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  • Ana Paula Maia: “La literatura es un lugar para experimentar, no para cuestionar mis problemas”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/09/2025 05:01

    La escritora brasileña Ana Paula Maia está en Buenos Aires para participar de Filba La obra de la escritora brasileña Ana Paula Maia, una de las invitadas internacionales de esta edición Filba, tiene un enfoque directo y una estética singular, donde predominan personajes masculinos dedicados a oficios de trabajos duros, algunos más allá de la legalidad inclusive: “Me crié en ese mundo, desde niña lo observo: en el bar de mi padre había trabajadores de matadero y sicarios, por ejemplo. Yo conocí sicarios”, le dice a Infobae Cultura en tono más bien bajo, casi un susurro pronunciado en agradable portuñol, una tarde de primavera en pleno corazón de Palermo. Esta vez, comenta también -porque ya se lo han mencionado en varios viajes anteriores-, piensa llevarse a su casa en Curitiba un ejemplar de El matadero, la obra canónica de la literatura argentina de Esteban Echeverría. “Hace más de diez años, cuando publiqué aquí De ganados y de hombres, todos me hablaron de ese cuento”. El diálogo, entonces, transcurre por su historia familiar (la de un padre y una madre de Minas Gerais, "mineiros", llegados en busca de oportunidades a la ciudad de Nova Iguaçu, en el conurbano de Río) y las marcas que esas memorias se transmiten en sus libros. Ana Paula Maria, torcedora de Botafogo por herencia familiar (“mi padre murió y se perdió el mejor año de nuestra historia, con el campeonato local y la Copa Libertadores”), escribe despojada de adornos, lo que acentúa la naturaleza práctica y aparentemente mecánica de la vida de sus protagonistas. Ahora ha vuelto con Búfalos salvajes, una obra que retoma a varios de sus personajes recurrentes en un escenario apocalíptico e inconcluso. Una vez más, explora la frontera entre lo humano y lo animal, así como las condiciones de explotación y precariedad que marcan la existencia. Además, la tensión entre lo sobrenatural y lo religioso se mantiene como un eje central en estas historias. Lo religioso, otra de esas marcas. "Búfalos salvajes" está publicado en castellano por Eterna Cadencia “En toda América Latina tenemos ese pensamiento católico muy fuerte, que está muy presente también en mis libros. Siempre digo que esos sicarios que yo conocí, tenían ética en su trabajo. No se mataba a toda la familia, se mataba a quien había que matar. En general estos personajes son muy católicos, no sé por qué. Desde chica escuché un refrán: ‘en una mano hay una pistola y en la otra una vela’”. —¿Dirías que creciste en un contexto violento entonces? —No, no era violento. A veces mi papá decía: “¿Sabes de aquel hombre que mató otro, a uno que hablaba?" Era común saberlo... Hoy ya no ocurre. Pero en aquella época, todos sabían historias así. Las contaban hombres que estaban siempre en el bar de mi papá. Por la noche, por el día también, todos muy respetuosos. Eran hombres como en mis libros, hombres de sangre, hombres de fe, hombres trabajadores que tenían familia también. Pero había una cierta cosa entre ellos. Si había un estuprador, un violador, no vivía mucho tiempo. —Luego de leerte sorprende enterarse que sos carioca, que naciste en Río de Janeiro. En tus novelas no hay mucha playa ni samba... —Es que escribo una literatura que no es muy regionalista. Escribo sobre un Brasil, más... No sabemos exactamente dónde pasa la historia. Son ciudades ficticias. —¿Por qué? —Porque así puedo poner juntos a varios brasileños, en esas carreteras más oscuras de las que me encanta escribir. Río de Janeiro es muy solar, muy festivo, pero yo no soy nada fanática de eso. A mí me gusta el sol, pero no soy muy festiva. A mí me encantan las cosas más oscuras y cuando empecé a escribir fui para las partes más desiertas. Vamos a decir así: cuando empecé a escribir, pensaba en Río, pero no en Río de Janeiro con las playas, sino en una parte de la ciudad más rural, hacia el interior. Cuando comencé mi proyecto literario, lo hice con una novela que no está publicada en español, que se llama Entre rinhas de cachorros e porcos abatidos (Entre peleas de perros y chanchos muertos). Sucede en una parte más rural y más violenta de Río, muy lejos de la playa. Y después empecé una literatura caminando por un Brasil de carreteras. Ese Brasil me interesa más. El de las fronteras también, a mí me encantan mucho las fronteras. Ese Brasil, ese país no es muy, escrito ni comentado. Es cierto que en general tenemos una literatura muy enfocada en San Pablo y Río o una literatura regionalista como la del sertao (N. de la R.: término que refiere a una vasta región geográfica del noreste de Brasil). Me gusta esa cosa de las carreteras y cómo comunican con toda América del Sur, la América latina, y ese imaginario de las religiones, del catolicismo, de las carreteras, de los mataderos. "Soy de Río de Janeiro, pero no soy muy festiva", dice Ana Paula Maia —Además de los hombres, las creencias religiosas están presente en tus relatos. —Nací una familia que era muy devota de muchas cosas... Teníamos todo. Cuando nací, mi familia era espírita kardecista (de Allan Kardec), que es una cosa muy fuerte en Brasil. Creo que solo en Brasil tenemos esa cosa espiritista así. Nací en una familia espiritista pero fui bautizada en iglesia católica. Muchos años después mi mamá fue para las iglesias evangélicas, y fui también. Y tenía otros tipos de cultos en la familia. Conocí un poco de todo. Pero en Brasil es muy fuerte el pensamiento evangélico hoy. Y pienso que también en toda América Latina tenemos ese pensamiento católico muy fuerte, que está muy presente en mis libros. Esos sicarios que conocí tenían ética en su trabajo: no mataban a toda la familia, mataba a quien había dado algún motivo. Y en general esos hombres son muy católicos, no sé por qué. Y mis personajes tienen eso. Porque percibía que había una práctica de fe a un santo. —En este panorama que estás contando y luego, en tus libros, las mujeres ¿qué rol ocupan? No suelen aparecer mucho. —No mucho. De este mundo, solo hombres, porque a mí me encantaba observar ese mundo de hombres que vivían con esos acuerdos. Los hombres son más ejecutivos. Las mujeres cuidaban, los hombres ejecutaban las cosa. Eran hombres de sangre, trabajadores, de fe... Pienso que en mi casa, a diferencia de lo que han vivido muchas otras mujeres brasileñas, había una presencia masculina como protección. Yo tuve eso. Un hermano más grande, mis tíos, mi papá, mi abuelo. Una presencia muy fuerte. Y la escuela, estaba el director de la escuela. Y observaba esto: la vida de los hombres. Y fui comprendiendo que era un mundo más simple, más fácil, por ese pensamiento masculino de ejecutar las cosas. Cuando empecé a escribir lo hice sobre esos espacios más difíciles y crudos. No consigo ver una mujer en un matadero con una vaca, esas cosas muy pesadas. Y era más divertido también: las conversaciones, las cosas que decían, esa percepción del mundo. Siempre tuve muchos amigos hombres también. Desde niña, ese mundo masculino siempre me pareció interesante y curioso, y empecé a escribir sobre ello porque la literatura que hago no es para cuestionar mis problemas personales. Es un lugar para experimentar. Experimentar estos mundos, personas y géneros. Me encanta eso. Escribí un libro, después otro, y se fue creando un universo. [Fotos: Pablo Contreras/Angustia Criadora; prensa Eterna Cadencia] —

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