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  • Pedro Mairal: “Yo no pongo mis libros en mi biblioteca, los guardo en un ropero; no me gusta verme”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/09/2025 04:40

    Thiago, Bruno y Pilar son los personajes de "Los nuevos", la reciente y ambiciosa novela de Mairal. Su nombre se hizo conocido cuando en 1998 ganó la primera edición del Premio Clarín con la novela Una noche con Sabrina Love, que luego fue llevada al cine dirigida por Alejandro Agresti y protagonizada por Cecilia Roth y Tomás Fonzi. Pero a partir de entonces la obra literaria de Pedro iba a ser mucho más que una novela afortunada. Mairal es autor de las novelas El año del desierto y Salvatierra. El libro de cuentos breves Amores eternos y los libros de poesía Tigre como los pájaros, Consumidor final y Pornosonetos. También en sonetos publicó una novela, El gran surubí, Periodista cultural y cronista de vida cotidiana, recopiló sus trabajos en estos géneros en los libros Maniobra de evasión y Esta historia ya no está disponible. Con su novela La uruguaya, también llevada al cine, Pedro volvió a las listas de más vendidos y no solo en la Argentina. La novela fue realmente un gran éxito. Su novela más reciente se llama Los nuevos, fue publicada por Emecé y narra las historias de tres amigos, Thiago, Bruno y Pilar, chicos jóvenes que lidian con estrictos y arbitrarios mandatos familiares y pelean por ser adultos. La novela está dividida en tres partes y el juego de voces refuerza la idea de que, aunque los protagonistas son tres, el retrato puede ser leído como el de una generación. “Si no crecés como ellos quieren, prefieren que no crezcas”, es una frase clave de esta novela coral, apasionada y conmovedora. Lo que sigue es la transcripción de una charla que tuvimos hace unos días, en la que Mairal habló, entre otras cosas, del trabajo con su nueva y ambiciosa ficción, de cómo se le fueron presentando los personajes y del modo en que se encariñó esta vez con sus creaciones; del trabajo con la estructura y de la música como mensajes cifrados dentro de su novela pero también fuera de ella, de la distancia entre las clases sociales y de la relación de su obra con la literatura argentina: los ancestros pero también sus contemporáneos. “Los nuevos” (Emecé), la nueva novela de Pedro Mairal, puede leerse como el retrato de una generación. — Los nuevos es una novela más voluminosa que otras que escribiste. Es una novela en la que hay personajes que tienen todos el mismo peso o que, por lo menos, intentan tener todos el mismo peso. Me gustaría que me contaras un poco cómo surge la idea de la novela. Si tenías en mente a uno de los personajes y, a medida que fuiste escribiendo aparecieron los otros, por ejemplo. — Sí, fue algo así como lo que decís, una cosa trajo a la otra. En enero del 2023 apareció esta voz de Thiago. La novela está estructurada en tres partes: la primera es de Thiago, la segunda es de Bruno, que es un amigo, y la tercera es de Pilar. Los tres son amigos. Y yo empecé por la parte de Thiago contando lo que pasó un verano. Es una voz un poquito en carne viva; su madre se murió hace poco, lo llevan a un lugar, a una especie de balneario así hippie chic, el padre con la novia del padre y su hermanastro, a quien él llama hermanoide. — Y que es chiquito, por otra parte, tiene 5 años. — Que es chiquitito. Y él lo quiere mucho. Y surgió esa voz de un chico en carne viva, enojado con el mundo adulto. Y extrañando a su amigo Bruno, que está estudiando en un lugar congelado en Wisconsin, en el límite con Canadá. Un lugar donde están los lagos helados. Y en ese balneario también aparece abriendo la puerta del baño de una