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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/09/2025 02:30
Nora Kviatkovski, religiosa de Jesús María, habla sobre su diagnóstico terminal: "El arte del bien morir es el arte del bien vivir" “Hablar del límite, de la vulnerabilidad, nos ayuda a vivir con más conciencia del aquí y el ahora. El arte del bien morir es el arte del bien vivir”, dice Nora Kviatkovski, monja de la congregación Religiosas de Jesús María, que integra la llamada Familia Ignaciana, es decir todas las órdenes y comunidades que se referencian en San Ignacio de Loyola y de las que la más conocida es la Compañía de Jesús. Escuchar su testimonio es evocar la frase de Epicteto: “No es lo que te pasa, sino cómo reaccionas a ello lo que importa”. Nora fue diagnosticada con un cáncer muy agresivo respecto del cual, apenas detectado, los médicos admitieron no poder hacer nada más que paliar su dolor. Esto sucedió hace ya casi dos años y ella dice, riendo: “Cuando vieron que yo no tenía ninguna pinta de que me estaba por morir”, pensaron en otros paliativos, más activos, como una prótesis de cadera para que pudiera seguir caminando. Así, en estos dos años, pudo viajar a España, a México y a Colombia para visitar a los amigos que hizo en esos países en los cuales le tocó vivir y trabajar como monja. También ha compartido momentos de gran felicidad con sus familiares y hasta se dio el lujo de organizar un velatorio anticipado. No lo llamó así, sino que convocó a una fiesta para agradecer a los médicos que la tratan. Hasta vino León Gieco, uno de los nuevos amigos de Nora, y dio un mini recital. Un collage de momentos atesorados por Nora: con amigos y familia, y con los médicos que la tratan: dos años intensos y llenos de afecto y gratitud Ella aprovecha todas las oportunidades para transmitir la perspectiva espiritual que la ha llevado “a tomar la realidad tal y como venía”. Su mensaje es que “la muerte es una gran aliada para hacernos tomar conciencia y dejar de perder tiempo en cosas que no tienen importancia, que no son esenciales, no nos hacen felices, ni mejores personas, que no nos hacen amar más”. “Hoy mi ámbito, mi segunda casa, es el Hospital Italiano. Mi librito de ejercicios espirituales es el cáncer”, dice. Aunque habla de forma directa de su enfermedad, ha puesto algunas “perimetrales” a su alrededor, cosas que no le hacen bien o a las que no quiere dedicar una energía y un tiempo que quiere administrar muy bien. Nora es pura alegría, risa e ironías; sólo se le quiebra la voz cuando agradece este tiempo extra que Dios le ha regalado para “seguir amando”, y cuando habla del menor de sus sobrinos o de sus padres, que murieron sin llegar a enterarse del diagnóstico, lo que para ella es un gran consuelo. No solo no tiene el physique du rôle sino una trayectoria peculiar. Ingresó a la congregación en febrero de 1994, con ¡un flamante título de Doctora en Ciencias Médicas Veterinarias bajo el brazo! Fue la participación en los ejercicios espirituales ignacianos lo que despertó la vocación en esta joven que no venía de una familia practicante. En 1997 hizo sus votos. Se formo en la Facultad de Filosofía y Teología de la UCA en Villa Devoto, donde obtuvo un Máster (licenciatura canónica) en Teología Sistemática, y otro en Filosofía y Teología, en el año 2005. Esta semana Nora Kviatkovski visitó la Facultad de Filosofía y Teología de la UCA en Villa Devoto, donde se formó Fue maestra de novicias para las Américas y el Caribe, por eso vivió en Colombia y en México. En la Pontificia Universidad de Comillas (Madrid. España), hizo un Máster en Espiritualidad