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  • Proveedores se sienten estafados: Les pidieron mercadería anticipada, luego los dejaron fuera de la licitación y no les devolvieron el dinero

    Valle María » Vallemarianoticias

    Fecha: 21/09/2025 16:02

    Diego está roto. Ahora busca rearmarse, dejar atrás la oscuridad. Lo intenta. Tenía 14 años, era un adolescente luminoso y tocaba la guitarra en la misa de domingo en la parroquia San José Obrero, en Avenida Zanni y O`Higgins: nada podía estar mal. Diego era monaguillo. “Vienen con alegría, Señor, cantando vienen con alegría, Señor, los que caminan por la vida, Señor, sembrando tu paz y amor”. En ese templo en aquellos días nadie sembraba paz y amor: era terreno yermo. Merodeaba el Maligno. Vestía sotana, bautizaba niños, expiaba pecados, se arrodillaba ante la cruz, se golpeaba el pecho, abusaba de niños, los corrompía, los laceraba en el cuerpo y en el alma. En la casa de Dios se pavoneaba el Demonio. Diego ahora tiene 30 y lo ahoga un fantasma que lo persigue desde la adolescencia. Vive en suspenso. “Todo lo que empiezo no lo puedo terminar”, dice. Lo angustia la desconfianza. No puede creer en nada, en nadie. Pero tiene una certeza de hierro: quiere que la Iglesia se haga cargo de los estragos que provocó en su vida y en la de tantas víctimas el cura José María López. El cura que confesaba, que consagraba el cuerpo y la sangre de Cristo, que decía el Padrenuestro, ese cura le arrebató el despertar sexual. Le hizo añicos su vida. Ahora procura juntar los pedazos. Durante demasiado tiempo lo soportó en silencio. Un silencio oscuro. Cuando por fin pudo contarlo, en 2023, ante un sacerdote del Arzobispado de Paraná, le preguntaron qué había hecho para que lo abusaran, que ya era demasiado grande, que por qué pasó lo que pasó, que algo habrá hecho. No le creyeron. No lo ayudaron. Lo despidieron con saña hiriente. Otro día ingresó al Arzobispado para declarar nuevamente. Un rato antes habían citado también al cura López. Lo cruzó en el ingreso. Sintió el zarpazo en el hombro, lo miró y no pudo decir nada. Escuchó esa palabra que todavía recuerda: “Perdoname”. No supo qué decir. No supo qué hacer. Quedó en shock. El cura José María López en la parroquia San José Obrero, en 2018 Tres pibes víctima de los abusos se animaron a hablar. Creyeron en la iglesia. Uno de ellos, excura. Los defraudaron. El cura López seguía en los púlpitos, dando misa, oyendo confesiones, bendiciendo matrimonios, hablaba de la castidad, del pecado, de la salvación. Nada decía de esos niños que había violentado en viajes de verano, en campamentos, en la alcoba de la casa de Dios. Ese año, 2023, Diego un día se despertó de la siesta y se encontró con el sacerdote en su casa: se había acercado, había ganado la confianza de todos y se convirtió en “amigo” de su hermano. Su cabeza estalló. -Yo pertenecía a la parroquia de San José Obrero. Era monaguillo, tocaba la guitarra los domingos en la misa. -¿El cura se iba de vacaciones con chicos? -Yo era uno de los que iba de vacaciones con él. Nos llevaba y ahí pasaba todo. Todos tenían una imagen buena del cura y nadie sospechaba todo lo que tramaba con nosotros. Mi familia tampoco. -¿En aquel momento sospechaste que a otros chicos les pasaba lo mismo que te pasaba a vos? -Yo sospechaba que le pasaba a otros chicos. Sé que hay muchas otras víctimas que todavía no han hablado. -¿Qué esperás de la Iglesia? -Y que repare los daños que nos causó. Yo hasta el día de hoy no pude tratar esto que me pasó con un psicólogo porque todo cuesta plata y no la tengo. Me quedaron muchas secuelas. Después de que lo condenaron al cura no recibí ningún apoyo de la Iglesia, ni un mensaje, nada. -¿Cuándo se lo contaste a tu familia? -En el año 2023, después de hacer la denuncia y al ver que este cura se hacía “amigo” de mi familia y empezaba a ir de visita. *** El 4 de septiembre de 2023, Diego se sentó ante la Fiscalía de Paraná y contó todo lo que pudo, todo lo que su memoria quebradiza le permitió contar: que el cura lo abusaba en la casa parroquial de San José Obrero, en los campamentos, en los viajes de verano. Las denuncias en la Iglesia empezaron en 2019. Pero la Justicia tomó nota cuando tres de las víctimas del cura López acuden por propia voluntad y denuncian los abusos. Eso fue en agosto de 2023. En diciembre de ese año el cura termina condenado mediante juicio abreviado –asumió la culpa de los delitos que se le enrostraron- y es condenado a ocho año y medios de cárcel. Ahora está alojado en la Unidad Penal de Paraná. El legajo Nº 26.795 fue caratulado así: “López José María s/Abuso sexual gravemente ultrajante, agravado, reiterado”. En la imputación, que llevó adelante el fiscal Leandro Dato, se lee que el cura López “tanto en la habitación de huésped de la casa parroquial de la Iglesia San José Obrero, sita en calle Avenida Zanni Nº 2640 de la ciudad de Paraná, como también en oportunidades de realizar campamentos en vacaciones hacia Bariloche, El Espinillo, Puerto Madryn, Purmamarca entre otros viajes que realizan juntos, y luego de forjar un vínculo de confianza, aprovechándose del fallecimiento de su progenitor”, el cura “le efectuaba tocamientos en el pene y apretaba sus testículos con su mano por debajo de la ropa”. En el fallo condenatorio, el juez Rafael Martín Cotorruelo, vocal del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Paraná, anota: “En el caso que nos ocupa, dicho accionar se vio evidentemente facilitado por la especial posición de preeminencia del agresor, debido a su condición de sacerdote y al hecho de que los abusos los perpetraba sirviéndose de ese especial rol, en cuyo marco era visto por las víctimas como una autoridad, encargada de formar, cuidar y contener”. No los contuvo, no los formó, no los cuidó. La acusación al sacerdote se basó en el testimonio de las tres víctimas denunciantes, “quienes dieron cuenta de las formas y circunstancias en que fueron agredidas, corroborando de ese modo la plataforma fáctica sobre la cual se erige la acusación, narraciones que por otro lado aparecen desde la percepción directa, como espontáneas, razonables y por lo tanto, creíbles, a la vez que confirman los extremos contenidos en la imputación”, según la letra de la sentencia condenatoria. -¿Y qué pasó en tu familia cuando por fin les pudiste contar? -Fue el mismo año de la denuncia, en 2023. Cuando yo veía a este cura que iba a mi casa y se acercaba a mi hermano tuve que contar para que no aparezca más. Igual, ellos siguieron yendo a la iglesia. Yo no. No volví nunca más. -¿Qué secuelas sentís que te quedaron de todo lo que pasaste? -Hoy en día me cuesta un montón relacionarme con otra persona. Me cuesta confiar, me cuesta la confianza. Y siento que no puedo avanzar en mi vida. -¿De chico, qué aspirabas a ser de grande? -Yo arranqué la carrera de kinesiología apenas me recibí de en secundaria. Pero no la pude terminar. Me pasa eso: arranco un proyecto y no lo puedo terminar. Es como que hay algo que me dice que no voy a poder, que va a ser hasta acá y ya. Me parece que son cosas que tengo que tratar en terapia, pero lamentablemente no puedo porque todo cuesta plata. *** Después de la condena penal, las tres víctimas iniciaron la demanda civil contra el Arzobispado de Paraná, las parroquias en las que estuvo el cura José María López y también contra la Conferencia Episcopal Argentina. La causa, de momento, transita el camino de la mediación, aunque la curia aplaza los tiempos, merodea, da vueltas, y no define. Si no hay acuerdo económico en mediación, sobrevendrá la demanda judicial. En la tarea de acordar con las víctimas la Iglesia ha designado al arzobispo Juan Alberto Puiggari. Más temprano que tarde, la Iglesia deberá hacer frente a esa demanda. *** -¿Te imaginas cruzártelo algún día al cura López? Diego piensa un rato y viene a su memoria aquel incidente que ocurrió en el Arzobispado, cuando citaron el mismo día a víctima y victimario en ese ejercicio de ecumenismo perverso que suele tener la Iglesia Católica. -Cuando me lo crucé la última vez, cuando hice la denuncia canónica, quedé shockeado. Pasó cerca de mí y me pidió perdón y siguió de largo. -¿Te pidió perdón? -Me toca el hombro con su mano y me pide perdón y siguió. Yo me quedé shockeado, No me esperaba verlo ahí, en el Arzobispado. -Ahora, después de la denuncia y la condena, ¿en quién te apoyas para poder seguir adelante? -Lo estoy bancando solo. O bueno, actualmente mi pareja me apoya mucho cuando le cuento. Pero prefiero no contar mucho. Me lo estoy bancando solo. Yo quiero seguir adelante con la demanda a la iglesia porque quiero empezar una terapia y sanar. Tengo que sanar un montón de cosas. Tengo heridas que quiero sanar. Ricardo Leguizamón / Entre Ríos Ahora

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