patada Pilar. Y, como vos decís, yo soy un escritor de novelas cortas, salvo por El año del desierto y ahora Los nuevos. Y entonces yo pensé, bueno, la novela es Thiago. Pero me resultó tan fuerte el personaje de Bruno y también el de Pilar que reclamaron su parte. Bruno, por contraste, también. A Bruno lo mandan a estudiar Economía a Wisconsin a una universidad donde se supone que es un lugar muy privilegiado y demás pero él la está pasando muy mal. No le gusta. Y me interesaba el contraste de un chico muy solo ahí, mientras se festeja el Mundial y él está solito, ahí, entre la nieve. Es la primera vez que escribo sin tanto plan y dejando que las voces… — Se impongan. — Se impongan. La tercera parte me dio mucho trabajo. — Eso lo pensé cuando la leí. — Porque lo que me pasaba con la parte de Pilar, y tuve varias versiones de eso, es que le quedaba como la tarea última de cerrar las líneas argumentales de los otros. Y era muy injusto. Ella, como personaje casi era como que me planteaba: che, yo quiero tener mi propia línea argumental. — La primera parte está en primera persona. La segunda está en tercera. Y la tercera está en todas las personas posibles. — Exacto. — Se pasan las voces. — La tercera tiene un desplazamiento de la voz narrativa y, como vos decís, se la pasan, se pasan la pelota. Porque me gustaba la idea de liberarme de eso. Es decir, ¿quién cuenta una historia al fin y al cabo? Yo no estoy seguro de si esta novela la está contando toda Thiago años después o la está contando Pilar, años después. Entonces, como yo no estaba seguro de eso puse de manifiesto esa ambigüedad. Viste que en un momento dicen: “¿Vos sos Thiago o sos Pilar?” Me gustaba ese desplazamiento de la voz narrativa como una liberación, también, en el sentido de que hay una voz doble. — Es que lo que hiciste fue poner de manifiesto lo que es el trabajo del escritor. Como exhibir que en ese momento hay algo que es un: “ bueno, pero esto me superó. Ya ni sé quién está hablando acá”. — Fue muy liberador hacer eso. Es un poco como esa litografía, creo que es de Escher, en la que una mano qdibuja a una mano que a su vez está dibujando la primera mano, ¿no? Entonces, ¿quién escribe? ¿Thiago está escribiendo a Pilar o es Pilar la que está escribiendo a Thiago? Se pasan la pelota y se hace como un circuito, una especie de corriente continua donde al final no importa tanto quién está contando eso, son los dos. Y, sobre todo, porque en un momento dice eso: “contalo vos porque para mí es muy doloroso”. Entonces, me gustaba esa mirada, esa especie de monstruo medio bicéfalo para contar eso. — Mientras te escucho, confirmo algunas impresiones. Es una novela en la que hay mucho sexo. Se habla de sexo y hay mucho cuerpo presente. Y, entonces, cuando hablamos de las voces que se imponían, y sobre todo pensando en Bruno, lo que pienso es que los cuerpos se te imponían, también. — Sí, porque yo pienso mucho desde ahí a los personajes. Qué les pasa a ellos con su deseo y con el estar, ¿no? De hecho, Bruno conoce a esa chica estudiante de padres chinos en la lavandería porque tiene que ir a lavar su ropa sucia. Pero todo proviene un poco de la corporalidad. Corporeidad, sería. Todo viene de ahí. Está lavando su ropa sucia, se encuentra con esa chica, le gusta, la invita. Se anima a invitarla a salir. Se van juntos a Chicago. Se enamora hasta el tuétano. Y, por supuesto, yo tenía que romperle el brazo antes: eso me pareció tan cruel de mi parte. Por primera vez, Hinde, me encariñé mucho con los personajes. Mairal: "Estos personajes están pensados mucho desde su emoción y sus cuerpos". — ¿No te había pasado antes de esta manera? — No tanto. Daniel Montero, de Una noche con Sabrina Love