Ignaciana y otro en Teología Espiritual. También vivió en Uruguay por misión. En el año 2017, en Buenos Aires, hizo un máster de Formación Profesional de Coach Ontológico, con el Aval de la International Coach Federation ICF: Axon Training. El 29 de noviembre del 2023, a Nora, con 51 años, le diagnosticaron un cáncer muy agresivo que ya estaba haciendo metástasis en sus huesos. Estaba en San Martín de los Andes, dando los ejercicios espirituales, cuando un fuerte dolor en la pierna derecha la obligó a suspender. En las caras de los médicos leyó la palabra que no le decían. “Por mi profesión, por mi quehacer, soy una lectora de caras”, dice en esta charla con Infobae. De regreso a Buenos Aires, en el Hospital Italiano le dijeron que la ciencia sólo podía acompañarla en el manejo del dolor: cuidados paliativos. “Cuando viene el médico de cuidados paliativos con su equipo, y me dice que a partir de ese momento yo podía hacer lo que quisiera, mis amigos y familiares se reían: ‘Toda la vida esta mujer hizo lo que quiso y ahora un médico la está avalando”. Efectivamente, soy una agradecida a la vida porque para mí la libertad, el amor y el servicio han sido muy importantes”. Nora Kviatkovski, 53, religiosa ignaciana, se formó en espiritualidad ignaciana y a eso se dedica desde su ordenación en 1997 — Nora, sos una monja católica. A priori, no se asocia la condición de monja con la libertad, sino con una vida de restricciones. ¿Cómo se manifestó esa libertad en tu recorrido? — En hacer verdaderamente lo que yo sentía que deseaba hacer. En los ambientes religiosos se habla mucho de la voluntad de Dios. Para mí la voluntad de Dios es el empalme de dos voluntades, de dos libertades, la de Dios y la mía. Y yo sentía que lo que Dios me iba pidiendo era justamente que yo fuera una mujer plenamente feliz. Cumplí 50 años hace poco. Me sirvió para hacer un balance: ¿qué hiciste Nora con tu vida? La verdad es que he hecho muchas cosas... También me ha tocado besar muchos sapos, no todo ha sido color de rosas. He vivido en distintos países, me tuve que adaptar a distintas culturas también. Eso tiene una parte positiva enorme. — ¿La orden a la que pertenecés es una orden misionera? — Sí, estamos en los cinco continentes. Hay monjas que trabajan en salud, tenemos proyectos de educación, de formación, de trabajo, de inclusión, de derechos humanos. Nuestra congregación nace en 1818 en Lyon, Francia, y en vida de su fundadora, ella hace un envío de monjas hacia la India. Es una congregación en salida. La espiritualidad de esta mujer, Claudina Thevenet, que está reconocida por la Iglesia como santa, era la de un Dios en salida, no un Dios intimista. — ¿Dónde te formaste? — Mi primera formación tiene que ver con el mundo de la veterinaria. Yo soy chaqueña, de Juan José Castelli, capital del Impenetrable. — La puerta del Impenetrable. — Desde ahí fui a Corrientes a estudiar veterinaria y después, a través de los ejercicios espirituales, del vínculo con los jesuitas, fui viviendo una conversión antropológica. Mi familia no es una familia religiosa, más bien es una familia espiritual y yo buscaba justamente acrecentar mi espiritualidad. Y cuando descubro la persona de Jesús, me doy cuenta que es un Dios que se abaja, que habita el mundo y que el mundo es sagrado. No hay una dualidad. Creo en un Dios que está en todas las cosas, que todas las cosas están en Dios y en el cáncer también. El tener una mirada espiritual a mí me ha llevado a tomar la realidad tal como venía. En este caso, fue el cáncer, pero hubo otras situaciones. Creo que asumir una enfermedad terminal, o asumir una realidad muy