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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/09/2025 06:49
Movilización por el femicidio narco en La Matanza «Este relato gira en torno a uno de los problemas radicales de la humanidad: todos los hombres somos hermanos, por lo tanto, todo homicidio es fratricidio». Antes de buscar la motivación del homicidio, sea venganza, a causa de robo o por la condición social o de género, todo homicidio debe ser calificado como el asesinato de un ser humano. Eso se llama “fratricidio” (Papa Francisco, Fratelli Tutti). Dios pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. Las políticas subyacentes en los numerosos fratricidios causados por el narcotráfico Los crímenes no suceden casualmente. Si ocurren en un lugar y en una población, debe haber causas inmediatas en cada caso y factores subyacentes. Rara vez suceden cuando los miembros de una sociedad tienen la voluntad de transitar el camino del diálogo y de la participación social en la vida en común, en la fe iluminada por el Espíritu Santo, por ejemplo, en el colegio, la universidad o el club. En cambio, si se favorece el desarrollo de la indiferencia, la enemistad y el odio, como cuando en el barrio impera una cultura individualista, consumista, no solidaria y del “sálvese quien pueda”, se crea el campo fértil para el asesinato moral o físico. Esto ocurre en gobiernos débiles, con una visión errada de la realidad, cuando desaparece la autoridad (anarquía) o cuando el Estado asfixia con su intervención la vida de los ciudadanos, como en regímenes totalitarios, y también donde el gobierno se aparta de su función esencial y deja el poder en el “libre mercado”. La ocupación del territorio por los narcos La ocupación del territorio por parte del narcotráfico ocurre principalmente cuando los gobiernos son frágiles, existe corrupción estructural y bajo nivel cultural. Hasta los años noventa, se decía, con bastante base, que Argentina era un país “de paso” del narcotráfico. Después —lo anunciamos en 1994— hubo una importante campaña de marketing que anticipaba el desembarco masivo. Primero captaron a los políticos financiando campañas, después a la policía y la Justicia, por lo que quienes debían perseguir acabaron siendo funcionales al crimen organizado. De perseguidores pasaron a ser cuidadores. En La Matanza también se dio ese fenómeno tras la expulsión de las villas de la Capital Federal y la inmigración indiscriminada de países hermanos productores de estupefacientes. La historia social del caso: ¿por qué este grado salvaje de violencia? Comparto la opinión del reverendo Máximo Jurcinovic acerca de la errada actitud de aquellos periodistas que, ante casos como el asesinato de las niñas Brenda, Morena y Lara, opinan morbosamente sobre la conducta de las víctimas y de sus familias, sin autoridad para hacerlo, cuando el deber es acompañarlas. El suscripto, sin pretender describir su historia personal o familiar, ni juzgar a las niñas y mucho menos a sus familias —con quienes se solidariza y a quienes acompaña rogando por su alma—, expone aspectos que forman parte de la historia de la instalación del narcotráfico, que precede al horror actual. Nos proponemos, por brevedad, trazar parte de la historia que subyace en la trama social. De la Capital Federal al Conurbano Bonaerense Hasta hace cuarenta años, Argentina era un país “de paso”. De Paraguay, Perú, Bolivia y Colombia a Buenos Aires, y de Buenos Aires a Europa. En las villas de Barracas, Bajo Flores y otras menores en la ciudad de Buenos Aires, hace menos de cuarenta años se instalaron los estupefacientes prohibidos y el narcomenudeo. Las primeras bandas narco como la de los peruanos comandados por Marco en la villa del Bajo Flores (1-11-14) y otras lideradas por inmigrantes de nacionalidad peruana o paraguaya. Entre ellas e internamente en cada banda, se produjeron enfrentamientos, lo que dio lugar a la multiplicación de pequeñas empresas criminales. Paralelamente creció la oferta y el consumo en los boliches con técnicas diferentes, aunque ese es otro tema. Revista Viva Pueblo En los monoblock de La Tablada, en el año 2007/2008, este cronista supo que dos peruanos adquirieron dos departamentos, donde establecieron el centro de sus operaciones en La Matanza. Lo publicamos en el semanario del diario Crónica para La Matanza, llamado Viva Pueblo, nota del 3 de octubre de 2008. El suscripto era secretario de redacción de ese medio local bajo el seudónimo de Gustavo Mexía. Tras la publicación, hubo un allanamiento por la comisaría 9ª de Ciudad Evita y, posteriormente, otros procedimientos en los monoblock 18 y 19 en departamentos de la banda, ocupados por vecinos colaboradores “pantalla” que resultaron detenidos. Nunca se detuvo a los jefes peruanos. Las bandas no solo se expandieron y enviaron vendedores a otros puntos, sino que, según informes vecinales, el consumo de cocaína y pasta base aumentó considerablemente en el complejo de La Tablada. También, como puede leerse en uno de los testimonios de la nota citada, recrudeció la prostitución infantil, ejercida por niñas y niños de 9 años o más en los pasillos de algunos monoblocks. A pesar de diversas denuncias públicas, la policía de la Ciudad solía ser amable. De los monoblock de La Tablada a Las Antenas en Lomas del Mirador La investigación de policías y fiscales —en el caso de Brenda, Morena y Lara— se extiende actualmente a una barriada antigua e igualmente pobre: Las Antenas-Monte Tartaglia, Lomas del Mirador, La Matanza. Las Antenas, como