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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/09/2025 04:32
Del Otro Lado Giselle Giselle Continanzia es la fundadora y directora del Hogar Mahatma, el único espacio convivencial en la Argentina dedicado exclusivamente a bebés de 0 a 2 años que se encuentran bajo medidas de protección judicial. Su historia personal está marcada por la pérdida y el dolor: sufrió la muerte de cuatro de sus ocho hermanos y de su abuela, y atravesó una niñez signada por el abuso y la falta de cuidado. Esa herida temprana, lejos de paralizarla, se convirtió en el motor de una vocación: evitar que otros niños pasen por lo mismo. Su camino comenzó como voluntaria en un asilo y luego en el hospital materno infantil de Mar del Plata, donde brindaba afecto a bebés que no recibían visitas de sus padres. Allí vivió una experiencia que la marcó profundamente: el vínculo con una beba a la que intentó adoptar junto a su pareja. Aunque la adopción no prosperó, el impacto emocional de esa historia la llevó a comprometerse de lleno con la primera infancia en situación de vulnerabilidad. En marzo de 2020 dio un paso decisivo y creó el Hogar Mahatma, especializado en el cuidado integral de bebés. Para hacerlo posible fundó la ONG Poniendo el Alma, con el apoyo de abogados que se sumaron de manera ad honorem. Así logró alquilar una casa en el centro de Mar del Plata y armar un equipo de trabajo comprometido. Giselle pone el acento en humanizar cada historia: que no sean un número, sino niños con nombre, recuerdos y cuidados emocionales que les permitan crecer en un entorno amoroso. Giselle Continanzia fundó el Hogar Mahatma, el único espacio en Argentina para bebés de 0 a 2 años bajo protección judicial. (Maximiliano Luna) Luis: — ¿Cómo te llamás? Giselle: — Soy Giselle Continencia, tengo 49 años. Soy mamá de cuatro chicos: Valentín, de 21, Francisco y Juana, que tienen 11, y Elenita, que tiene 9. Luis: — ¿Y si te tenés que alojar en un hotel y completar el casillero que dice profesión? ¿Qué ponés? Giselle: — Mi profesión, actualmente, es directora del hogar y fui ama de casa mientras estuve casada durante muchos años. Luis: — Contame qué es el hogar Mahatma. Giselle: — Es una casa que recibe a bebés con medidas de protección excepcional. Son bebés que han sido maltratados, que no pueden estar bajo el cuidado de sus progenitores. Es una casa que los abriga y los cuida durante 180 días, en principio. Luis: — Que es lo que se permite por la ley... Giselle: — Sí, esos primeros 180 días se trabaja con la familia, con los progenitores y la familia ampliada. Y si esto no funcionara, se pide una adoptabilidad y se empieza a trabajar buscando una familia segura para estos chicos. Luis: — ¿Y cuánto hace que existe el hogar Mahatma? Giselle: — Hace cinco años que estamos trabajando en Mar del Plata. Luis: — ¿Y cuántos chicos hay, por ejemplo, ahora? Giselle: — Actualmente tenemos 14. Desde los dos meses hasta casi los tres años. Luis: — ¿Y por qué hacés esto? Giselle: — Creo que un poco es mi historia y otro poco porque yo era voluntaria en el hospital en la ciudad de Mar del Plata y empecé a observar que había bebés que no tenían referentes y empecé a preguntar. Y eso me llevó a ver una realidad social que yo ampliamente desconocía. Y así empecé, mirando a mis hijos y a estos bebés, dije: “Quiero ayudar”. Empecé a convocar profesionales, amigos y todos me dijeron que sí. En ese momento yo estaba casada y el padre de mis hijos me dijo que me hacía la inversión que necesitaba. Y así se fue armando de a poquito lo que es Mahatma, que primero fue Poniendo el Alma, que fue la ONG para poder conveniar con Desarrollo Social Provincial la beca de cada niño. La verdad que yo creo que Mahatma es un camino de mucho amor y de muchas personas que hemos coincidido en la vida para asistir a estos niños. Luis: — ¿Y qué más de tu historia personal te llevó a decir: “Tengo que hacer este tipo de hogar”? Giselle: — Lo que más me marcó a mí en la vida fue la pérdida de mis hermanos. Yo perdí, en total, cuatro hermanos a lo largo de mi vida en diferentes momentos. El primero no lo conocí, pero nací el mismo día que él. Nací nueve años después de ese hermano justo el mismo día. Desde que yo tuve conciencia, fue muy fuerte para