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  • Guía de entrenamiento adolescente: 10 claves de expertos con todo lo que necesitan saber padres e hijos

    Concordia » Hora Digital

    Fecha: 28/09/2025 08:34

    Cuando la motivación por ejercitarse comienza a edades tempranas, se deben tener en cuenta las recomendaciones para no correr riesgos. Especialistas respondieron a Infobae a qué edad pueden hacer ejercicio de fuerza y otras dudas comunes El ejercicio físico ofrece innumerables beneficios para la salud en todas las etapas de la vida, y la adolescencia no es la excepción. La práctica regular de ejercicio mejora la fuerza y la coordinación, optimiza la salud ósea, cardiovascular y metabólica, y ayuda a gestionar el peso. Además, contribuye a la salud mental al impulsar la autoestima, la tolerancia a la frustración y el rendimiento académico, al tiempo que reduce la ansiedad, la depresión y el sedentarismo. Según dijeron expertos consultados por Infobae, “la actividad física en la infancia y adolescencia ofrece múltiples beneficios físicos, psicológicos y sociales si se practica en un entorno seguro y adaptado a la etapa vital”. Antes de iniciar cualquier rutina, los especialistas consultados recomendaron realizar un control médico, entrenar con la supervisión de profesionales calificados, priorizar la progresión gradual y la técnica correcta, además de respetar el descanso y mantener una alimentación e hidratación adecuadas, entre otras pautas que buscan maximizar los beneficios y minimizar los riesgos asociados al entrenamiento en la adolescencia. Antes de iniciar un programa de entrenamiento en la adolescencia, los especialistas consultados por Infobae señalaron una serie de pautas fundamentales: La creación de un entorno positivo y motivador aumenta la adhesión y el disfrute de la práctica deportiva. Según la médica pediatra Celeste López (MP 4326), del Comité Nacional de Medicina del Deporte de la SAP, “la clave está en hacer del ejercicio una experiencia placentera y social”. Lescano sumó que durante la infancia el foco no debe estar en el resultado, sino en el juego, la diversión y la socialización. Incorporar música, circuitos lúdicos o la participación en espacios comunitarios puede estimular el entusiasmo. Los expertos coincidieron en que evitar presiones vinculadas a estereotipos de belleza en redes sociales o medios promueve una relación más sana con el ejercicio físico. En ese sentido, Bellomo instó a los padres a “preguntarse qué motiva a un niño prepuberal a asistir a un gimnasio”, en referencia a que “en muchos casos, estas decisiones están influenciadas por estereotipos de belleza, especialmente masculinos que se ven en las redes o en las publicidades muchas veces lejanos a la realidad”. “Como adultos, debemos estar atentos a que la actividad física no se transforme en una práctica rígida ni obsesiva —coincidió Beneitez Massaro—. El ejercicio debe ser fuente de bienestar, no de presión estética. Para esto es fundamental que la práctica del deporte infantojuvenil tenga características lúdicas y sea placentera”. El acompañamiento activo de la familia, como compartir salidas en bicicleta o caminatas, refuerza el vínculo y el hábito saludable. Los especialistas consultados coincidieron en desalentar la especialización precoz en un solo deporte a edades tempranas. Al respecto, Lescano remarcó que “el momento ideal para comenzar un entrenamiento sistemático no se define por la edad cronológica, sino por la madurez física y mental”. Para ella, “el desarrollo integral se logra con la mayor cantidad de habilidades motrices y coordinación a través de diferentes disciplinas”. Esta variedad reduce el riesgo de lesiones por sobrecarga y promueve una base física más sólida. En la mirada de los especialistas, la especialización temprana puede generar desgaste y abandono de la actividad física en general. Sobre esto, Pochetti consideró que el entrenamiento de fuerza, coordinado junto al desarrollo de otras capacidades, constituye la base de la “alfabetización física o motriz”, esencial para un envejecimiento activo y saludable. Cuando la práctica está debidamente supervisada, los riesgos son mínimos y los beneficios superan ampliamente las complicaciones potenciales. Pese a antiguos mitos, desde la SAP, López afirmó que “no existe evidencia que sugiera que el entrenamiento de fuerza afecte negativamente el crecimiento; por el contrario, puede mejorar la salud ósea”. La presencia de profesionales idóneos evita lesiones asociadas a una mala técnica, sobrecargas o entrenamientos inadecuados. En este punto, Lescano resaltó la importancia de conocer el estado de maduración ósea y muscular antes de diseñar cualquier programa, al tiempo que advirtió que “los cartílagos de crecimiento son particularmente vulnerables a lesiones ante cargas inadecuadas”. La mayoría de estos cartílagos se encuentran cerca de los extremos de los huesos largos, como el fémur o el húmero. Una lesión en esta zona, según la experta en fitness “puede tener graves consecuencias, como afectar el crecimiento normal del hueso, crear asimetrías o discrepancia de longitud entre miembros, detener el crecimiento, lo que podría llevar a una reducción de la estatura final, causar rigidez articular, entre otras complicaciones”. En opinión de Pochetti, “la fuerza es una capacidad motora entrenable durante toda la vida, ya que es fundamental para muchas actividades cotidianas”. Por ejemplo, en los niños, la fuerza es necesaria para acciones como el gateo o el pasamanos en un parque infantil. En la edad escolar también se utiliza para cargar una mochila o para participar en deportes como el fútbol o el básquet. “Entrenar la fuerza no se limita únicamente al uso de pesas o a sobrecargas máximas —enfatizó la pediatra—. Si se desea entrenar en un gimnasio y con elementos, se puede comenzar a una edad temprana, tan pronto como el niño sea capaz de comprender y seguir las indicaciones de un profesor en un gimnasio con elementos”. Sobre el final, los expertos resaltaron que se deben suspender los ejercicios ante cualquier dolor persistente, realizar controles médicos periódicos y jamás descuidar el descanso, nutrición ni hidratación. El control familiar y profesional reduce al mínimo la posibilidad de complicaciones, al asegurar espacios y prácticas seguras y adaptadas a cada etapa de la adolescencia.

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