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Parana » Informe Digital
Fecha: 20/09/2025 11:46
En medio de la turbulencia financiera y política, el agro reafirma su papel fundamental para Argentina, no solo como generador de divisas por exportaciones, sino también como un potencial protagonista en un mundo en constante cambio. Esta fue la conclusión que surgió de dos congresos celebrados esta semana: el de Coninagro y el de CREA. Durante el primero de ellos, Manuel Otero, secretario general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), recordó que en un mundo fragmentado, “la agricultura es el gran sector integrador”. Otero enfatizó que “la agricultura no puede detenerse: tiene que alimentar a 8500 millones de habitantes y, al mismo tiempo, ser un instrumento de paz, generando empleo, servicios y estabilidad en las zonas rurales”. Este desafío se presenta en un contexto de intenso cambio tecnológico. Ya no se trata solo de computadoras o de la necesidad de acceder a internet en el campo. La inteligencia artificial ofrece la oportunidad de reducir tiempos de trabajo, eliminar tareas repetitivas y tomar decisiones basadas en la mayor cantidad de datos posibles. A pesar de las dificultades, Argentina puede presentar un modelo productivo que se destaca por su eficiencia en el uso de recursos y su mínimo impacto ambiental en comparación con otras regiones. La siembra directa, que ha contribuido al cuidado de los suelos, y la ganadería pastoril son ejemplos destacados en la búsqueda de la carbono neutralidad. Sin embargo, este tema es objeto de debate, ya que la monetización de este enfoque apenas está iniciándose. No obstante, cada vez hay más iniciativas que buscan vincular la eficiencia productiva con el enfoque ambiental. Este cambio tecnológico también se produce en un contexto de creciente demanda de alimentos por parte de los países en desarrollo y de mayores exigencias de calidad por parte de los consumidores de naciones más avanzadas. Argentina se encuentra en condiciones de responder a ambos desafíos en términos de calidad y cantidad. Esto se evidenció en el Congreso CREA, donde se destacó la necesidad de fomentar una “energía transformadora”. El talón de Aquiles radica en la falta de reglas e instituciones que otorguen previsibilidad. Esta semana, la actividad se vio marcada por un sabor amargo tras el anuncio del presidente Javier Milei sobre el envío al Congreso del proyecto de Presupuesto para 2026. En el sector, se expresó apoyo al principio del equilibrio fiscal; sin embargo, también se advirtió que el proyecto contempla un aumento del 22,8% en los Derechos de Exportación (DEX). Este cálculo incluye un incremento en la producción, pero, aunque no se menciona explícitamente, implica un reconocimiento tácito de que no habrá nuevas reducciones en las retenciones. Un observador atento a la historia legislativa recordó que en las presentaciones de los proyectos de Presupuesto no se suelen contemplar eventuales disminuciones de los impuestos que gravan las exportaciones. De todos modos, parece haber quedado en el pasado la propuesta de las cadenas productivas de conseguir que el Gobierno se comprometa con un programa de reducción gradual de los DEX. El impacto de las retenciones es crítico: se evidencia en el nuevo estancamiento que experimentará el área sembrada de soja en la campaña 2025/26 y en el impulso que recibirá el maíz, de acuerdo con las primeras proyecciones. El esquema continúa siendo defensivo, y se aguarda que una menor presión impositiva permita avanzar hacia estrategias más ofensivas. Esto ocurre en un escenario donde se puede incrementar la inversión en insumos (como los fertilizantes) que optimizan los altos rendimientos.
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