mí. El saludo del festejo de mi cumpleaños también remitía a que había otro que cumplía años y que no estaba. No tomé dimensión en ese momento, pero después, a los 16 años, pierdo dos hermanos prácticamente en un mes. Terminamos de velar a mi hermano Facundo y estábamos yéndonos a La Plata, trasladando a mi hermana, que estaba muy grave. Mi hermano falleció de un accidente de moto con 18 años y mi hermana, ese mismo día que mi hermano tiene el accidente, queda internada porque le faltaba mucho potasio. Ella hace un cuadro de convulsiones y queda en terapia intensiva y no salió. No se pudo recuperar. Si no me equivoco, le diagnosticaron Guillain-Barré, que era una enfermedad que en ese momento era muy desconocida para todos. En el transcurso de días pasé por dos situaciones muy fuertes que era despedir a mis hermanos. Lo que marcó, en ese momento, con 16 años, es que yo tenía tres hermanos más chiquitos, más los grandes, ¿no? Marcela y Martín, en ese momento que éramos los que quedamos. Y los chiquitos eran Carmela, Luciano y Pablo. Cuando uno pierde un familiar, los adultos hacen hincapié en: “Tenés que proteger a tu mamá, ahora tenés que estar fuerte por tu papá”. Y nadie mide lo que nos pasa a nosotros en esa situación. Siempre el foco está puesto en el adulto. Y eso me hizo mucho ruido. Más allá de que yo perdí mis hermanos, también perdí mis papás, porque tus papás ya no vuelven a ser los mismos después de pasar por eso. Por más que festejen tu cumpleaños, te acompañen en tus egresos o en tus logros cuando estudiás, vos te quedás viviendo una vida… Luis: — A la que le falta algo, ¿no? Giselle: — Sí. Entonces, con 16 años fue entender para qué estaba acá, ¿viste? Para qué uno vive. Y me costó mucho, me costó mucho encontrar ese para qué. El Hogar Mahatma, en Mar del Plata, brinda cuidado integral y afectivo a bebés en situación de vulnerabilidad. (Maximiliano Luna) Luis: — ¿Y para qué uno vive? Giselle: — Encontré mi vocación, que es ayudar, asistir, acompañar, porque en cada cosa que yo hago con Mahatma, reivindico el amor de la familia, el amor hacia los niños. Yo creo que las personas más desprotegidas que tenemos en nuestro país son los niños. Luis: — Hay como una doble situación. Mucha gente que quiere adoptar, niños que están en los hogares y, sin embargo, no se cruza esto. ¿Cuánto de prejuicio hay con un niño que está en un hogar? Giselle: — Todo. El prejuicio es todo. Porque la gente desconoce la realidad que tenemos los niños cuando somos chicos, digo que tenemos porque fui parte de algunas de las historias de ellos, me siento identificada. Esto de conocer de qué se trata me hace por ahí acompañar desde otro lugar más empático que estar juzgando. Somos muy juzgadores y a veces por miedo preferimos no mirar o no hacer. Y los chicos que están en las instituciones están muy estigmatizados. La gente tiene miedo o cree que adoptar va a implicar meterse en un problema con otros adultos o meterse en un problema con este niño que después quizá consuma o robe. No los ven como niños, digamos, normales o sanos, sino que los ven como chicos con problemas. Luis: — Eso es muy fuerte. Giselle: — Es muy fuerte, pero es así. Quizá el que va a adoptar no lo tiene tan presente a eso, pero sí la sociedad en general. Entonces empiezan los que te aplauden cuando lo vas a hacer, yo les digo “los aplaudidores de siempre”. Pero tenés otros que te dicen: “Che, tené cuidado, no adoptés un varón si tenés nenas...” Hay un montón de prejuicios y la realidad es que los chicos son sanos y necesitan por primera vez ser mirados con amor. Luis: — Llegan chicos, me imagino que con complejidades de todo tipo: abandonados, de papás que no están en condiciones, de papás que pueden estar detenidos o con adicciones... ¿Qué es lo más frecuente? Giselle: — Lo más frecuente es el consumo problemático de drogas. Para mí papá es el que cuida. Vos venís al mundo de un progenitor, de una persona que a veces ni siquiera está decidiendo traerte al mundo. Entonces, para mí el título de papá o de mamá es demasiado grande para algunos. Sí son progenitores, son personas que tienen derechos, pero no más derechos que los niños. Los respeto, les agradezco la vida de estos niños, pero para mí el papá y la mamá son los que los van a cuidar para siempre. Luis: — No es