difícil, es acoger la realidad tal cual se presenta. Porque en otros momentos yo ya había ensayado la negación y no me había funcionado. Había ensayado el poner la responsabilidad afuera, tampoco me había funcionado. Había ensayado el enojo, que tampoco me había funcionado. Entonces, cuando llegó el diagnóstico a mi vida dije: bueno, hasta acá es. Siento que he hecho muchas cosas en la vida: ahora tengo 53 años, pero siento que tengo 106. Me siento de verdad realizada. No me he quedado con pendientes. He intentado no postergar. Se recibió de veterinaria en Corrientes, pero conoció los ejercicios espirituales ignacianos y a eso dedicó su vida — ¿Cómo se logra aceptar la realidad? — Es mucha conciencia, o mucho trabajo de la conciencia de lo que significa el aquí y el ahora. Todo esto no se improvisa. Cuando yo tenía ocho años, mi papá nos reúne y nos explica que se iba a someter a una cirugía compleja que no sabía si podría superar. Entonces, la palabra o el concepto de la muerte ya estaba en mi cabeza. Con el tiempo comprendí que la única certeza que tenemos es que nos vamos a morir. El tema es que no sabemos cuándo. — Un colega decía: “La muerte es la noticia más chequeada”. Todos nos vamos a morir. Pero, el saber más o menos cuándo, ¿puede ser un privilegio? ¿Hubieras preferido no saber? ¿Cómo vivís eso? — Vivo cada día como un regalo. No todos los días son buenos. Hay días que el manejo del dolor no es fácil. Tengo un equipo extraordinario, para el que de verdad el paciente está en el centro. Hay una doctora, Marina Lamm, ginecóloga del Italiano, que me dijo: “Yo en este tiempo te voy a acompañar a tomar decisiones atinadas”. Yo había empezado a despedirme de todo el mundo. Empezó a llegar gente de los lugares donde yo había vivido: Uruguay, Colombia, México, España, porque abiertamente yo decía: “Quiero despedirme”... — Empezaron a visitarte. — Venían y venían. Cuando se cumplieron esas tres semanas y ellos vieron que yo no tenía ninguna pinta de que me estaba por morir (ríe), dijeron: “Vamos a ofrecerle a esta mujer, paliativamente, una prótesis de cadera”. Porque si explotaba la cabeza del fémur, no iban a poder hacerme una prótesis. Y llega un momento en que la morfina no basta y yo iba a pasar a un nivel de sedación que iba a dormir todo el día. Yo al dolor lo llamo mi hermano, porque en la familia siempre tenemos un hermano que mmm... Su agradecimiento a los profesionales que la atienden — ¿Molesto? — Medio molesto. Al cáncer lo bauticé “mi amigo silencioso”. Lo que me va marcando es el dolor. Al dolor le dije: “Vos sos mi hermano, porque hay cositas que no me gustan mucho y hay otras que sí. En muchas cosas me vas ayudando, porque marcaste el rumbo hacia donde los médicos tenían que ir”. — O sea que te ofrecieron paliativos más activos, porque ponerte una prótesis de cadera equivale a “siga caminando, siga moviéndose”. — Sí. Las prótesis de tumores son distintas a las prótesis por accidente o por vejez o lo que sea. Son más pesadas. Al mes que yo empiezo a caminar, mi doctora, que veía que yo viajaba mucho, para cursos, conferencias, por mis estudios, mis investigaciones, me pregunta si no puedo adelantar para marzo lo que tenía programado para mayo. Yo digo: “Esta mujer me está estirando la vida hasta marzo”. Pero ya estaba todo organizado, pero pensé: “No puedo ir a Colombia en marzo, pero voy a ir a España”. Estando en Madrid, digo: “Me faltó conocer Asturias…” Fuimos en auto. Ir en auto con una prótesis de cadera… son cosas muy arriesgadas, que en general una persona normal no hace. Yo agradezco mucho que lo pude hacer porque mi doctora me ayudó a empoderarme. — Te