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Parana » InfoParana
Fecha: 30/09/2025 01:54
La visita de Javier Milei a Tierra del Fuego, parte de su estrategia para relanzar la campaña electoral, se vio marcada por una fuerte oposición que obligó a modificar la agenda presidencial. Lo que estaba planificado como una caminata por el centro de Ushuaia se transformó en un improvisado acto frente al Hotel Albatros, donde el mandatario, megáfono en mano, defendió su plan económico y se dirigió a sus seguidores. La jornada, caracterizada por la resistencia de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y otros sectores opositores, recordó que el ejercicio del poder en Argentina ha estado históricamente acompañado por la protesta. Estos episodios, que ponen de relieve las fricciones entre el poder central y los distintos actores sociales, no son una novedad en el panorama político del país. Un eco de la historia argentina La relación conflictiva entre la presidencia y las movilizaciones populares ha sido una constante en la historia argentina del último siglo. Podemos trazar paralelos con la visita de Juan Domingo Perón a Mendoza en 1947, donde la movilización de grupos de trabajadores y simpatizantes del peronismo se yuxtapuso con la resistencia de sectores antiperonistas, en un clima de tensión que prefiguraba las polarizaciones políticas de las décadas siguientes. Más recientemente, la visita de Fernando de la Rúa a Córdoba en 2001, en medio de una profunda crisis social, se vio alterada por el descontento popular. Las protestas, aunque no lograron suspender sus actos, mostraron un país al borde de la implosión y un presidente acorralado por el malestar ciudadano. En este contexto, cada aparición pública era un termómetro de la crisis, donde la voz del gobierno se veía desafiada por el grito de las calles. La visita de Milei: el termómetro de una nueva era El caso de la visita de Milei a Tierra del Fuego sigue esta línea, aunque con matices propios de su gestión. La convocatoria de la UOM, en el marco de su protesta contra la política económica, es un reflejo de las tensiones que genera el ajuste en el sector productivo. El rechazo de otros grupos opositores, que intentaron bloquear la caminata, muestra la polarización política y social que ha definido el primer tramo de su gobierno. En un breve discurso, el presidente defendió su gestión y reiteró su mensaje de esperanza a sus votantes: “Bajó la inseguridad, bajó la indigencia, bajó la pobreza. Les pido que no aflojen, esta vez el esfuerzo va a valer la pena. No podemos volver al pasado, La Libertad Avanza o la Argentina retrocede”. La modificación de su agenda, por motivos de seguridad, revela las dificultades que un presidente, incluso con un sólido apoyo popular, puede enfrentar ante una oposición organizada y movilizada. En el pasado, los presidentes buscaban el contacto directo con la gente como una forma de legitimación. Hoy, la seguridad se impone y el contacto se vuelve más mediado y resguardado. El “efecto Milei” en Tierra del Fuego es un espejo de las contradicciones de su gobierno. Por un lado, una base de apoyo firme que lo sigue y celebra sus discursos. Por el otro, una resistencia activa de sectores que se ven afectados por sus políticas y que no dudan en salir a la calle para manifestar su descontento. En este escenario, cada aparición pública de Milei se convierte en un capítulo más de la lucha de poder que define la política argentina.
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