el que engendra. Giselle: — No, no. Luis: — Es el que paterna y materna en serio. Giselle: — Exacto. Todos creen que las mujeres podemos maternar, pero no lo sabemos si no nos maternaron. ¿Cómo vamos a ser mamás que no vamos a cometer actos de negligencia si no fuimos cuidadas? Porque ¿cómo podría yo cuidarte si nunca me abrazaron? ¿Cómo yo te enseño a vos a que puedas abrazar? Entonces, me parece que venimos sin mirar hace rato, ¿no? Yo te puedo hablar de mi infancia... Luis: — ¿Qué te pasó? Giselle: — Fui una hija con mucho amor porque yo tuve papás que me querían, pero que sus historias creo que se entrelazan con la mía y llego a ser, en algunos momentos, descuidada por mis padres, pero desde la negligencia, no desde el abandono... Luis: — Si no soy indiscreto, ¿qué nivel de descuido? Giselle: — Cuando yo era muy chiquitita, mi recuerdo es que estábamos en un campo en Bonifacio, que es un pueblito chiquitito. Parte de mi infancia fue ahí, en el campo del abuelo. Abuelo que no conocí porque decidió no conocernos. Mi abuelo paterno dejó de tratarse con mi papá, a raíz de que nosotros nacimos. ¿Por qué? Porque mi papá venía de otro matrimonio, le llevaba muchísimos años a mi mamá y además tenía una condición social diferente a la de mi mamá. Mi papá, en ese momento, la golpeaba a mi mamá. Y yo tengo ese recuerdo de haber escuchado y vivido situaciones de violencia en las que una vez que mi mamá se podía volver a movilizar, mi papá la golpeaba y se iba. Nosotros salíamos del campo con mi mamá a hacer dedo para ir a otro pueblito donde estaba mi abuela, es decir, su mamá. Todas esas situaciones que uno vive en la infancia te van marcando, porque las personas que deberían estarte protegiendo no están pudiendo porque los supera su realidad y porque es vulnerable a eso. Cuando nosotros íbamos a la casa de mi abuela, que estaba en otro pueblo, en esa casa, que se supone era mi casa de refugio, durante bastante tiempo, un tío mío abusaba de mí. O sea, yo sufrí abuso de chica. Y yo lo pongo en palabras con mi mamá y mi mamá en ese momento no pudo, no tuvo una buena devolución, no podía hacerlo. Entonces, ella lo que me dice es que me calle, porque si no mi papá la iba a matar, o sea, la iba a golpear. Yo entendí eso. Pero decirle a un nene chiquito: “tu papá me mata” es muy duro. Más cuando vos ves que tu papá es violento o tiene actitudes violentas. Lo que generó que, por supuesto, yo me calle. Solo se lo dije a mi mamá. La vida fue pasando y me sobreadapté. Esto es algo que yo guardé durante muchos años. Hoy que soy grande, que he estudiado y ahora estoy trabajando todo el tiempo con estas historias, entendí que yo tenía que proteger a mi mamá, porque la desprotegida era mi mamá, no era yo. Entonces, uno calla por fidelidad, porque ¿qué va a decir la abuela? ¿Qué van a decir los demás? y ¿A dónde íbamos a ir? Si nosotros cada vez que surgía esta situación, íbamos a parar de mi abuela. ¿Viste que la gente que es muy humilde contiene al resto de la familia? Por lo general, hay muchas mujeres matriarcas, que contienen. Mis abusos pasaban estando mi mamá en esa casa, en el comedor. O sea, por eso hablo de negligencia. Luis: — ¿Por qué creas Mahatma? Giselle: — Yo quiero o apuesto a un país en donde estemos más mirados. Yo siento que, más allá de lo que pasó en mí casa, la sociedad en ese momento, te estoy hablando 46 años atrás, porque yo te estoy hablando de mis tres años, que es donde tengo registro, la sociedad también miraba para otro lado. En ese momento vos no podías denunciar que te pegaban, te tenías que callar. Y vos pensá que mi mamá se fue con mi papá a los 14 años. Mi papá era un hombre grande y mi mamá era una nena. Era otro momento de la vida, se vivía diferente. Mi papá tuvo una historia muy difícil también. Un papá muy violento con su madre, estudió en colegio pupilo y no la podía ver. Y mi mamá tuvo una historia también muy triste, que es tener ocho años y estar atendiendo una casa como si tuvieras, no sé, 30. Cuando pienso en ella, digo: “Qué loco, ¿no?, que a la edad de Elena, mi nena, ella estaba atendiendo una señora en su casa”. ¿Cómo una persona puede ser capaz de recibir una nena para que la sirva? Mahatma tiene más que ver con lo que yo quiero lograr, que es un cambio de mirada social. "Los chicos que están