sí, me despierta cariño su ingenuidad, viste. Pero yo siento que en esta novela cobraron una carnadura los personajes… Siempre había tenido un poco más de peso la trama en mis libros, creo. En El año del desierto el personaje de María es una chica casi vacía a la que le pasan 500 años de historia por su vida, por su cuerpo. Está atravesada por una trama. Estos personajes, en cambio, están pensados mucho desde su emoción. Entonces, sí, los pensé mucho desde esos cuerpos. A uno lo encierran. Al otro lo mandan al hielo. La otra va perdiendo sus lugares donde dormir y termina durmiendo en la baulera. — Es tremendo. Me hizo acordar a una serie, no sé si la viste porque no se vio mucho, que se llama La arquitecta. — Ay, no, contame. — Una serie noruega. Escribí sobre eso, por ahí algunos detalles no me voy a acordar. Pero habla de los problemas de vivienda en Europa, en donde de pronto vos sos una arquitecta que laburás en un estudio pero no te alcanza la plata para ir a vivir a un lugar digno. Y, entonces, lo que hay es como una especie de mercado negro de bauleras y de garajes en los que algunas mafias arman y alquilan habitaciones para gente como ella. O sea, es el mundo en el que estamos viviendo. — Probablemente, para que sea buena la historia, ella hace casas fantásticas, enormes. De muchos ambientes. — Imaginate, ¿no? Pero, además, ultramodernas. Estamos hablando de los países nórdicos pero en toda Europa la vivienda es un verdadero problema. Porque nosotros pensamos que eso ocurre solo en Latinoamérica y a veces pensamos que es sólo la Argentina. Y no, el tema de la vivienda y la cantidad de edificios que se construyen y están desocupados no algo que pase solamente acá. — Totalmente. Sí, a mí me interesaba ponerla a Pilar en esa especie de encerrona que va sufriendo. Al principio vive con su abuela, que la cuida. — Porque su madre, por otra parte, se fue a vivir a Europa con su nuevo novio. — Sí, la madre hace como una segunda vuelta. Y bueno, ya está, la hija entiende que la mamá va a vivir su segunda vuelta. — El papá de Thiago también hace una segunda vuelta. — Sí, claro. Sí, entonces el tema es cómo quedan esos hijos ahí, medio como descalzados, viste. — ¿Y cuánto pensás que te puede haber afectado escribir sobre personajes que podrían ser tus hijos? — Mirá, son las dos cosas. Es eso, por un lado, porque cuando te decía que me encariñé con los personajes quiero decir que los cuidé, en cierta manera. Cuando los tenía que lastimar, me resultaba muy difícil. Pero si vos no maltratás a tu personaje no hay historia. Es decir, el Quijote es una buena novela porque al Quijote lo apalean tres veces por capítulo. Entonces, Bruno se enamora hasta el tuétano pero después le tienen que romper el corazón para que haya una historia. Y, claro, estaba esa ambigüedad porque me pasó que me encariño con los personajes porque, como vos decís, tienen edad posible como para ser mis hijos pero, a la vez, no son tanto mis hijos y en cambio tienen mucho de mí. Y no sé si notaste que tienen una cosa medio anacrónica. — Sí. — Entonces, sí, son chicos del 2023 viviendo ahí la final del Mundial, etcétera, tienen redes sociales, teléfono, pero tienen una cosa medio anacrónica que tiene que ver con mi propio momento cuando tenía esa edad. — Aparecen muchas referencias culturales que tienen más que ver con lo que podrían ser sus padres. — Sí. No quise frenar eso en el sentido de que si me ponía a hacer un trabajo así medio etnográfico de los jóvenes de 19 años de hoy en día, probablemente la pifiaba y no sé si me interesaba mucho trabajar desde ahí. Trabajé más desde mi vulnerabilidad a los 19 años, que sucedió en los años 90. Pero hay muchas cosas que no cambiaron