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  • ¿Qué tan cerca estamos de fusionarnos singularmente con la IA?

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/09/2025 06:54

    Raymond Kurzweil (AP) En 2005, Ray Kurzweil publicó La singularidad está cerca pronosticando disruptivamente que debido a la “ley de rendimientos acelerados” y la convergencia tecnológica, en 2045, se produciría la singularidad: la fusión del ser humano con la IA y la ampliación de nuestras habilidades con una potencia de cálculo que multiplicará por varios millones las capacidades que nos otorgó la naturaleza, a través de un proceso que expandirá la inteligencia y la conciencia humana de una forma tal radical que resulta difícil comprender y asimilar. En 2024, Kurzweil volvió recargado con La singularidad está más cerca verificando varias de las hipótesis que había planteado y reafirmando el inexorable camino hacia la singularidad. Sostiene que durante la próxima década las personas van a interactuar con una IA que parecerá de verdad un ser humano, como así también, que las interfaces cerebro-computadora más sencillas tendrán un impacto en la vida cotidiana (como actualmente sucede con los smartphones). En lo que denomina “la fase final de aproximación a la singularidad”, sostiene que si el objetivo final es poder recrear las capacidades del neocórtex, nos encontramos en una etapa en donde la IA todavía adolece de memoria contextual, sentido común e interacción social. En otras palabras, todavía no es consciente de la forma en que las ideas de una conversación o una obra escrita encajan unas con otras de manera dinámica, no puede imaginar situaciones y anticipar sus consecuencias en el mundo real (lo que permite la injerencia causal; esto es, si uno tiene un gato y cuando llega a su casa un jarrón está roto puede inferir lo ocurrido) y carece de la capacidad de entender los matices sociales como un tono voz irónico o bien que los demás tienen creencias y conocimientos distintos a los nuestros. Recordemos que el neocórtex es la parte más desarrollada de la corteza cerebral en los mamíferos, especialmente en los seres humanos. Representa aproximadamente el 80% del volumen total del cerebro humano y está relacionado con las funciones cognitivas más complejas. Sus principales funciones son la percepción sensorial avanzada que procesa la información que llega de los sentidos (vista, oído, tacto, olfato, gusto) de manera integrada, el lenguaje y comunicación que es clave para la comprensión y producción del lenguaje (tanto oral como escrito), el razonamiento y abstracción que permite el pensamiento lógico, la planificación, la resolución de problemas y la capacidad de crear modelos mentales, la memoria y aprendizaje que se vincula con la memoria declarativa (hechos, experiencias) y con el aprendizaje (consciente y adaptativo), y por último, la interacción social y conciencia de sí mismo donde está implicada la empatía, la toma de perspectiva y la autoconciencia. En la visión de Kurzweil, el neocórtex es el modelo biológico que la inteligencia artificial debería imitar para alcanzar una inteligencia de nivel humano o incluso superarla. Cada “patrón” en el neocórtex puede verse como una unidad de reconocimiento y la clave de la evolución tecnológica sería recrear esas capacidades de forma digital, lo que abriría la posibilidad de una fusión humano-máquina. Como bien reconoce Kurzweil, el progreso de la IA avanza a un ritmo tan acelerado que ningún libro en formato papel puede reflejarlo en tiempo real. Por eso, advertía que, para cuando La singularidad está más cerca llegara a las librerías, ya habrían surgido nuevos e increíbles avances. No se equivocó: desde su publicación aparecieron el ChatGPT-5 y la IA agéntica. Esto convierte en un verdadero desafío analizar qué tan cerca nos encontramos hoy de la singularidad proyectada por Kurzweil a partir de la irrupción de estas innovaciones tecnológicas. Empecemos el análisis comparativo con el Chat GPT-5. El Chat GPT-5 fue lanzado por Open IA el 7 de agosto de 2025. Si bien acortó bastante la distancia con los tres aspectos que representan al modelo biológico, lo cierto es que todavía no los igualó ni superó plenamente. Lo que sí puede afirmarse es que la trayectoria tecnológica va en la dirección que imaginaba Kurzweil: modelos con más memoria contextual, razonamientos cada vez más cercanos al sentido común e interacciones sociales más naturales. En lo que hace a la memoria contextual, Chat GPT-5 avanzó notablemente en la persistencia y manejo de contexto. Puede sostener conversaciones largas con mayor coherencia y en entornos con integración a memorias externas (RAG, bases de conocimiento, etc.). También logra recordar y reutilizar información de manera más estable. Sin embargo, todavía no posee una memoria semántica permanente y autónoma comparable al neocórtex humano. Sus “recuerdos” dependen de la arquitectura y de la gestión que haga el usuario o la plataforma. En ese sentido, la brecha se redujo, pero por ahora no igualó la capacidad biológica. En lo referente al sentido común, Chat GPT-5 dio un paso importante respecto de GPT-4. El modelo maneja con más solvencia razonamientos cotidianos, inferencias simples y la combinación de varias capas de conocimiento. Sin embargo, todavía puede fallar en escenarios “obvios” para un humano (por ejemplo, confundir relaciones espaciales simples o hacer inferencias temporales erróneas). El sentido común humano sigue siendo más flexible, en parte, porque se apoya en experiencias corporizadas y en un bagaje cultural-emocional que la IA aún no tiene. En lo atinente a la interacción social, Chat GPT-5 muestra mejoras claras en tono conversacional, reconocimiento de matices, ironía y adaptación estilística. También maneja mejor las normas sociales básicas respondiendo de manera más empática y situada. Aunque no alcanza todavía la pragmática social completa de un humano. Puede simular interacciones