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  • Alarma por el aumento de consultas por cáncer de piel y lesiones premalignas en la ciudad

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 04/10/2025 23:10

    Seguramente, muchas veces habremos escuchado que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Sin embargo, no siempre se habla de que la piel corre el riesgo de padecer el cáncer más común a nivel mundial, con una incidencia que crece año tras año. “La piel tiene memoria”, explicó en conversación con Ahora ElDía la médica especialista en Medicina Interna y Dermatología María Emilia Suárez, quien advirtió que el daño solar se acumula con los años y puede transformarse en lesiones premalignas o malignas. “Cada vez vemos más pacientes con fotodaño, es decir, con daño por radiación solar. Muchas veces eso se traduce en lesiones que pueden derivar en cáncer de piel. Por suerte, hay más conciencia sobre los cuidados y eso hace que las personas lleguen antes a la consulta”, señaló. Por su parte, la dermatóloga Maricel Pérez aportó un dato contundente: “El cáncer de piel representa hoy la neoplasia más común en todo el mundo. Se estiman alrededor de dos millones de casos nuevos por año, y la incidencia sigue en aumento”. Según detalló, los casos se concentran entre los 30 y los 50 años, aunque pueden aparecer antes o después dependiendo de los hábitos y del tipo de piel. Puede interesarte Ambas especialistas remarcaron que no todos los cánceres de piel son iguales. Los más comunes son los carcinomas basocelulares y espinocelulares, que representan la mayoría de los casos y suelen tener buen pronóstico si se detectan a tiempo. En cambio, el melanoma —aunque menos frecuente— es el más agresivo, ya que tiene mayor tendencia a generar metástasis. “El melanoma surge por una proliferación atípica de los melanocitos, las células que nos dan la melanina (el pigmento de la piel). Su comportamiento es más peligroso y requiere diagnóstico precoz”, explicó Pérez. “Cada vez vemos más pacientes con fotodaño, es decir, con daño por radiación solar. Muchas veces eso se traduce en lesiones que pueden derivar en cáncer de piel”, contó Suárez. Las zonas más afectadas suelen ser las que están expuestas al sol durante todo el año: la cara, las orejas, el cuello, el escote y el dorso de las manos. En estos sectores la radiación actúa de manera constante, incluso en días nublados o bajo la sombra. “Las nubes dejan pasar los rayos solares, y el agua, la arena o el cemento los reflejan, potenciando su efecto nocivo”, recordó Suárez. El autoexamen y la regla del ABCDE La detección temprana es clave. Tanto Suárez como Pérez recomendaron realizar un control dermatológico anual y aprender a revisar la piel en casa. Para eso, ambas mencionaron la regla del ABCDE, una guía sencilla para identificar lunares sospechosos: A de asimetría: si una mitad del lunar no se parece a la otra. B de bordes: si son irregulares o mal definidos. C de color: si presenta más de un tono. D de diámetro: si mide más de seis milímetros. E de evolución: si cambia de aspecto, sangra o produce picazón o dolor. “Cualquier mancha o lesión que cambie de aspecto o genere síntomas debe motivar una consulta. A veces los pacientes llegan diciendo ‘pensé que era una verruga o una lastimadura que no se curaba’, y resulta ser un cáncer de piel. No hay que subestimar ninguna lesión”, subrayó Pérez. Factores de riesgo y pieles más vulnerables El principal factor de riesgo, además de los antecedentes genéticos, es la radiación ultravioleta. Es decir, el sol. Pérez explicó que el 95% de los rayos que alcanzan la Tierra son UVA y un 5% son UVB. Los primeros penetran más profundo y envejecen la piel, mientras que los segundos son los responsables del enrojecimiento y las quemaduras, más directamente asociados al cáncer. “El sol da energía y vida, pero lamentablemente a la piel no le gusta. La daña, la fotoenvejece, la mancha, la deshidrata y puede generar lesiones precancerígenas o