tanto. Una vez le pregunté a Martín Kohan cómo hacía para escribir sus personajes. “A mí me gusta que los personajes, mis historias, sean levemente anacrónicas”, me dijo. Y me encantó eso. O sea, ya ubicarte en un lugar un poquito desfasado. Porque aunque vos quieras escribir sobre este momento, 2025, el libro, ponéle, va a salir dentro de dos años, ya quedó antiguo. Te arrastra el tiempo. Pedro Mairal y Martín Kohan. A partir de una charla con Kohan, Mairal comenzó a entusiasmarse con la idea de que sus personajes y sus historias fueran ligeramente anacrónicos. — Bueno, en la novela hay un momento en que se dice que no se va a hablar del precio de algo porque en la Argentina los precios duran menos de dos días, algo así. — Exacto, no podés poner precios en la literatura argentina porque enseguida te dicen ¿qué? Un kilo de duraznos no vale eso. Y después, qué sé yo, también hay una canción que aparece, que es esta canción de Luck-Ra, la de que “alguien saque a bailar a la morocha, que se muere de ganas”, que es una canción lindísima. Pero un personaje le dice a otro: ¿vos decís que eso es del 2023? Me parece que no salió en esa fecha. Entonces, hay un desfasaje temporal y estos chicos tienen 19 años. — Aparece “Seguir viviendo sin tu amor”, también. — Exactamente. La canción del flaco Spinetta. Entonces, no me interesaba que fuera de un realismo absoluto en cuanto a lo temporal. — En lo que tiene que ver con las emociones sí es muy realista. — Claro, sí, sí. Es que esas son las cosas que son más continuas y universales. No cambia tanto eso con el tiempo, generacionalmente. Digo, que a alguien le rompan el corazón es igual en el siglo XIX, XX y XXI. — Aparecen dos temas que fueron adquiriendo relevancia porque, bueno, la gente cambió y la manera de ver las cosas cambió. La ambigüedad sexual. Las exploraciones sexuales. Uno es el tema de la bisexualidad, eso era algo de lo que hasta hace un tiempo no se hablaba y tampoco se escribía mucho sobre eso. Los trastornos alimenticios y la cuestión del aspecto o la figura, que en general está puesta en las mujeres porque tienen mayor grado de padecimiento, en tu novela aparece en un varón. En un varón que no quiere hacer zoom con su madre para que ella no lo hostigue porque él engordó. Me impresionó mucho esa construcción, sabés. — Él está en Estados Unidos, un país en el que prendés la televisión y hay lluvia de hamburguesas, y queso cheddar que cae. Es un país muy engordante. Y él no quiere hablar por FaceTime o esas cosas de imagen con la madre porque ella lo controla con el peso. Sí, me interesaba poner eso en un varón porque, bueno, el personaje de Bruno no habla con la mamá viva y el personaje de Thiago habla con la mamá muerta. Es decir, Thiango mentalmente habla con su mamá. Entonces claro, esos silencios. Yo hablo mucho con mis amigos, muchos dicen: mi hijo no me contesta los mensajes. Es que no te quiere escuchar. O sea, es complicado eso. Hay una distancia generacional enorme y, a veces, como padre tenés que estar lo más presente que puedas pero también a veces te silencian y es porque necesitan ese silencio y esa distancia, ¿no? Hay que estar de otra manera, creo. De un modo emocional pero no controlador. Es muy difícil. — Sí, uno piensa mucho y dice mucho pero el problema es cómo estás atento a ellos. Si lo único que uno quiere es que estén bien. Quiero decir: incluso si uno se manda las macanas que se puede mandar, imaginarse que los padres lo hacen porque son mala gente, la verdad... — No, no, claro. — O sea, no pensemos por el lado negativo de movida. Pensemos que uno hace lo que puede. — Es siempre con las mejores intenciones. Claro que con las mejores intenciones se pueden hacer las cosas