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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 20/09/2025 06:46
El médico, biólogo y fisiólogo Bernardo A. Houssay, Premio Nobel de Medicina (1947) Cada 21 de septiembre, junto con la llegada de la primavera, se celebra en nuestro país el Día del Estudiante. Esa misma fecha coincide con el aniversario de la muerte de uno de los más grandes científicos que tuvo la Argentina. El 21 de septiembre de 1971 fallecía el notable médico, biólogo y fisiólogo Bernardo A. Houssay, Premio Nobel de Medicina (1947) y doctor honoris causa de la Facultad de Medicina de la Universidad de París. Houssay había nacido en Buenos Aires el 10 de abril de 1887, hijo de inmigrantes franceses —Alberto Guillermo Houssay y Clara Laffont— y fue el cuarto de ocho hermanos. Desde muy chico mostró una inteligencia precoz: adelantó grados en la escuela primaria y terminó el secundario en el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires a los 13 años. Por su corta edad no pudo ingresar todavía a la carrera de Medicina, de modo que se orientó hacia Farmacia y Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires, título que alcanzó a los 17. Apenas un año después ya estaba encaminado hacia el estudio de la Medicina, donde desplegaría una vocación inagotable por la investigación y la docencia. En el discurso inaugural de su cátedra en 1958, Houssay hizo un recorrido por su propia historia: “Ingresé a esta casa en 1901, con 14 años de edad; farmacéutico en 1904, a los 17 años, terminé los estudios médicos en 1910 y la tesis en 1911. Desde 1910, a los 23 años, fui profesor de Fisiología en la Facultad de Veterinaria y desde 1919 en esta Facultad. Me adiestré primero en química y en histología normal y patológica y luego, hace 50 años, comencé a trabajar en Fisiología como ayudante, por concurso, en esta Facultad. Lo hice al principio con dedicación parcial, pues fui Jefe de la Sección de Endocrinología y Patología Experimental del Instituto Bacteriológico, de 1915 a 1918, así como en el Hospital Alvear fui médico desde 1911 y Jefe de un Servicio de Medicina desde 1913 a 1917.” Y añadía: “Aunque me entusiasmaban la Clínica y la Fisiología, decidí concentrarme en una sola actividad y elegí la Fisiología, porque creí que así sería más útil a mi país y cumpliría mejor mi vocación personal por las investigaciones en el campo de las ciencias naturales.” Houssay fue profesor durante 42 años, prácticamente sin faltar nunca a una clase o examen. En 1920 se convirtió en profesor de dedicación integral —el primero en la Argentina— y fue un gran impulsor de ese régimen, convencido de que era la única forma de garantizar el progreso de la docencia y la investigación. Además, fue el creador del CONICET, y por lo tanto uno de los pioneros en impulsar la investigación científica de manera sistemática en nuestro país. En la celebración del Día del Estudiante, creo oportuno recordarles a los jóvenes que cada día atraviesan la plaza que lleva su nombre, que este estudiante del pasado, que llegó a ser un gran profesional y un Premio Nobel, no es solo un busto olvidado y pintarrajeado con irreverencia. Fue un hombre de carne y hueso que soñó con una Argentina grande y que dedicó su vida a construirla con esfuerzo, sacrificio y abnegación. Podría pensarse que vivió en una época más fácil o que su camino estuvo allanado económicamente. Pero él mismo lo desmiente en sus palabras: “Desde los 13 años de edad, con autorización de mi padre, decidí bastarme a mí mismo, lo que me costó bastantes esfuerzos. Pude proseguir los estudios gracias a las exenciones de derechos universitarios y a los puestos que gané por concurso de notas o selección. Nunca usé de influencias ni las admití en cuestiones de nombramientos o de exámenes y jurados.” Y sobre las dificultades materiales, recordaba: “Por un raro fenómeno, explicable por mi firme voluntad de tener dedicación exclusiva, durante muchos años casi todos mis ascensos significaron una disminución de mis sueldos. Además, al principio, durante varios años tuve que costear con mis exiguos recursos gran parte de los gastos de investigación.” Su testimonio resuena hoy, cuando la falta de financiamiento educativo sigue siendo un problema central, la Argentina parece no renovar nunca su agenda de problemas. Seguimos sin discutir en serio el futuro de la educación, el financiamiento de la investigación y la dedicación exclusiva de los profesores. Mientras tanto, muchos docentes, agotados de peregrinar por múltiples cátedras, sobreviven con sueldos de miseria, mientras otros trabajadores menos calificados logran permanentes mejoras salariales. Del mismo modo, los estudiantes universitarios deberían redoblar sus esfuerzos académicos para volver a hacer de este país un lugar donde prosperar y desarrollarse. Tendremos futuro si somos capaces de invertir en conocimiento. Los presupuestos para educación no son un gasto: son una inversión. Así lo entendió la India, que hoy es el país con mayor número de becarios en el extranjero. Muchos de ellos regresan para contribuir a superar sus males endémicos. Solo con un destino ordenado y con esfuerzo inteligente podremos resolver nuestros problemas y dejar atrás la vergonzosa pobreza que todavía afecta a tantos argentinos.
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