dio confianza al decirte que podías viajar... — Me dio más confianza de la que ya tengo (ríe), me ayudó a que no se me metiera ningún miedo y a vivir como una mujer que tiene una enfermedad y no como una mujer enferma, mirando al techo y esperando cuándo me voy a morir. Le dieron pocas semanas de vida pero lleva caso dos años viviendo intensamente, rodeada de sus afectos — Decías que antes te habías enojado por otros temas. Imagino que rezás, que le hablás, a Jesús o a Dios… — O a todos. — ¿Les decís: esto por qué a mí o para qué? — No, le agradezco. Yo siento que el cáncer ha sido, de verdad, una oportunidad más para… (con voz quebrada), para seguir amando a más personas y para seguir descubriéndolo a Dios en lugares donde yo no imaginaba descubrirlo. Yo he dedicado la mayor parte de mi vida a la espiritualidad, me la he pasado en casas de retiros, aulas o bibliotecas, pero no en hospitales. Hoy mi ámbito, mi segunda casa, es el Hospital Italiano. Mi librito de ejercicios espirituales es el cáncer. Ahora tengo la oportunidad de interactuar con muchas personas que se dicen agnósticas, y terminamos hablando de lo trascendente y yo siento que sigo brindando herramientas de ejercicios espirituales, sin necesariamente nombrarlo a Dios. Para mí es un regalo enorme. — Te he escuchado decir que nos cuesta mucho hablar de la muerte. Es un tabú. Incluso a los médicos les cuesta decir la palabra cáncer. Vos en cambio hablás del tema abiertamente: me voy a morir, tengo hecho el check-in… — Tengo el check-in hecho. Creo que nos hace bien hablar del límite, de la vulnerabilidad, de la muerte, de manera clara y directa, porque nos ayuda a vivir con más conciencia del aquí y el ahora. Repito mucho que el arte del bien morir es el arte del bien vivir. La muerte es una gran aliada para hacernos tomar conciencia de qué es lo esencial y lo importante. Y dejar de perder tiempo, muchas veces, en cosas que verdaderamente no tienen importancia, no son esenciales, no nos hacen felices, ni mejores personas, no nos hacen amar más. Acabo de dar un curso por Zoom y voy a seguir por dos semanas. Y siento que hacer la voluntad de Dios es salir de nosotros mismos, por puro amor desinteresado, para ayudar al otro. Para mí, ahí está la voluntad de Dios. Si me quedo enroscada en mi realidad y me pongo en una postura de pobrecita, de enferma, de víctima, puedo tener ciertas pseudoganancias, pero van a ser pseudoganancias. El salir de mí misma hoy, el tener un motivo para levantarme cada mañana, terminar de pulir y escribir un libro, aceptar conferencias, clases, es aprovechar el ahora, porque mañana no sé, no sé qué va a pasar la semana que viene. "Hacer la voluntad de Dios es salir de nosotros mismos, por puro amor desinteresado, para ayudar al otro" — En tu vida como monja, ¿tu principal actividad fueron los ejercicios espirituales? — Sí, sí. Yo hice los ejercicios espirituales antes de ser monja, hice la experiencia completa, son treinta días, y ahí me quedó clarísimo que mi misión en el mundo era hacer que las personas se encuentren con ellas mismas, con ese Dios que las habita, con sus deseos más hondos e ir sacando la mejor versión de sí mismas. Poniéndole el nombre a Dios que quisieran y si no lo quieren nombrar, que no lo nombren, pero que haya una visión trascendente. Yo me he dedicado al acompañamiento espiritual a través de una herramienta, que es un legado del siglo XVI, y que tiene estas dos cosas: los ejercicios, como un camino para buscar y hallar la voluntad de Dios, y por otro lado el tema del discernimiento tanto en la vida personal como en la vida común. — ¿Qué es el discernimiento? — El