más crueles. La madre de Bruno tiene grandes aspiraciones con él, tiene la cosa aspiracional de que estudie economía y demás. — Sí, la figura de un gordo no le da. — No le da y él quiere tocar el bajo. Le gusta la música. El padre percibe eso y le manda unas playlists, unas canciones. — Le manda por lo bajo música de Keith Jarrett. — Le manda Keith Jarrett, nada más y nada menos. O sea, la novela va desde Luck-Ra a Keith Jarrett. Sí, está todo. La música atraviesa todo el libro. — En los últimos años te dedicaste ya no solo a escuchar sino también a producir música y la música atraviesa esta novela. Está muy presente. — Sí. Sí, de punta a punta. Me doy cuenta ahora porque uno escribe medio sonámbulo y después te despiertan y empezás a ver qué hiciste, ¿no? La música funciona en la novela como una manera de pasarse mensajes casi telepáticos. En los últimos años, Mairal comenzó a componer canciones. La música pasó a tener una nueva importancia en su vida. — Cifrados, sí. — Entonces, en el auto cada uno puede escuchar una canción, puede elegir una canción. Cuando Thiago va de vacaciones con el padre y Thiago le pone al papá la música que le gustaba a su ex mujer, que murió. Chico Buarque le gustaba. Y lo liquida emocionalmente. Por otro lado, como te decía, el personaje del padre de Bruno le manda unas playlists donde le gusta cómo suena el bajo, o le manda Keith Jarrett. — Él cree entender que es como que el padre está viéndolo. Está mandándole cosas que tienen que ver con su presente, piensa. Qué radares tiene ese padre. — Sí, el padre pareciera ser una persona a la que le gusta la música y no puede tanto meterse. Es así medio como un personaje lateral. Pero lo comprende musicalmente. — Elige no confrontar con su mujer daría la impresión, ¿no? — Exacto. Entonces le manda estos mensajes subliminales o por lo menos así lo siente Bruno. Y ellos tres, Thiago, Bruno y Pilar, los tres personajes de la novela, hacen una especie de proto banda. Empiezan a tocar en el colegio, el profesor se llama Sándalo. Los hace tocar Spinetta y ellos forman una especie de proto banda. Componen unos temas. Y, entonces, como yo siempre estoy escribiendo canciones paralelamente a la escritura literaria, lo que hice fue escribir tres canciones específicamente para el libro. Al final de la novela hay un QR, una especie de bonus track, donde si te metés vas a un ensayo de ellos. O sea, yo grabé grabé con una cantante que se llama Miranda Díaz y con Nacho Algorta, los dos son músicos en Uruguay, grabamos un falso ensayo de esta proto banda de los personajes. Nos divertimos mucho haciéndolo y tiene la textura así, de lo casero, digamos. Y son canciones que cada uno escribe. Y entonces me gustaba también esa manera en que ellos se mandan mensajes entre sí, los tres amigos, con las canciones también. Pero, bueno, esa es la manera en que funciona siempre la música. Cuando alguien te regala un disco o te manda una canción, ¿qué te están diciendo? La música es una especie de objeto de condensación de sentido, hay como un poema cantado y hay una especie de objeto emocional. — Pero la música puede también representar una cultura, como pasa en la fiesta de 15 en la que toca Bruno en Estados Unidos. — Uy, sí. Sí, sí. Bruno ve por primera vez un cumpleaños de 15 mexicano. — Y le estalla la cabeza. — Le estalla la cabeza, sí. Él toca el bajo ahí. Sí, otra cultura casi ¿no? La diversidad de la cultura latinoamericana, ¿no? A mí me gusta meterlo ahí con amigos mexicanos que lo invitan a tocar música evangélica en un templo. — Sí, pero además hacés otra cosa con el personaje, porque lo latinoamericanizas pese a él mismo. — Sí. — Cuando tiene el problema con el compañero de habitación, con