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» Misionesparatodos
Fecha: 29/09/2025 13:06
Los grotescos personajes que rodean al Presidente en sus horas más difíciles. De Virginia Gallardo a "Tronco" Figliuolo e Iñaki "La Pepona" Gutiérrez. Estética kitsch. En la política argentina siempre hubo épocas de celebridades para sumar prestigio. Lo que rodea hoy a Javier Milei es otra cosa: un elenco bizarro que mezcla tiktokers y youtubers militantes, streamers que saltan a candidaturas, panelistas reciclados de TV y figuras pop con pasado de farándula; más cosplay y estética de convención que solemnidad o historia política. Y muchos de ellos se muestran junto al Presidente en la Quinta de Olivos, en sus horas más difíciles. Es su freak show privado. Esta troupe no busca prestigio cultural como en gobiernos anteriores: busca impacto, ruido y material viral para alimentar la maquinaria de campaña. Dentro de ese dispositivo digital, quien organiza el lenguaje corto y juvenil es el responsable del TikTok presidencial, Iñaki Gutiérrez, apodado “La Pepona” por su parecido con la muñeca. Él mismo dijo que no cobra del Estado, dato que el oficialismo usa para presentarlo como militante voluntario. Pero su paso por áreas oficiales dejó fallas: uso de cuentas institucionales para publicaciones personales -un saludo de Año Nuevo con una foto propia-, exposición accidental de la contraseña de Wi-Fi de un comando de seguridad y un video que trató como “escombros” las piedras en homenaje a víctimas de Covid-19. A partir de esos episodios se le acotaron funciones. Sigue en TikTok -donde su formato rinde-, pero quedó como caso testigo de una comunicación eficaz para viralizar y frágil para estándares institucionales. El cruce con el mundo del streaming se ve en la trayectoria de Sergio “Tronco” Figliuolo, socio de Neura, que pasó del set al cuarto oscuro y quedó 11° en la lista de diputados nacionales de La Libertad Avanza por Buenos Aires. Encara la importación de la lógica del vivo -ritmo, controversia, agenda del día- al terreno electoral. No llega como cuadro técnico, sino como operador de audiencia: capaz de sostener conversación y empujar temas, su incorporación garantiza volumen, conversación y presencia continua en redes. La parte farandulera aparece con Virginia Gallardo, presentada por LLA como primera candidata a diputada nacional por Corrientes. Su recorrido público -del “Bailando” de Marcelo Tinelli a la recordación ligada a Ricardo Fort- aporta reconocimiento inmediato: nombre instalado, llegada garantizada y facilidad para generar cobertura e invitaciones. En el ecosistema actual, donde el consumo informativo pasa por paneles, clips y timelines antes que por informes de gestión, lo que se busca es convertir notoriedad televisiva en voto. Los tres personajes, Gallardo, “Tronco” e Iñaki Gutiérrez, formaron parte de la troupe con que se rodeó Milei en sus horas más aciagas en Olivos, el viernes 19 en que se disparó el dólar y todo era incertidumbre, antes del salvataje del Tesoro norteamericano. Más caras También opera el registro nostálgico con Karen Reichardt en la boleta bonaerense que encabeza José Luis Espert. Su presencia remite a la TV de los ’90 -incluida su tapa de Playboy de 1992- y funciona como guiño nostálgíco. El mensaje implícito es que la boleta puede incorporar señales de época reconocibles incluso si no provienen del circuito de la política. No se promete formación sino recuerdo, escena y un código compartido con audiencias formadas por la televisión abierta de aquella época. La fusión más explícita entre cultura digital y militancia se ve en Lilia Lemoine, proveniente del cosplay, que trabajó en la imagen de Milei y hoy es diputada. Sus intervenciones suelen abrir discusiones intensas: sus polémicos comentarios sobre los médicos del Garrahan, el proyecto de “renuncia a la paternidad” para varones y la defensa de la tenencia de armas marcan su agenda. A su alrededor, la presencia de cosplayers -superhéroes libertarios, banderas y símbolos- completa un lenguaje visual que se repite en actos. No es solo escenografía: es identidad compartida, un modo de pertenecer. La diferencia con gobiernos anteriores no es sólo de nombres, sino de objetivo. Aquellos decorados buscaban sumar legitimidad cultural por añadidura. El mileísmo privilegia impacto y circulación: influencers, streamers y panelistas producen reels, sostienen temas del día, amplifican consignas y pueblan actos con imágenes memorables. La comunicación política en la era Milei se maneja como contenido: importa más el alcance que los planes, más la edición que el argumento, más convertir clics que debatir. El 6 de octubre, en el Movistar Arena, Milei presentará su libro “La construcción del milagro”. Más que un acto editorial, es una puesta de campaña: escenario de estadio, registro audiovisual y los rostros del entorno en un mismo plano. No busca convencer indecisos, sino reforzar identidad y recuperar iniciativa. En términos prácticos, se trata de producir material para varias jornadas de agenda, ordenar consignas, reposicionar voceros y actualizar la épica propia con imágenes de alta circulación. Todo, además, en medio de la tensión interna entre las terminales que responden a Karina Milei y las que reportan al asesor Santiago Caputo. Ya hubo un antecedente en el Luna Park, con formato de show de rock. Ahora cambia la escala y pesan más los tiempos: faltan pocos días para las legislativas y el dispositivo es mayor. El balance llegará después: si esa visibilidad mueve votos, si ordena a la tropa y si no choca con la gestión diaria. En síntesis, no es la farándula clásica: es un sistema de comunicación permanente cuyo éxito real se mide fuera del escenario, cuando el clip tiene que convertirse en decisiones concretas para el país. Por Franco Guareschi-Revista Noticias
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