discernimiento espiritual es elegir entre dos cosas buenas, cuál es la mejor aquí y ahora para uno mismo. Entre dos cosas que tienen un común para qué, elijo la mejor en pos de lo quiero hacer. Elegir entre una cosa buena y otra mala, es un tema moral. Eso no es un discernimiento espiritual. Es una elección, sí. Matar o no matar. Pero el discernimiento es elegir entre dos cosas buenas la mejor. Y lo mejor puede cambiar con el tiempo porque mi realidad cambia. Por ejemplo, yo siempre dije que quería morir dando los ejercicios espirituales. Pero cuando viene este diagnóstico, dije: “Hay cosas que yo no voy a poder hacer tal como las venía haciendo”. Pero me di cuenta que las personas tienen una gran necesidad de trascendencia. — De dejar una huella, hacer un aporte. — En el ambiente en el que me muevo ahora, todos están estudiando medicina o ya tienen una trayectoria, y van cambiando de etapa. Después de treinta años en la medicina. se dicen: “Y ahora qué? ¿Qué vueltita le doy para seguir dándole sentido a lo que vengo haciendo y que no se vuelva rutina?”. O los jóvenes que están comenzando y en un momento dicen: “¿Qué área de la medicina?, ¿a qué me voy a dedicar?”. Ahí tengo mucha materia, tengo un público privilegiadísimo. — ¿Pensaste que esa forma en la que viviste te preparó para este momento? — La verdad, no lo sé. Yo agradezco cada día... Hace muy poco, estuve internada once días: mis riñones están un poco bloqueados porque tomo diecinueve medicamentos. Había un diagnóstico bastante complejo: si en cuarenta y ocho horas no se resolvía, yo no estaba hablando en este momento con vos. Entonces, manejar la incertidumbre del cuándo... Por eso ya no hablo más del check-in; no sé cuándo va a ser el vuelo. Me he despedido de mucha gente pero un amigo del que me despedí en febrero, haciendo bromas sobre cómo yo lo iba a esperar y este amigo enfermó y falleció a fines de junio... Frente a la facultad donde estudió, en Villa Devoto — Escribiste tus últimas voluntades. ¿Cuáles son? — Primero tienen un prólogo que es una síntesis de mi vida. Agradezco y pido perdón, con mucha conciencia porque así como a través de la palabra yo he hecho y hago mucho bien, también a través de la palabra he herido mucho. Soy conciente del arma de doble filo que tengo. Sigo metiendo la pata todos los días y tengo que pedir perdón. Me gusta mucho decir que las últimas voluntades o voluntades anticipadas son un acto de amor. A los médicos, a mi familia, a mi congregación y a mis amigos, porque puede llegar un momento en el que yo no pueda ejercer mi voluntad y entonces van a empezar a pensar ¿qué hacemos? ¿La intubamos? ¿No la intubamos? ¿La ponemos en terapia media, intermedia? ¿La reanimamos? Bueno, yo pido no reanimación, no terapia media, intermedia. No quiero ningún tratamiento invasivo. — Ningún encarnizamiento. — No lo quiero. Porque es mucha soberbia, y a veces es un prolongar la vida por prolongar la vida, sin ningún sentido. Y a veces prolongando la vida hacemos sufrir mucho a la gente que más queremos. — Dijiste que no querías hablar con personas en tu misma situación, que no querías darles consejos, pero que sí hablabas mucho con los médicos o el entorno de esas personas. Pero, a partir de lo que estás viviendo, ¿qué cosas no debería hacer un familiar o amigo de una persona con un diagnóstico terminal? Hay gente que exagera la compasión, otros, el disimulo. Uno no sabe bien cómo actuar. Tal vez digas que depende de cada caso pero no te escapes, decime algo. — No, no me voy a escapar. Yo le llamo poner perimetrales. Perimetrales que sirven para otros contextos también. ¿Cuáles son las perimetrales que he puesto? Por ejemplo, cuando llega la gente a dónde vivo, y quiere hacer seminarios de oncología. Honestamente, digo: “¿Saben qué? Hay un equipo, que se reúne regularmente, si quieren, súmense, pero no hagan seminarios de oncología acá, porque yo no tengo ganas de andar elucubrando qué, por qué, para qué. Otra perimetral es a las preguntas tipo: “¿Te hacías controles?”