el roomate, que él nunca se había visto en el lugar del latino burlado. Es un chico bien, un chico bien de la Argentina. — Claro, no se le había ocurrido: ¿cómo se van a burlar de él si es un cheto de Buenos Aires? Y, de golpe, ¿ah, sí? Mirá, se están riendo de vos porque sos latino Además él se pone a trabajar. Entonces, es ese momento de la vida el que me interesaba mostrar, donde de golpe salís de estas burbujas y círculos de protección. Y entrás en otros espacios, con otras opiniones, otras voces, otras fuerzas que te manejan y te llevan de acá para allá. Es un momento medio vulnerable. Y, a la vez, es el momento en el que por primera vez sentís que empezás a tener una vida más o menos elegida por vos. A pesar de todos estos condicionamientos y, digamos, imposiciones y deseos que no son tuyos. "(Como padre) hay que estar de otra manera, creo. De un modo emocional pero no controlador. Es muy difícil", dice Pedro Mairal. — Sí, mandatos. Claro. — Mandatos. — Ahora, en el caso de Thiago, por ejemplo, ¿desde el comienzo estaba la idea de la bisexualidad? ¿Desde el comienzo estaba también esa, no solo la conversación permanente con la madre que ya no está sino también como el modelo casi Psicosis de “yo soy mi madre”? ¿Todo eso estaba, fue surgiendo? — No, sí, sí. Esa mirada de Thiago, esa voz de Thiago se me impuso muchísimo. Se me impuso como un chico que está muy enojado. Está, como te decía, en carne viva. Y tiene también un deseo bastante fluctuante, está como en una especie de bisexualidad. Que tampoco la piensa así, ¿no? Le gusta un chico que está ahí en el balneario, pero a la vez está con Pilar, también. Son como amigos horizontales, como dicen. Sí, me interesaba ese lugar de un chico con cierta ambigüedad. Y que se da cuenta en un momento que es medio afeminado y eso lo avergüenza en un momento de su vida. Él cuenta eso. Y después trata como de enderezarse, de hacerse el duro y poner la voz grave. Y, claro, eso de no encajar en esa especie de heteronormatividad tan imponente siempre, que sigue bastante con el tiempo. Por más que entiendo que ahora los chicos de 20 años tienen más permisos en cuanto a su sexualidad, sigue habiendo una cosa de machos alfa. Y, sobre todo, en estos ambientes que estoy mostrando de colegios ingleses, de deporte, viste, de rugby. Estos lugares así, todavía de una masculinidad agresiva, ¿no? — Avergüenza el cuerpo gordo. Avergüenza el chico que no es el machote. Avergüenza la enfermedad mental, la enfermedad psiquiátrica. La internación o lo que ocurre adentro de un neuropsiquiátrico, ¿eso estaba también en el comienzo o fue surgiendo? — Sí, aparece desde el principio del libro. Hay algo que se te plantea siempre como autor que es desde dónde está escribiendo, desde dónde está pensando esta historia. Porque Thiago no está escribiendo, Thiago está pensando: no voy a contar esto. ¿Qué es lo que no está contando? ¿Qué es lo que no quiere contar? No quiere contar lo que pasó ese verano. — Claro. — Está en un neuropsiquiátrico. Esto no spoilea nada porque está en la primera página. Y bueno, quizás ahí, ojalá, digo ojalá haya una matriz un poquito Holden Caulfield de El cazador oculto, ¿no? De un chico que también está en carne viva en un neuropsiquiátrico, contando algo que pasó. Sí, eso estaba desde el principio. Porque me interesaba ese margen de alguien a quien empujaron para ese lado. Se mandó una gran macana, digamos, y el padre –para protegerlo– lo corre para el lado de lo psiquiátrico para que no lo agarren del lado de lo judicial. Las líneas son muy delgadas en esos lugares. — Difusas, claro. Claro. — Para protegerlo, el padre entonces hace que vaya para ese lado. Y eso pasa mucho con los chicos que