cáncer”, sintetizó. A esto se suman los factores intrínsecos, ligados a las características genéticas y fenotípicas de cada persona. “Las pieles claras, con pecas, ojos y cabellos claros tienen menos melanina, que es el pigmento que protege el núcleo celular. Esa menor capacidad de broncearse las vuelve más susceptibles a los rayos ultravioletas”, explicó la dermatóloga. Suárez coincidió y agregó que un historial de quemaduras solares en la infancia y el uso de camas solares son factores de riesgo altísimos. También influyen la edad —porque el daño se acumula—, los antecedentes familiares y el tipo de exposición laboral. “No es lo mismo quien trabaja en el campo que quien pasa el día en una oficina. La piel guarda todo lo que vivió”, dijo. Hablemos de la prevención Las especialistas remarcaron que la prevención es sencilla si se vuelve un hábito. El uso diario de protector solar es la medida más eficaz. Suárez recomendó aplicarlo todo el año, incluso en interiores, porque las pantallas de computadoras y celulares emiten luz azul que también daña la piel. “El protector solar debe tener factor 40 o superior y renovarse cada tres o cuatro horas. Si la piel se moja o transpira, hay que volver a colocarlo antes”, detalló. Pérez agregó que el protector “debe renovarse cada dos horas, y siempre después del agua”. Además, aclaró que “no existe un protector totalmente resistente al agua” y que “en los niños, lo ideal es complementarlo con ropa con filtro UV”. Otras medidas incluyen evitar la exposición solar entre las 10 y las 16 horas, usar sombreros de ala ancha, anteojos y ropa con protección UV, y realizar controles dermatológicos regulares. En los niños, el uso del protector solar está recomendado a partir de los seis meses de vida, aunque lo ideal es evitar la exposición directa antes del año. Para quienes desean un tono más dorado, Pérez sugirió los autobronceantes o aerosoles, que no representan riesgo alguno. También mencionó los protectores solares de vía oral, que pueden complementar la protección tópica, aunque aclaró que nunca la reemplazan. El mito del “bronceado saludable” y los tratamientos Una de las ideas más arraigadas que las dermatólogas buscan desterrar es la del “bronceado saludable”. “No existe el bronceado sano. Cuando la piel se oscurece, ya se está defendiendo de una agresión. Que se ponga marrón es señal de que el daño ocurrió”, explicó Suárez. “Culturalmente el bronceado se asocia con belleza, con verse mejor, pero eso no lo hace saludable. No hay callo solar ni bronceado protector, lo que hay es daño progresivo. El bronceado es una defensa”, apuntó Pérez. Puede interesarte El tratamiento para el cáncer de piel es quirúrgico. Según explicó Pérez, se utiliza la cirugía convencional o, en casos de mayor riesgo —como en la cara, el cuero cabelludo, la boca o los ojos—, la cirugía de Mohs, que requiere la presencia de un anatomopatólogo en tiempo real para asegurar que se elimine todo el tejido afectado. “En el caso de los melanomas, el abordaje suele ser interdisciplinario, con el oncólogo y tratamientos complementarios según la estadificación del tumor”, agregó. “Culturalmente el bronceado se asocia con belleza, con verse mejor, pero eso no lo hace saludable. No hay callo solar ni bronceado protector, lo que hay es daño progresivo”, resaltó Pérez La detección temprana sigue siendo la mejor herramienta. “El control anual y el autoexamen en casa son las claves”, aseguró Suárez. Las dermatólogas coincidieron en que la “fotoeducación” —la educación sobre los efectos del sol y los cuidados de la piel— creció en los últimos años, en parte gracias a las redes sociales y campañas públicas. Sin embargo, todavía hay mitos difíciles de erradicar. “Sigue habiendo subestimación: la gente cree que si una lesión no duele, no es grave. Pero el cáncer de piel puede ser tan invisible que uno no lo ve venir. Hay que cuidarse ahora, para que el futuro no te pase factura en la piel”, cerró Pérez.

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