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  • El lenguaje descifrado de los cuerpos

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 02/10/2025 12:43

    Por Irma Verolín * Tributario del discurso oral en su estructura y el modo afable de narrar, y con un lenguaje que aunque surgido de la oralidad se aleja de ella por su depuración y riqueza, el conjunto de relatos “El poeta del odio” de José Gabriel Ceballos se suma a la saga de Buenavista manteniendo el trazado inicial y a la vez renovándolo. El enigma que articula cada relato se plantea desde el vamos y tiene potencia, suele diversificarse en varios ribetes que desencadenan el desarrollo de la historia. La voz del narrador está presente de modo visible. Como si parafraseara una estética que juega con las polaridades, el volumen se inicia con un relato (“La responsabilidad social del artista”) donde un lánguido y melancólico músico cae en desgana por penas de amor y se cierra con un desaforado y divertido exabrupto erótico (“Curiosa historia de sexo y salvación”) en el que lo hiperbólico, que es un rasgo ineludible en esta saga, no se priva de manifestarse en plenitud. Los personajes, variados, inscriptos en la línea de un grotesco criollo, peculiares, graciosos, coloridos, son presentados desde su biotipo; sin duda el aspecto físico es determinante en el trazado de sus lineamientos y en el peso de la historia narrada. Y la indumentaria es también parte de esa composición minuciosa que hace de los personajes de estos relatos un punto focal llamativo. No sería errado afirmar que dicen más los cuerpos que las palabras en boca de sus personajes. A estas descripciones detalladas que juegan entre lo patético, lo ridículo y conmovedor se le suman nombres fuera de época, tal vez exóticos o rebuscados, subrayando de esta manera la estética tragicómica bien marcada desde un principio. Sin embargo hay un personaje implícito que está detrás de ese “nosotros” al cual refiere reiteradamente el narrador testigo en primera persona: el pueblo de Buenavista en su totalidad, que funciona como una entidad autónoma al punto que reúne pareceres, emociones, criterios de distinta índole en un sentido genérico y abarcador. Ese “nosotros” es nombrado por un narrador autoconsciente que enfatiza su rol y se hace cargo del relato y que, a la vez, se desliza por los bordes como un personaje más. El tono conversacional y campechano juega su contraste con un lenguaje que hasta podría decirse que con cierta frecuencia ronda la exquisitez, una exquisitez que roza lo paródico y que se deleita en lo ridículo produciendo un efecto de comicidad y de lirismo al mismo tiempo. Con mirada deliberadamente ampulosa Ceballos ha construido en esta saga una épica de habitar la periferia, periferia pueblerina y por lo tanto descentrada con respecto a la ciudad capital de su provincia y a su vez de la capital del país, la que metaforiza correlativamente la posición de la Argentina como país austral y de economía dependiente frente al mundo. El tiempo del relato desde ya no es el presente, no aparecen dispositivos tecnológicos y ni siquiera hay flotas de taxis en este pueblo, apenas uno solo o dos que se vivencian como grandes novedades. Podríamos situarlo perfectamente en una Argentina de los años treinta, de todos modos se trata de un tiempo sin tiempo, rasgo quizá necesario para que la atmósfera mítica se sostenga, así el pueblo de Buenavista se convierte en emblema de un estancamiento nacional, de un retraso con respecto al gran mundo. El destaque de los cuerpos de los personajes es esencial, y su descripción los pone en escena con trazos bien enfocados en su manifestación visible, en el lugar de importancia que el narrador les designa en cada relato. Así la gestualidad de un rostro o el movimiento de unos brazos o la inquietud de dos pies delatan lo que acontece en forma directa. El desciframiento del lenguaje corporal que realiza el narrador se acerca a los mecanismos detectivescos, dando a entender que los cuerpos humanos en sí mismos son generadores de sentido. Estos personajes constituyen ese “nosotros” al que, de un modo simbólico, suele oponerse la figura del forastero, dando cuenta de esta forma de la característica de microclima o mundo cerrado que constituye el pueblo de Buenavista. La estética combina la ampulosidad de la mirada (que llega hasta el uso de la hipérbole) con cierto toque grotesco, pero de un grotesco que termina refinándose gracias al lenguaje del narrador, por lo que no sería erróneo definirlo como un “grotesco elegante”. Ese preciosismo de la forma narrar contrasta con el matiz tragicómico de las situaciones planteadas. El narrador, figura prominente en estos relatos, no solo no se oculta sino que suele intervenir decididamente en la acción en su papel de buceador y dilucidador del enigma, lo que inscribiría estos textos en la línea del relato de investigación. El don de este narrador testigo, espión, entrometido, curioso, es el de saber leer los cuerpos y su gestualidad. Las palabras no son tan delatoras como esos cuerpos que observados de lejos o de cerca denuncian la verdad oculta de los sucesos y permiten desenredar la trama. La fuerte intriga inicial es descubierta finalmente gracias a la inteligencia y observación del narrador. El efecto de comicidad parece ser el que se impone, pero se trata de una comicidad melancólica. Es probable que a lo largo de la cantidad de relatos de esta saga lo que ha ido modificándose ha sido justamente la figura del narrador que en este libro alcanza mayor relevancia que en los anteriores, incluso se inmiscuye atrevidamente en los sucesos. Al mismo tiempo hay cierto parafraseo de la ficción crítica borgeana, un juego de impostación en la voz narradora que enfatiza la función irónica. Al igual que en los anteriores relatos dispersos en una serie de libros a lo largo de varias décadas, esta saga de Buenavista pone sobre el tapete un mundo que, por centrarse en sí mismo, se encapsula y se construye sobre la base de una estricta estratificación social basada en el poder del dinero, del prestigio o del linaje. La inventiva brillante, la sagacidad, el buen manejo del tempo narrativo y de la intriga no sorprenden en este valioso aporte literario en la voz de un escritor de reconocidos méritos como es Ceballos. Después de haber leído alguno de estos libros no faltan deseos de esperar el próximo con gran interés. *Irma Verolín es una escritora porteña, autora de cuentos y novelas. Entre sus premios figuran el EMECÉ, el del Fondo Nacional de las Artes y el Municipal de Buenos Aires.

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