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  • Cómo el algoritmo de las redes sociales afecta el cerebro de niños y adolescentes

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/09/2025 04:59

    El algoritmo de las redes sociales personaliza los contenidos que ven niños y adolescentes según sus intereses y hábitos digitales (Imagen Ilustrativa Infobae) El uso de las redes sociales transformó la vida de millones de niños y adolescentes en el mundo. Y lo que a esta altura ningún padre debe ignorar es que la selección de contenidos realizada por los algoritmos de estas plataformas tiene efectos directos en la autoestima y el desarrollo emocional de los más jóvenes. Lo que ocurre en ese entorno digital va mucho más allá de la simple elección de videos, imágenes o tendencias del momento. El diseño de las plataformas prioriza la permanencia y la interacción constante, estableciendo rutinas que pueden influir en el modo en que los chicos piensan, sienten y se relacionan tanto consigo mismos como con el resto. La lógica algorítmica decide qué contenidos se muestran una y otra vez, marcando hábitos e intereses y condicionando desde temprana edad procesos profundos del desarrollo psicológico. ¿Qué es un algoritmo y cómo influye en el consumo digital? Los especialistas advierten que la exposición constante a contenidos seleccionados por algoritmos modifica la percepción de la realidad en adolescentes (Imagen Ilustrativa Infobae) De acuerdo con el médico psiquiatra infanto juvenil y subjefe del servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires Andrés Luccisano (MN 122.284), “los algoritmos son conjuntos de operaciones ordenadas que buscan siempre obtener un resultado”. En el universo digital, el algoritmo de una red social determina qué contenido aparece en el feed de cada usuario, priorizando los temas en los que cada persona demuestra mayor interés. Luccisano explicó ante la consulta de Infobae que este proceso no distingue entre temáticas “positivas” o “negativas”: “El algoritmo no analiza en profundidad el contenido, sino el interés que yo demuestro a través del tiempo y la repetición de mis interacciones”. El especialista remarcó que este mecanismo puede amplificar la exposición a imágenes de cuerpos y vidas idealizadas, logros espectaculares o estilos de vida inalcanzables, generando efectos en el desarrollo emocional de los adolescentes. Autoestima, percepción de la realidad y trastornos emocionales La gratificación inmediata generada por los “me gusta” y comentarios afecta los circuitos de recompensa en el cerebro adolescente (Imagen Ilustrativa Infobae) Ante la consulta de este medio, el médico psiquiatra del Departamento Infanto Juvenil de Ineco Fabián Triskier (MN 75.680), deslizó que hay consenso en la literatura sobre el “impacto negativo de las redes sociales, especialmente entre las adolescentes”. Si bien la problemática alcanza también a varones, los estudios señalan que ellas son más vulnerables. Las redes sociales, apuntó Triskier, “contribuyen a idealizar modelos estéticos y corporales, generando expectativas difíciles de alcanzar”. A esto se suma el “efecto FOMO” (fear of missing out): la experiencia de ver en tiempo real eventos, reuniones o encuentros sociales a los que no se fue invitado puede producir, en palabras del psiquiatra, “un malestar profundo e intolerable”. En este entorno digital, la percepción de la vida ajena como perfecta y la propia como insuficiente se potencia y puede traducirse en “ansiedad, depresión y baja autoestima”. Luccisano, por su parte, advirtió que “para un adolescente que está construyendo su identidad, esto implica una comparación permanente que puede generar ansiedad, favorecer la depresión y erosionar su autoestima”. Gratificación instantánea y circuitos de recompensa La comparación permanente con modelos irreales en las redes puede favorecer la aparición de ansiedad y depresión (Imagen Ilustrativa Infobae) Tanto Luccisano como Triskier coincidieron en que uno de los “anzuelos” más potentes ideados por estos algoritmos es la gratificación inmediata. Luccisano describió que “el placer accesible, inmediato e intenso es el principal anzuelo que sostiene el consumo constante de redes”. Cada interacción, visualización o “me gusta” funciona como recompensa, estableciendo un circuito de placer que estimula la necesidad de volver a conectarse. Triskier añadió que el cerebro adolescente presenta “una disposición natural hacia la búsqueda de la recompensa y la preferencia por la gratificación rápida”. Esta etapa vital se caracteriza por un desfase en el desarrollo: los mecanismos de gratificación maduran temprano, mientras que la autorregulación emocional se adquiere más tarde. Las redes sociales, observó, “fomentan mecanismos de gratificación rápida y dificultan el desarrollo de la autorregulación”. Consecuencias en la capacidad de concentración y el aprendizaje La fragmentación de la atención por consumo digital frecuente puede afectar el rendimiento escolar y la capacidad de concentración (Freepik) El hábito de buscar recompensas inmediatas repercute en la capacidad de concentración. Triskier detalló que “el hábito de gratificación inmediata debilita las capacidades de atención sostenida y control inhibitorio”, esenciales tanto para el rendimiento escolar como para la toma de decisiones reflexivas. El uso compulsivo de redes genera ansiedad ante el aburrimiento. “Hoy el aburrimiento angustia, enoja y desespera. Ya no parece haber espacio para tolerar el malestar: ese vacío se llena rápidamente con otro estímulo digital”, subrayó Luccisano. El exceso de estímulos digitales produce una atención fragmentada y una menor tolerancia a la frustración, lo que se traduce en dificultades para completar tareas académicas y proyectos a largo plazo, así como escasa motivación. Estrategias para un uso saludable de las redes sociales El acompañamiento familiar y la regulación del uso de redes son claves para reducir los riesgos asociados a los algoritmos de plataformas digitales (Imagen Ilustrativa Infobae) Los especialistas recomendaron pautas para familias y educadores. Triskier señaló que, según consensos recientes, “debe retardarse al máximo la exposición a celulares en niños pequeños” y regular de forma estricta su uso en la escolaridad primaria. Recomienda además limitar el uso de celulares en el ámbito escolar y monitorear posibles episodios de cyberbullying. Luccisano indicó: “El primer paso es tomar conciencia de los riesgos tanto del uso como del abuso de las redes, y especialmente del peligro que implica la exposición temprana de niños pequeños al mundo de las pantallas”. Otras sugerencias incluyen establecer límites de tiempo, generar “higiene digital” —por ejemplo, reservar espacios del hogar libres de dispositivos— y fomentar la conversación sobre los contenidos que los hijos ven e interactúan. Una estrategia clave para ambos profesionales es promover la autonomía emocional y el desarrollo del pensamiento crítico en los jóvenes usuarios. “La autonomía emocional no es algo que se compre ni aparece de manera espontánea: es un proceso que se inicia en la infancia y se construye poco a poco”, expresó Luccisano. Triskier, en sintonía, sostuvo “algo es imposible sólo cuando se intentó todo sin lograr resultados. Y este no es el caso”. Y citó lo que menciona Jonathan Haidt en su libro La generación ansiosa, según quien en la actualidad se sobredimensionan los riesgos del mundo real y se cree que el mundo virtual podía ser un reemplazo seguro. “Hoy sabemos que no es así, que el mundo virtual tiene potenciales riesgos, especialmente sobre la salud mental de las y los jóvenes a los que debe prestarse atención”, concluyó el experto.

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