en las instituciones están muy estigmatizados. La gente tiene miedo o cree que adoptar va a implicar meterse en un problema con otros adultos o que este niño después consuma o robe", expresó Giselle en diálogo con Luis Novaresio. (Maximiliano Luna) Luis: — ¿Y quién los ayuda en Mahatma? Giselle: — Me ayuda gente maravillosa. Tengo un equipo técnico: está Débora, Eva, Cristabel, Lore, Jessi, la médica y estuvo también Fran y Amarilis, que es su matrimonio. Fran es el primer médico que yo convoco para la ONG, para este proyecto, y fue el pediatra de mis nenes. Todos me dijeron que sí. Leyeron el proyecto y nadie tuvo dudas de acompañarlo. Ese equipo técnico que tengo es el que trabaja las medidas de protección de cada niño que llega al hogar. Después tengo 15 referentes afectivas, de las cuales una es mi hermana, que es la coordinadora general de todo, Lola, la más chiquita de casa. Después hay 14 mujeres que ahíjan a estos niños, por decirlo de alguna manera, durante todo el período que están con nosotros en diferentes turnos. Y después tengo otro grupo en donde está Roxana, Marita, que tejen para el hogar... Bueno, cada una tiene una función diferente. Y ellas son un equipo de voluntarias que se armó por fuera, que son las que tratan de conseguirme alguna donación, alguna ayuda… Luis: — ¿Y qué necesitan hoy? Giselle: — Nosotros lo que más necesitamos a nivel edilicio es poder sostener el hogar con dinero. Son 15 sueldos las chicas que trabajan todos los días con los nenes. Yo necesito que estén, que no falten, y cobren un sueldo. El resto de la gente que te puedo nombrar es toda ad honorem. Tenemos un equipo interdisciplinario de profesionales de Mar del Plata, son profesionales muy buenos del hospital y de lo privado, que nos asisten con todo lo que necesitamos para estos bebés, teniendo en cuenta que tienen medidas de protección y que la mayoría están contagiados de sífilis. Y esos bebés necesitan asistencia médica te diría permanente, porque hay que controlar que no vuelva la enfermedad. Entonces, se le hacen controles de sangre a los dos, a los cuatro, a los seis y al año. Tenemos el equipo de vacunación que viene al hogar, que es el equipo municipal. Viene Analía desde que arrancamos siempre y venía Majo y ahora viene Analía con Caro. Somos muchos. Está Ale, que desinteresadamente me ayuda con todo lo que hay que arreglar. Imaginate que la casa está habitada durante todo el año y está abierta 24 horas, porque un niño puede ingresar en cualquier momento porque denuncian, entran a una casa y encuentran niños y ya eso ya es una medida de protección. Niños que nacen en el hospital y quedan a resguardo con los médicos, se le genera la medida, si es una mamá que consumió. Los bebés hacen cuadros de abstinencia y algunos tienen problemas cardíacos, a raíz del consumo. Hay bebés que llegan desnutridos, golpeados y tenemos cuadros de convulsiones. Necesitamos de ese equipo interdisciplinario para asistirlos y para que ellos estén óptimos y puedan estar en la edad que les corresponde con todas las aptitudes que se necesitan, porque en esto que hablábamos hoy de la mirada social, de estigmatizarlos, si ellos no logran estar bien, imaginate que todos quieren chicos sanos, chiquitos y la vida de cualquiera cuando tiene un hijo, te toca lo que te toca, vos no elegís cómo va a nacer. Luis: — ¿Qué mensaje te gustaría dejar a quienes te están escuchando? Giselle: — A mí me gustaría decirles que necesitamos hacer un cambio social. Creo que en eso la política tiene mucho que ver. Necesitamos fortalecer la ley que tenemos de niñez, que todos los plazos que tienen estos chicos se agilicen, que se pueda ver al niño por sobre los padres. Porque esto hace que los chicos muchas veces con la medida de protección vuelvan a ponerle el cuerpo a las situaciones de los padres. A estar de nuevo con estos progenitores que los vuelven a descuidar y esto hace que los chicos pasen, desde que nacen hasta que los 17 años, en hogares. Necesitamos agilizar el tema de la adopción y agilizar la vida de ellos, porque imaginate que un año de vida en un bebé es un montón, porque aprende a caminar, a hablar, come y todo eso lo aprende en nuestro hogar. Ellos necesitarían estar con una familia que los cuide.
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