corporalidad. Es un disco que nos gusta mucho, quizás el más parejo tímbricamente de todos los que hicimos hasta ahora. Y también fue una manera de volver a las raíces, a lo que escuchábamos de chicos, a las versiones más antiguas que nos marcaban. Y ahora llevan ese sonido al público europeo… Sí, sentimos que es lo más acorde para esta gira. El violín y el acordeón dialogan muy bien con las músicas folclóricas de Centro Europa: la polca, la música gitana, la música campesina. Entonces hay un puente natural entre el chamamé y esas tradiciones. Y para nosotros no deja de ser también una embajada itinerante del chamamé, que hoy es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Eso es algo que no podemos dejar de mencionar: hay una responsabilidad de sostener ese reconocimiento, de mostrarlo en escenarios del mundo y de explicar de dónde viene. Es llevar nuestra raíz a otros lugares, y también dejar que esa raíz se siga transformando con cada encuentro. ¿Cómo se financia la gira? Es autogestiva. Tenemos algunos sponsors privados, buscamos apoyo estatal. Vamos a hacer un concierto de despedida el 5 de octubre en La Felipa Verde, y un cierre de gira el 8 de noviembre en el Teatro Vera. Son maneras de financiar el viaje y de cargar las valijas de afecto de nuestra gente. Y también lo vemos como una inversión a futuro: no es fácil organizar una gira de este tipo, pero creemos que nos va a abrir puertas para seguir viajando, volver a Europa o a otros lugares. El chamamé despierta interés en distintos públicos y queremos estar ahí para representarlo. Así que estamos trabajando mucho en la logística, en los ensayos, en la difusión. Es un esfuerzo grande, pero también una alegría enorme.
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