no entran en una especie de normativa. — En el Excel. — Sí. No tienen columna en el Excel, exacto. Entonces los mandan para unos márgenes a veces que pueden ser pesados, ¿no? Al personaje de Pilar, por ejemplo, medio que la fletan a Madrid, que es otro destino... Son chicos que se toman un año sabático de no se sabe qué. Madrid es un acelerador de partículas tremendo. O sea, vos vas a Madrid con un poquito de inclinación hacia el alcohol o te gusta un poco el porro y volvés completamente yonqui. Madrid es un acelerador tremendo. Pero bueno, los esconden un tiempo ahí como que se están tomando un año sabático, viste. Nada, me interesaba esa franja tan vulnerable de esa etapa de la vida. — A todo esto, ¿dónde viste la final del último Mundial? — Por suerte estaba acá, sí. Vine acá. Y fue espectacular. — Porque cuando leía las páginas de Bruno en Wisconsin y sin poder gritar ni celebrar me preguntaba eso. — Vine. Vine acá y fuimos con mis hijos al Obelisco. La verdad que fue lindísimo. — Cuando decís vine es porque estás viviendo en Uruguay. — Estoy viviendo en Montevideo hace cinco años. Pero vine para esos últimos partidos. Y el personaje de Bruno está en una universidad al lado de un lago congelado que es como un plano blanco, viste. Como una resolana. Hay un tipo pescando en un agujerito en el hielo. — ¿Hiciste una residencia en esos lugares? ¿Pasaste un tiempo ahí? — Sí. Sí. Estuve en el 2007 en Wisconsin. Me invitaron a la universidad. Y estaba así, llegué en ese momento: un metro y medio de nieve. Y una soledad tremenda para el personaje de Bruno. Me interesaba meterlo ahí, pobrecito. Él ve por el teléfono la multitud en Buenos Aires en el calor, saltando, festejando, y él está solo en ese lago congelado. No puede ni saltar porque se raja y se cae al agua helada. Entonces, ese contraste me interesaba mucho, qué le pasa a un chico que vos pensás que lo mandás a un lugar porque pensás que es una buena oportunidad. Pero qué le pasa emocionalmente. — Y sobre todo, ¿acaso él quería ir? — Claro, exactamente ¿quiere ir a estudiar Economía ahí? Así que bueno, ahí está. El personaje de Bruno, me doy cuenta ahora con las lecturas que recibo, es un personaje muy querido. Yo no lo controlo tanto a eso. En esta novela, como te dije, un personaje trajo a los otros dos personajes. Como si Thiago me hubiera presentado a sus dos amigos. Y los personajes tienen después un grado de realidad que yo no te hubiera podido decir en 2023 que eso iba a existir. O sea, no sé de dónde sale. — Pero una puede entender que no hacés laburo etnográfico, como aclarabas antes, pero bueno, tal vez escribir sobre cómo se siente un muchacho de 19 años haciendo un poquito de esfuerzo no te queda tan lejos. Pero escribir cómo se siente Pilar, cómo se siente una chica de esa edad. — Bueno, primero no hay que subestimar la imaginación (risas). A veces me preguntan por los personajes femeninos, yo tengo varios. Y creo que no se trata tanto de que ella sea una chica, o sea, no pienso tanto cómo pensaría una chica sino esa chica. Es más una individualidad que un género. Por supuesto que hay un montón de cosas provocadas por el género. Por el hecho de que ella es una mujer. Momentos inquietantes, viste. Un portero que le baja a abrir una baulera, él está enojado con ella. Y ahí aparece esa figura de acá, de lo que pasó con Ángeles y ese tipo siniestro, ese portero siniestro. — Claro, con Ángeles Rawson. — Sí. Entonces vos tenés un personaje, que tiene un cuerpo. Y tiene esa familia. Y desde esa emoción se va conformando un personaje como Pilar. Tiene su deseo, también. Es una chica que entra de una patada en la novela porque le patea la puerta a Thiago y yo cuando la vi ahí parada