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Parana » Informe Digital
Fecha: 02/10/2025 08:56
El avance del narcotráfico peruano en Argentina —a todos los niveles— quedó de forma brutal expuesto con el triple femicidio ocurrido en Buenos Aires, pero en Entre Ríos esa presencia viene consolidándose desde hace años. Diversas causas judiciales y hechos violentos lo demuestran. Hace más de 25 años que grupos narcos peruanos se radicaron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El caso más tristemente célebre es el de Marcos Estrada González, actualmente condenado a 24 años de prisión. A partir de allí, otros personajes continuaron con disputas, sobre todo en el territorio del Bajo Flores. Desde ese barrio se abastecen con cocaína muchas de las bandas narco entrerrianas. Tradicionalmente, los grupos locales obtuvieron y obtienen su aprovisionamiento desde Paraguay o Misiones, con cargamentos que llegan por rutas terrestres o por el río Paraná. Otros mantenían contactos en Salta o Bolivia. En 2016, a los investigadores de la Policía Federal que seguían los movimientos de Gonzalo Caudana les llamó la atención que su línea de suministro era inversa: de sur a norte. La cocaína la conseguía en Buenos Aires y la trasladaba generalmente en colectivos por las rutas nacionales 12 o provinciales 11. En esa causa, Caudana fue detenido en la ruta 18 con 11 kilos de cocaína rumbo a Concordia. En su segunda condena, tras ser apresado en 2009, una investigación previa reveló que Caudana ya contaba con un proveedor de nacionalidad peruana. Entre los detenidos había además un ciudadano boliviano, quien fue detenido al bajarse de un colectivo con la droga. Esa modalidad de aprovisionamiento se afianzó al año siguiente y volvió a confirmarse en 2018, cuando se realizaron los allanamientos contra la banda de Daniel “Tavi” Celis en la causa conocida como Narcomunicipio. En la propiedad del jefe narco fue hallado Wilber Figueroa Lagos, un peruano enviado por el cabecilla de la banda radicada en Avellaneda, liderada por otro joven de su misma nacionalidad, Johan Edgardo Arias Quintana. Wilber Figueroa LAgos, condenado en la causa Narcomunicipio y con otra en trámite. Fue este último quien había llegado a Paraná para negociar con Luciana Lemos y, ante la falta de pagos, ordenó a Figueroa Lagos que se quedara en la propiedad de calle República de Siria y Segundo Sombra como una especie de garantía. Quienes compartieron pabellón con Wilber relatan que se trata de una persona vinculada desde hace muchos años a este negocio y que la violencia también integra su historial delictivo previo. Tiene 51 años; nació en la ciudad de Ayacucho, Provincia de Lamar, a unos 500 kilómetros al suroeste de Lima. Antes de ser detenido en Paraná vivía en el barrio de Palermo, en CABA. Aunque podría haber recuperado la libertad por haber cumplido íntegramente la pena de aquella causa, continúa con prisión preventiva por otra investigación: lo imputan por liderar desde la cárcel una banda narco que traía cocaína desde Buenos Aires con personas de confianza suya, que luego la enviaban para su distribución en Concepción del Uruguay y, desde allí, a otras localidades. En ese expediente está procesado por ser líder de la banda. Dice la imputación: “Su función es la de la planificar y gestionar los viajes de quienes ofician de ‘mulas’, la distribución y manejo del dinero obtenido de la venta de estupefacientes, y trabaja secundado por M. P. y Y. S. G. G.; Y. S. G. G. , de nacionalidad peruana, mano derecha de Wilber Figueroa Lagos, oficia de ‘mula’ llevando dinero a Buenos Aires que entrega al nexo -G. o J.