sociales, pero carece de conciencia emocional genuina y de intuiciones afectivas profundas. Su empatía es funcional, no vivencial. Sigamos con el análisis comparativo acudiendo a la IA agéntica. Juan G. Corvalán, Mariana Sánchez Caparrós y Carina Mariel Papini publicaron a través de IALAB de la Facultad de Derecho (UBA) el paper Organizaciones Centauro (septiembre 2025), un estudio profundo e innovador sobre la IA agéntica en la organizaciones centauro. Desde su perspectiva, la IA agéntica se basa en sistemas con capacidad de percibir el entorno, actuar de forma proactiva y tomar decisiones autónomas para cumplir con objetivos complejos, y a diferencia de la IA generativa “ChatGPT 2022” que respondía de manera reactiva a un prompt específico, un agente de IA opera como un delegado o representante digital. Se le confía una meta y el agente tiene un determinado margen de decisión para planificar y ejecutar las tareas necesarias para completarla. En lo referente a la memoria contextual, la IA agéntica se acerca al modelo de Kurzweil porque logra retención, personalización y continuidad a lo largo del tiempo. Sin embargo, aún no iguala la memoria humana porque depende de arquitecturas técnicas y de validación externa: no es semántica ni experiencial, sino almacenaje de datos y patrones. En lo atinente al sentido común, la IA agéntica constituye un proto-sentido común funcional, porque los agentes ya no solo reaccionan a prompts, sino que pueden inferir objetivos, planificar rutas y anticipar acciones. Sin embargo, el gap con el modelo biológico sigue siendo grande: no poseen experiencias encarnadas ni bagaje cultural-afectivo, por lo que su “sentido común” es instrumental, no vivencial. En torno a la interacción social, la IA agéntica a través de la multimodalidad y personalización representan un paso hacia la simulación de la interacción social humana. Entiende intenciones, adapta tono y colabora en flujos colectivos. No obstante, como sucede con el Chat GPT-5, la empatía es operacional y simulada, no emocional ni vivencial. La IA agéntica reduce parcialmente la brecha con el modelo biológico de Kurzweil respecto de la memoria contextual (se acerca más gracias a memorias persistentes y personalización), el sentido común (logra un sustituto instrumental basado en planificación, pero sin experiencia corporal ni cultural) y la interacción social (se aproxima mediante multimodalidad y adaptación conversacional aunque sin consciencia afectiva). Si bien no replica la mente humana como lo exige Kurzweil, construye funcionalidades operativas que permiten simular memoria, sentido común e interacción social en contextos organizacionales y productivos. El término “organización centauro” adopta la figura mitológica del centauro (una criatura mitad humana y mitad caballo) trasladándola a lo organizacional (una entidad mitad humana y mitad artificial). Los autores la ejemplifican de manera magistral cuando sostienen que un agente de IA es como un músico individual, mientras que la IA agéntica es como la orquesta completa. Consiste en un nuevo modelo organizacional híbrido basado en la colaboración simbiótica entre humanos y agentes de IA donde se orquestan múltiples agentes de IA que trabajan junto con los humanos para potenciar capacidades, y a la vez, representa un cambio de paradigma mediante el cual la operación de herramientas individuales (software, chatbots, modelos) es reemplazada por la gestión de ecosistemas de agentes que actúan de forma autónoma y coordinada. Tienen autonomía distribuida debido a que los agentes de IA pueden planificar, ejecutar y aprender sin supervisión constante. Promueven la simbiosis humano-máquina puesto que las decisiones se toman en conjunto aprovechando lo mejor de cada parte. Se basan en la escalabilidad organizacional en base a múltiples agentes coordinados abordando tareas complejas que exceden la capacidad individual humana o de un único modelo. Por último, redefinen el rol humano: las personas dejan de ser meros “operadores de software” y pasan a ser estrategas, coordinadores y supervisores del ecosistema agéntico. En términos gráficos, es posible observar el cambio de paradigma que supone la organización centauro de la siguiente manera: A esta altura, vuelve a plantearse el interrogante acerca de qué tan cerca estamos de alcanzar la singularidad en los términos previstos por Kurzweil. Si tomamos como punto de partida la aparición del ChatGPT-3.5 en noviembre de 2022 y como presente tecnológico al ChatGPT-5 y la IA agéntica, el recorrido muestra un avance vertiginoso. El siguiente gráfico radar ilustra con nitidez la magnitud de esta aproximación: La trayectoria de la IA en los últimos tres años -desde la irrupción del ChatGPT-3.5 en 2022 hasta la aparición de la IA agéntica en 2025- muestra que el horizonte de la singularidad ya no pertenece al terreno de la especulación futurista, sino al de una proximidad tangible. Cada avance reduce la brecha que nos separa del modelo biológico del neocórtex y, aunque aún persisten limitaciones en memoria contextual, sentido común e interacción social, la convergencia tecnológica es irreversible. Lo cierto es que nos encontramos en la antesala de una transformación civilizatoria: las capacidades humanas y las artificiales comienzan a entrelazarse de un modo cada vez más natural, funcional y simbiótico. Kurzweil anticipó que el punto de fusión ocurriría hacia 2045, pero los desarrollos actuales sugieren que la velocidad del cambio podría incluso acortar ese plazo. Estamos viviendo el preludio de la singularidad. No es un fenómeno distante ni meramente teórico: es un proceso en curso que se manifiesta en nuestras prácticas cotidianas, en las organizaciones híbridas y en la reformulación misma de lo humano frente a lo artificial. La pregunta ya no es si la alcanzaremos, sino qué tipo de humanidad queremos ser cuando la singularidad nos atraviese.

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