dije: ¿de dónde salió este demonio de 1,50? Me fascinó el personaje de Pilar. Chiquitita y con una fuerza enorme. Y su abuela le enseña a manejar, la empodera. Entonces, hay algo que tiene que ver con ir escuchando esa voz, ese deseo, esa personalidad. A la edad de los personajes de "Los nuevos", dice Mairal que "por primera vez sentís que empezás a tener una vida más o menos elegida por vos". (foto: Juan Casas) — ¿Tenés el cine en la cabeza? — No como objetivo, pero sí como educación narrativa. — ¿Es imposible tomar distancia de eso, no? — Y, claro. Cuando empecé a escribir, yo calculaba si tenía más horas de televisión y cine encima o de lectura y estaba medio palo y palo. — Lógico. — Pero bueno, a su vez la literatura alimentó el cine (pienso en Faulkner escribiendo guiones), en algún momento. Después supongo que sí, que el cine y la televisión alimentan la literatura. Y se retroalimentan todo el tiempo. Y yo escribo de una manera bastante visual; me parece que la gente “ve” en mis historias. — ¿Te pensás dentro de alguna serie de literatura argentina? Tenés una prosa determinada, unos personajes determinados. Uno te lee y sabe que la tuya no es literatura del Conurbano. — No. — Es una literatura de chicos porteños y de clase alta, digamos. Y entonces pienso, por ejemplo, en Bioy Casares, a quien por otra parte vos conocías. Quiero decir, ¿está en tu literatura la literatura de Bioy, la de Silvina Ocampo? — Yo no me pienso mucho en relación a la literatura. O sea, cómo me ubico yo dentro del campo cultural, viste. De hecho yo no pongo mis libros en mi biblioteca. Esa es una buena pregunta para hacerle a los autores: “¿tus libros están en tu biblioteca?" Yo a mis libros los guardo en un ropero (risas). "La uruguaya" fue el gran éxito de ventas de Mairal. La novela llegó al cine. Desde hace cinco años, Mairal vive en Montevideo. — No me digas. — No me gusta verme. — Entonces, claro, físicamente no están en diálogo con ningún otro libro, con ningún otro autor. — Pero es inevitable eso. Por supuesto que está cierto oído con los diálogos que manejaba Bioy Casares y ojalá esté eso en mi literatura. Ojalá haya una densidad del lenguaje, por momentos, que tenga que ver con algún momento medio borgeano. O, si me demoro en una descripción, que haya algo saereano. Ojalá ,¿no? Tantas cosas. Te puedo hablar también de poetas. — Sí, sí. — Un montón de cosas y que ojalá estén esos ecos. Creo que inevitablemente están más allá de lo que yo pueda decidir. Porque no se escribe desde cero jamás. Y también están mis contemporáneos. Mis amigos poetas. Mis amigas poetas. Todo eso está presente cuando escribo. Lo invoco todo. Me interesa. En cuanto a Silvina Ocampo estoy pensando en “La casa natal”, un poema en el que ella habla de los niveles de su casa y cómo a ella le gustaba ir al cuarto de la mucama (N. de la R.: esto puede verse y el poema*** se escucha en Las dependencias, un mediometraje de Lucrecia Martel, de 1999). — A Pilar, también. — Exacto. El único refugio que encuentra Pilar es ir a la casa de la mucama de su abuela. Entonces, claro, sí, sin dudas todo eso está. Las distancias gigantes que hay entre los niveles sociales. Cómo se retrata este país: eso me parece siempre una gran intriga. Por eso me gusta leer a la gente de mi época para ver cómo retratan a la Argentina. ................................................. *** “Yo huía de la sala, de la gran escalera, / del comedor severo con oro en la dulcera, / del mueble, de los cuadros, de orgullosas presencias, / porque a mí me gustaban sólo las dependencias / que estaban destinadas para la servidumbre”. (De “La casa natal”, de Silvina Ocampo)

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