La Tablada y otros barrios humildes, está poblado, en su mayoría, por personas trabajadoras y honestas, que viven en comunidad con aspiraciones de progreso. En los asentamientos y villas siempre hubo narcomenudeo, bocas de expendio y prostitución infantil, porque esos delitos se refugian y aprovechan de las carencias. No hay policía, no hay luz y hasta hace pocos años tampoco teléfonos. El Estado —municipal, provincial y nacional— siempre resultó ajeno. Ahora, esa distancia genera beneficios que son bien pagados. Nicolás Nahuel Guimil “Chaki Chan” y Tony Janzen Valverde “Pequeño J” En Las Antenas, a la par de la ausencia estatal, un “capo” o jefe del narcotráfico pretende dominar: Nicolás Nahuel Guimil, 31 años, alias Chaki Chan. Este sujeto se autodenomina “el capo” de la zona y emplea prácticas de violencia inusuales: pelotones con armas largas y ametralladoras. En Las Antenas, desde hace años se intentó aplicar el plan “de villa Palito a barrio Almafuerte”, un proyecto de urbanización. En villa Palito, el presidente Kirchner, el ex intendente Alberto Balestrini, el padre Bachi y la colaboración del joven Juan Enrique coordinaron la transformación. La idea se trasladó a villa Las Antenas, pero no se concretó por falta de recursos. Ante la retirada del plan, la villa quedó fracturada. Como coordinador del plan de urbanización quedó un joven de alrededor de 18 años, hijo de un ex presidiario y allegado a alguien muy poderoso de la política. Este grupo sería aliado de Tony Janzen Valverde, alias “el Pequeño J”, distanciado de “Chaki Can”, quien comandaría desde la cárcel otras fuerzas. Actualmente, todo indica que la persecución penal a cargo del fiscal Arribas avanza de manera seria: el ladero de Tony Janzen Valverde, Victoriano, alias “el Pequeño J”, está identificado y su imagen circula no solo en pedidos de detención. Infobae los ha difundido ampliamente. Los peruanos Marcos Estrada González y César Morán de la Cruz y el boliviano Matías Osorio (de la Villa 21/24 de CABA) están detenidos. La cédula peruana del prófugo acusado de haber asesinado a las tres jóvenes de La Matanza La Matanza, como afirman algunos comentaristas, parece un infierno, donde el crimen que hoy ocupa las páginas de los diarios parece extraído de una serie literaria, como las de Andrea Pamparana, autora de “L’indignato speciale”. Respuestas judiciales que exigen una mayor cultura política Una vez determinada la responsabilidad, debería imperar un criterio punitivo severo en el juzgamiento y tratamiento carcelario. No me refiero únicamente a las agravantes por las circunstancias del crimen. Este cronista considera que el criterio liberal defensista debe reservarse a los enfermos, pequeños vendedores o “soldaditos” que ingresan a estas organizaciones por hambre u otra necesidad urgente. Los jefes narcos, los que matan por el predominio del comercio ilícito, los que reclutan menores para delinquir, los que organizan o reciben colaboraciones, los políticos y funcionarios que reciban aportes, colaboren o faciliten estas prácticas delictivas en vez de denunciarlas o perseguirlas, facilitan la destrucción de la comunidad y deben recibir un trato muy diferente en defensa del tejido social y de la humanidad. Deberían ser procesados con una interpretación restrictiva de los beneficios excarcelatorios, firme rechazo a medidas dilatorias, uso improcedente de nulidades, y una aplicación ejemplar en las penas. Esto debe aplicarse tanto a autores materiales e intelectuales como a todos los partícipes. Es necesario que la prensa difunda ese criterio para fomentar una mayor cultura tanto en el pueblo, como en los magistrados y en los representantes legislativos. El gran autor argentino de tratados penales, inspirados en la doctrina europea de la descriminalización —hoy abandonada en su cuna—, aquí llamada “descriminalización extendida”, debería superarse definitivamente. La realidad, como decía el papa Francisco, es superior a la idea. El obispo de San Justo, Eduardo García, y una mirada superadora que no se queda en el crimen atroz García es el obispo de San Justo. Participó estos días en algunos medios. No se detiene en el morboso examen periodístico de las perversiones presentes en el caso. Acompaña a los familiares y a la comunidad. Brinda una mirada esclarecedora. No se detiene solamente en las responsabilidades ni en las motivaciones. Es un error y una injusticia descargar la responsabilidad en quienes, con contextos familiares desintegrados, miseria, conflictos, falta de educación, tierra, techo y trabajo, habitan esos lugares. Se sabe que, en general, los daños causados por la droga en esas barriadas no son mayores gracias a la labor de la Iglesia y algunas organizaciones solidarias. Sin embargo, sin perjuicio del principio de subsidiariedad, no se puede renunciar a una acción enérgica y coordinada por parte de los Estados para combatir eficazmente el crimen organizado. Eso no es solo llorar a las víctimas ni buscar justicia y verdad. Es todo eso, junto con mirar hacia adelante. Un desafío para todos y especialmente para los cristianos, acompañando y siguiendo el ejemplo de los pastores que todos los días sirven a los pobres, hoy aún más pobres por el ajuste, y que viven comprometidos con la consigna del obispo Eduardo García, que se resume en tres palabras: las tres C: “capilla, colegio y club”; es decir, fortalecer la fe, la educación primaria, secundaria y universitaria, así como la salud física y mental a través del deporte.
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