. Sí, desde los 24 años porque… — Es una pregunta acusatoria. — …con los antecedentes que tiene mi arbolito genealógico, sin haberme hecho el examen genético, yo ya sabía que tenía probabilidades de heredar un cáncer. Entonces, esa pregunta: “¿Te hacías controles?” tiene una carga de culpa. — Sin duda. — Después, el tema Dios. Me la paso defendiendo a Dios, porque “mi Dios te va a salvar”. Digo: “Yo también creo que puede haber un milagro”. El milagro es la vida, el milagro es que estamos aquí. Y yo agradezco infinitamente a Dios poder estar en este espacio, porque de verdad creo que es un milagro, pero no es el milagro que la gente tiene metidito en la cabeza que si va a la Virgen de Luján o le hace una oración a no sé quién o una promesa... Eso es un dios mágico y yo no creo en un dios mágico. Creo en un Dios que sufre conmigo, que padece conmigo, que es impotente conmigo y con los médicos que no pueden hacer nada por salvarme, por prolongar mi vida, darme 10, 15 años más. Tengo 53, bastante me viene prolongando. Entonces, hay que purificar qué imágenes de Dios tenemos, en qué Dios creemos, qué le pedimos a Dios. Desde que le dieron el diagnóstico, Nora puso "perimetrales", para no perder tiempo ni energía en cosas que no tienen importancia — Cómo pedimos. — Y porque uno se frustra mucho. Dios termina siendo un perverso, la gente se termina enojando porque “no cumplió lo que le pedí”. Ahí puede haber un infantilismo, la imagen distorsionada de un dios mágico. Una fe infantil. Un dios comerciante: yo te doy, vos me das. Dios no es manipulable. Lo que tengo muy en claro es que Dios es amor, no es un Dios perverso. Dios no quiere mi enfermedad, No quiere mi dolor. No quiere el padecimiento, Dios no quiere el sufrimiento, Dios no quiere la guerra, Dios no quiere el hambre, no quiere la injusticia. En ese Dios no creo. Muchas veces incluso en los ámbitos religiosos, eso lamentablemente se da. Y lo he escuchado de monjas, de curas… — ¿Un Dios castigador? — También, o sea, qué habrá hecho ésta. — Algo habrás hecho. — Algo habré hecho. — ¿Te da miedo la muerte? ¿Te da miedo ese tránsito? — No. Es que no tengo idea de qué va a ser. Entonces, digo: “Bueno, me dormiré”. Rodeada de la gente que me quiere. Me he preguntado, después de haber estudiado tantos años teología, ¿qué será? ¿A dónde me voy a ir? ¿Cómo será? Me dije: “Debe ser algo parecido a lo que estoy viviendo ahora”. Rodeada de muchas personas que me quieren, me acompañan, sufren, que les duele, que tal vez quisieran estar en mi lugar. También le agradezco a Dios que mi papá y mi mamá hayan muerto en el 2023, porque si no sería algo dolorosísimo, porque uno de los dolores más grandes es la muerte de un hijo para un padre, una madre, ni siquiera tiene nombre. — ¿Hay más perimetrales? — Sí, las cosas mágicas: tomar el juguito de no sé qué, la dieta no sé cuánto, la terapia del... Yo no tengo ningún problema con todo el arsenal que nos ofrece la psicología, el crecimiento personal, y más en Argentina, somos famosos por el tema de la psicología, hemos exportado, hemos hecho escuela. Yo esas cosas ya las he hecho, y me parecen herramientas valiosísimas, pero en este momento no sé si tengo ganas de poner la energía en eso. Aunque tengo mucha