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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 01/10/2025 08:52
Cada 28 de septiembre se celebra el Día del Director de Escuela, un cargo de gestión que asume una importancia imprescindible para el desarrollo de la actividad educativa en cualquier institución escolar. En esta edición N°138 de Entrevistados, charlamos con Teresa Catalina Montenegro, docente y directiva jubilada, pero con su vocación por la enseñanza intacta. Con 30 años de carrera y un recorrido que la llevó desde ser maestra de grado hasta ocupar el cargo de directora, reflexiona sobre los desafíos, los cambios en la educación y lo que significa realmente ser docente. Para comenzar, nos gustaría que te presentes y nos cuentes; ¿cuál fue tu rol? ¿fuiste escalando poco a poco? “Soy Teresa Catalina Montenegro, docente jubilada hace cuatro años. Transité mi docencia durante 30 años, ocupando distintos roles, desde maestra, secretaria, vice-directora y bueno, el último escalón al que llegué fue el de directora”. Continuo, “gracias a Dios pude realizar una carrera docente con muchos desafíos y etapas distintas. Comencé como maestra, luego fui secretaria, vicedirectora y finalmente directora. Todo ese recorrido fue posible a través del puntaje, el orden de mérito y los concursos de oposición, que se fueron implementando con el tiempo. No fue algo inmediato, pero lo transité con compromiso y decisión. Cada cargo lo asumí con la responsabilidad que merecía, sabiendo que no es solo un cambio de función, sino un crecimiento que impacta en toda la comunidad educativa” ¿Docente de qué fuiste? “Mi rol de base fue siempre docente de grado, con niños de nivel primario. A partir de ahí, fui sumando otras responsabilidades, pero mi esencia estuvo siempre en el aula, en el contacto directo con los chicos. Es ahí donde se aprende a leer las miradas, las emociones, las realidades. Y aunque después fui directora, nunca dejé de tener presente eso: que todo empieza por el vínculo con el niño.” ¿Cómo era un día siendo directora? “Mi rol como directora empezó en el 2018, en la Escuela N.º 6 “General San Martín”, ubicada en el barrio El Toronjal. Es una escuela que llevo en mi corazón. Desde el primer día, fue un desafío enorme. No solo por la responsabilidad del cargo, sino también por el contexto social en el que está inserta”. Siguió, “mi jornada comenzaba muy temprano, a las 7:30 de la mañana, y terminaba muchas veces cerca de las 17. En ese tiempo, no paraba un segundo. Transitar la escuela implicaba estar presente en todos los espacios: en las aulas, en los talleres, en la cocina, en la entrada, en las reuniones. Porque una directora no se queda en la oficina; una directora camina, escucha, observa, acompaña. La escuela, además de lo pedagógico, sostenía todavía su parte de talleres, lo que le daba una dinámica especial. Eso me encantaba, porque me gusta el movimiento. Incluso hoy, ya jubilada, sigo en constante actividad. No puedo estar quieta”. ¿Qué cambios notaste en la educación y en la forma de enseñar desde tus inicios hasta el final de tu carrera? “Muchísimos. La educación está en constante transformación, y así debe ser. Cuando empecé, en 1991, los reemplazos eran casi obligatorios. Si te llamaban y no ibas, pasabas al final de la lista. Hoy eso cambió, y lo celebro, porque es fruto de luchas colectivas del sector docente. En lo pedagógico, también hubo una evolución. Las metodologías cambiaron, se incorporaron nuevas tecnologías, y hubo una mayor apertura a la diversidad. Pero también creo que, más allá de las reformas, cada docente debe tener la vocación y el compromiso de formarse permanentemente. La formación continua no es opcional, es necesaria. Hoy más que nunca necesitamos docentes que escuchen, que se comprometan, que se posicionen con fundamentos. Que puedan decir ‘esto lo hago así por esta razón pedagógica’. Y eso solo se logra estudiando, reflexionando, compartiendo con otros.” ¿Hubo algún desafío que te haya marcado especialmente? “Sí, sin dudas: la pandemia. Fue un momento durísimo. Nos consideraban un servicio esencial, así que teníamos que estar presentes, pero el miedo era constante. Teníamos que garantizar la continuidad pedagógica, la entrega de alimentos, el acompañamiento emocional… y todo eso con el temor de poder enfermarse o tu familia. Además, apareció otro desafío enorme: la desigualdad digital. Muchos de nuestros chicos no tenían conectividad ni dispositivos, y educar desde ahí fue durísimo. Pero los docentes desplegamos una creatividad y una entrega increíbles. Nos reinventamos. Nos organizamos. Llamábamos por teléfono, imprimíamos cuadernillos, hacíamos lo que fuera necesario para llegar a cada niño. Y en todo eso, la escucha fue clave. Porque no podés educar si no hay vínculo. Si no te detenés a escuchar al niño, a su familia, a tus compañeros, no hay posibilidad real de enseñanza. La educación no es sólo transmitir contenidos: es construir vínculos humanos, afectivos, de confianza”. ¿Qué consejo le darías a alguien que está pensando en ser docente? “Lo primero que digo siempre es: si no tenés vocación, buscá otra cosa. Porque esta no es una carrera para cualquiera. No es solo una salida laboral. Es una profesión que se lleva en el alma. Después, diría que se necesita formación constante. Estudiar, leer, debatir, reflexionar. Porque la autoridad en la escuela no se impone, se construye con conocimiento, con compromiso y con argumentos. También es fundamental saber escuchar. Escuchar a los niños, a los colegas, a las familias. Establecer buenos vínculos. Saber que ya no es un “yo” el que enseña, sino un “nosotros” el que construye. Y en ese nosotros hay lugar para todos, siempre que se respete, se dialogue y se trabaje en equipo.” Agregó, “Y desde el rol de directora, aprendí que no alcanza con ser jefe. Hay que ser líder. Y ser líder es estar al lado, no arriba. Es acompañar, guiar, abrazar, sostener. Los equipos necesitan líderes que escuchen y que crean en lo que hacen”. ¿Volverías a recorrer el camino de la docencia? “¡Sin dudarlo! Lo volvería a elegir una y mil veces. Hoy lo transito desde otro lugar, más tranquilo, pero sigo emocionándome con todo lo que tiene que ver con la escuela. Una tiza, un papel, un pizarrón… esas cosas todavía me pueden. Desde chica jugaba a ser maestra. Recuerdo que usaba una puerta de madera en mi casa como pizarrón, y en vez de comprar caramelos, me iba al kiosco a comprar tizas. Siempre sentí que lo mío era enseñar. Concluyó “Y lo más lindo es que hoy, tantos años después, sigo siendo la ‘seño Tere’ para muchos de esos chicos que me cruzo en la calle. Eso es impagable. Es el mayor reconocimiento que podés recibir: que alguien te recuerde con cariño, que diga ‘ella me acompañó’. Por eso, insisto: la docencia es un acto de amor y de lucha. Y necesitamos más personas que apuesten a esta carrera con esa convicción. Que entiendan que la educación es un derecho, y que solo trabajando juntos, docentes, Estado, familias y comunidad, podemos garantizarla para todos”. Te invitamos a ver lo más destacado de la entrevista a través de los reels en redes sociales, buscanos como @Despertarentrerriano.
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