- para comprar estupefaciente que luego traen a Entre Ríos, es pareja de F. L.; B. G. E. , trabaja para F. L. y vive en calle Müller de la ciudad de Paraná, tiene el mismo domicilio que el de G. G.; M. C. E., trabaja para F. L. reside en calle Müller de Paraná”. El episodio de mayor violencia narco en la provincia fue el homicidio del joven peruano Carlos Daniel Tello Morales, conocido como Jairo, en marzo de 2022. Al menos un año antes se había radicado en Paraná, donde actuaba como nexo permanente entre sus jefes en Buenos Aires y distintos narcos de la capital entrerriana a los que proveían droga. “Jairo” Tello Morales vivía en Paraná, donde fue acribillado en marzo de 2022. Además de su actividad como enlace, prestaba dinero a diversos clientes, principalmente narcos locales. En ese contexto le tendieron una trampa: se lo acusó de quedarse con dinero o droga. Aquella tarde, dos sicarios en moto lo asesinaron a tiros en Ameghino y Mosconi, a la entrada del barrio San Martín. Los tiradores llegaron en colectivo a la Terminal y también regresaron a Buenos Aires por ese medio. La investigación permitió detener a quienes prestaron la logística: el taxista Néstor Pereira y Nicolás Lencina, principalmente, están imputados. Queda un prófugo que no fue localizado; el envío a juicio de los acusados depende de si se encuentra o no al supuesto autor material del crimen. Tello Morales tenía una particularidad, o una discapacidad: era tuerto. Fuentes del caso relatan que había sido torturado en una situación en la que lo acusaban por una deuda y le clavaron un alfiler en el ojo. Es decir, la crueldad de estos grupos narcos ya tuvo antecedentes en Paraná. ¿Quién es el prófugo? Miguel Valdivieso Salas, señalado como el cabecilla de toda la organización del crimen. Los investigadores de la División Homicidios lo buscaron en distintos puntos de Buenos Aires y en algunos contactos en Perú, pero todavía no fue localizado. Se dedicaba al narcotráfico, a la compraventa de dólares y al préstamo de dinero. Valdivieso Salas fue identificado por la Policía como quien iba en un taxi monitoreando el crimen de Tello Morales. El caso más reciente se registró en Concordia el sábado 2 de noviembre de 2024, cuando asesinaron a un peruano en un contexto vinculado al narcotráfico. Se trataba de un joven que proveía cocaína a distintas bandas locales. Llegó un día con la droga; los compradores concordienses lo subieron a un vehículo y, tras transitar durante un largo rato, le robaron la mercadería. En el forcejeo recibió una puñalada en una pierna y poco después murió desangrado. Se llamaba Cristian Laveriano, tenía 20 años y era de Villa Celina, partido de La Matanza, lindero con CABA. Carina Ventos, Nicolás Bordón y Rubén Darío Ventos están imputados por el crimen. El joven Cristian Laveriano recibió un puntazo en la rodilla cuando narcos de Concordia le robaron droga, y luego falleció. Su suegra se encontraba con prisión preventiva domiciliaria en una causa federal por narcotráfico, tras ser detenida por Gendarmería cuando llegaba en colectivo a Concordia con más de dos kilos de cocaína. En los celulares intervenidos se detectó que esta banda era coordinada desde la Unidad Penal 3 de Concordia y estaba integrada por argentinos, peruanos y bolivianos. En diciembre se realizaron allanamientos en Entre Ríos y Buenos Aires: detuvieron a cuatro personas y secuestraron drogas. La crueldad en el narcotráfico no es exclusiva de los narcos peruanos. En Paraná hubo en 2022 un caso escalofriante: dos jóvenes fueron secuestrados y torturados con picanas porque eran adictos y les exigían el pago de una deuda. La investigación estuvo a cargo del fiscal Laureano Dato y terminó con condenas por privación ilegítima de la libertad: Patricio Damián Motta Mendoza recibió seis años y cinco meses de prisión efectiva; Matías Fernando Comas, cinco años; y Francisco Nicolás Sosa Ferro, seis años. Sin embargo, con mucha frecuencia circulan versiones —que no suelen convertirse en denuncias por temor— sobre casos similares: jóvenes raptados y golpeados por deudas en distintos barrios de Paraná. Queda, además, la pregunta sobre si hay mujeres, menores y jóvenes utilizadas tanto para el negocio de la droga como para el comercio sexual, es decir, la trata, tal como se observó en el caso del triple femicidio narco de Buenos Aires.
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