energía, tengo que ir midiendo muy bien en qué la gasto. — ¿Porque te cansás más rápido o porque sentís que te falta tiempo? — Por las dos cosas. — Cuando uno atraviesa una situación así, suele doler menos por uno que por los demás. Uno piensa: mi madre, mi padre, mi hermana, mi amigo tal o cual, van a sufrir por mí. Duele más por el otro que por lo que a uno le pasa. ¿Tenés ese sentimiento? — Tengo un sobrinito, que en el momento de mi diagnóstico tenía diez años. Pensé: “Solamente diez años…” Y la respuesta fue: “Diez años bastaron”. O sea, no importa la cantidad, sino la calidad de experiencia que le ha brindado a ese niño y a todos mis sobrinos. Uno de mis títulos más importantes es el de tía. El siguiente pensamiento fue: ¿quién va a cuidar a los que yo cuido? Respuesta: “Yo soy el que cuida”. Ahí ya no hubo más preguntas. Y respecto a mi sobrinito y a mis seres queridos, en este tiempo extra que Dios me va regalando, que la vida y la genética me van regalando, sigo generando experiencias a través del encuentro. Después de haber viajado a España en marzo, viajé a Colombia, a Bogotá y Medellín, después al Chaco, y en ómnibus. Otro collage de Nora: con médicos, con amigos, en su congregación. Y abajo, a la derecha, con su sobrinito en un campeonato de fútbol — Eso, sí que es un desafío. Y hasta Castelli además. — Después, porque mi sobrinito jugaba un campeonato de fútbol en Santiago del Estero, marché a Santiago del Estero, con mi familia. Y en julio, viajé con mi sobrinito y su mamá a España. En el vuelo, sufrí una luxación del hombro y tuve que guardar cama. Yo tenía planeado hacer Madrid, Valencia y Barcelona, los tres lugares que había escogido para llevarlo. Y la red de amigos me sustituyó e hizo que mi sobrinito pudiera vivir las experiencias que yo había pensado para él. Esa experiencia él no se la va a olvidar nunca. Creí que iba a ser la última. Volví, guardé el pasaporte: “Ya está, Nora”. Seguí viviendo, me hicieron unas vertebroplastias... al cáncer le encantan mis huesos. Pero me hicieron vertebroplastia y sentí que podía. Entonces viajé con mi familia a Brasil, que fue más sencillo que ir a Castelli (ríe). De verdad, de verdad. — Te creo. — En ese viaje vino otro sobrino, angelito de mi alma, exclusivamente a acompañarme, porque, sinceramente, hay cosas que ya no puedo hacer. Más allá de la asistencia en el avión y todos los seguros médicos que pueda llevar, él vino a acompañarme. Eso también ha sido un regalo enorme. — ¿De qué trata el libro que estás escribiendo? — Es el fruto de una investigación que yo había hecho en 2020, 2021. Después, lo dejamos macerar un tiempo. En el 2023, lo íbamos a convertir en libro, cuando vino mi diagnóstico. En el 2025 dije “esto se tiene que retomar” y generosamente mi tutor, director de la colección Manresa, de espiritualidad ignaciana -son investigaciones que le importan a muy poca gente (ríe)- me esperó. Yo trabajo concretamente sobre el epistolario ignaciano, el más grande conservado del siglo XVI. Los jesuitas han hecho un aporte muy grande a la humanidad, eso no es una novedad, entre ellos, el tema de la carta, de la comunicación. Ese trabajo me ayudó a interdisciplinar mucho, con la filología, con la historia. Me gusta muchísimo la historia. Sos profesora de Historia. — Profesora no, licenciada. — Me dio mucha alegría saber eso. Yo amo la historia. — Sí, se me cae la baba de imaginarme esas cartas… Y tenemos a Mama Antula, que a través de cartas que creo se publicaron… — Ya se publicaron, sí. — Con sus cartas mantuvo viva la presencia de la Orden aquí y mantuvo informados a todos los jesuitas del mundo. — Fue una genia esa mujer. Es mi reina temporal. La quiero muchísimo. Creo que Mama Antula debería ser más reconocida, por todo lo que ha hecho en Buenos Aires, en todo el Río de la Plata. La capacidad de esa mujer... Cuando estuve en Santiago del Estero, fui a donde ella nació. Es peor que Castelli ríe). Me sentí muy identificada con ella, porque las dos salimos de un lugar extremadamente árido geográficamente y con muy pocos recursos. Esa mujer, a través de las cartas, como bien decías, se comunicaba con reyes, virreyes, obispos, curas, etc. — Es impresionante su historia, y la conocemos gracias a Bergoglio, que reactivó la causa de beatificación… — Ella está canonizada. Escribí un artículo sobre su legado. Gracias a ella, en la Argentina no se ha notado la ausencia de la espiritualidad ignaciana. Por eso bauticé el artículo como: “Mama Antula, la peregrina de los ejercicios espirituales”. Porque no sólo peregrinó andando, sino a través de las cartas. — Recorrimos bastante el espinel, como se suele decir, pero tal vez hay alguna cosa más que te gustaría decir. — Yo de todo corazón quiero agradecerle a Santiago (Catalán Pellet). Santi, que ha sido la mediación. Le agradezco mucho la posibilidad de conocerte, que hayas aceptado. — Me lo “vendió” muy bien, con mucho énfasis. Me transmitió su entusiasmo. — Es un extraordinario amigo, un muy buen médico. Lo conozco hace muchísimos años. Él es el que va haciendo estos lazos, y yo voy a donde sea, si esto ayuda a alguien. Y creo que también vos estás haciendo esto porque sentís que ayuda a alguien. — Estoy segura de que es así, me ayuda a mí en primer lugar. No siempre hay tiempo para hablar de estas cosas espirituales. De modo que es una hermosa oportunidad escucharte. — La espiritualidad está en todos lados, o sea, basta con abrir los ojos. Y es tan sencillo encontrarlo a Dios. Es tan sencillo encontrarnos con el amor, con el amor incondicional. Es tan sencillo encontrarnos con la paz. Pero tenemos que estar atentos y cuidar eso. Siento que lo único que Dios me pide cada día es que cuide mi paz, porque es un regalo. Mi mantra es que nada ni nadie me quite la paz. He tenido dos situaciones a lo largo de estos casi dos años en las que he perdido la paz. ¿Y sabés por qué? Por el ego. El cáncer viene matando muchas partes de mi cuerpo, pero el ego no lo mata. Pero tampoco logra meterse con mi alma. Agradecimientos Poco después de grabada la entrevista, Nora me envió un mensaje. Quería aprovechar la nota para agradecer “a quienes hacen posible el milagro de seguir teniendo una vida plena, abrazando mi realidad actual”. “Agradezco -escribió- el cuidado y acompañamiento incondicional de las hermanas de mi Congregación, de mis hermanos, sobrinos y amigos, la familia que elijo. Son muchos, muchos y es tan lindo agradecer y agradecer”. Y agregó: “Con el riesgo de que muchas personas no sean nombradas, deseo destacar el acompañamiento personalizado y la entrega incondicional del equipo médico del Hospital Italiano. Entre ellos, visibilizo a Florencia Calvo, Marina Lamm, German Farfalli, Rodrigo Agejas, Juan Del Valle, Lorena Savluk, Matias Borensztein, Marisa Sánchez, Ivan Pérez Kalejman, Celeste Pacheco, Carlos Cafferata, Santiago Hem, Maximiliano Toscano, Elisa Bomben, Andres Luchisano, entre otros. Profesionales de la salud que conforman esta red y pertenecen a otras entidades: Mariana Fioriani, Sabrina Zarate, Juan Parapuño, Ignacio Ciavelli, Herman Amartino, Santiago Catalán Pellet, Aldo Tami, entre otros”. [Fotos: Gastón Taylor y gentileza Nora Kviatkovski] La entrevista completa Nora Kviatkovski
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