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  • El día que Strassera pronunció frente a los jueces y el pueblo argentino: Nunca Más

    » El Ciudadano

    Fecha: 18/09/2025 17:34

    Se cumplen cuarenta años del cierre alegato de Julio César Strassera en el marco del Juicio a las Juntas que convirtió a Argentina en el primer país en juzgar a sus propios genocidas: el 18 de septiembre de 1985 el fiscal cerró su exposición con una frase que quedó grabada en la memoria colectiva de los argentinos: —Señores jueces, nunca más. Ese fue el remate que eligió el fiscal para pedir cadena perpetua a cinco de los nueve militares acusados. El conocido juicio había empezado el 22 de abril de ese año. Las audiencias se realizaron hasta agosto y declararon 839 testigos en alrededor de 530 horas en total. Se llevó adelante en la Sala de Audiencias del Palacio de Justicia de la Nación. El fiscal adjunto fue Luis Gabriel Moreno Ocampo. En la acusación que armó la Fiscalía contra los jerarcas fue fundamental el informe realizado durante 1984 de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep). La misma había sido creada por orden del entonces presidente Raúl Alfonsín, apenas asumió su cargo en diciembre del 83. Tomaron 9319 denuncias y 14756 hábeas corpus. El tribunal estuvo integrado por seis jueces que fueron rotando la presidencia: León Arslanian, Ricardo Gil Lavedra, Jorge Torlasco, Andrés D’Alessio, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz El Juicio a las Juntas también conocido como “Causa 13” investigó y juzgó a los miembros de la Junta Militar que asaltó el poder desde el 24 de marzo de 1976 y ejecutó un plan de exterminio contra miles de personas en todo el país. Los imputados fueron: Jorge Rafael Videla, Orlando Ramón Agosti, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Omar Graffigna, Armando Lambruschini, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya. Una de las dificultades del trabajo era probar la implicación de los jerarcas aunque no hubieran sido ellos mismos los torturadores o asesinos. En una entrevista, años después, Moreno Ocampo subrayó que buscaron “casos que hubieran ocurrido en distintas partes del país, en diferentes épocas y cometidos por personal dependiente de cada uno de los comandantes” para demostrar que toda la operación tuvo la aprobación y orden desde la jerarquía de las Fuerzas Armadas. Por entonces relevaron la existencia de unos 340 centros clandestinos de detención, al 2025 se cuentan más de 800. Se trata de sitios donde se torturaron o mataron personas o donde se planificaron los miles de secuestros. A diferencia de otras masacres del mundo, en Argentina se constituyó un tribunal civil de justicia ordinaria para llevar adelante el proceso. En otros casos, por ejemplo el Holocausto en la Alemania nazi, se conformó un tribunal especial para poder juzgar aquellos crímenes. El alegato había empezado el 11 de septiembre y con Moreno Ocampo se fueron turnando para la exposición, pero las palabras finales fueron el 18 de septiembre. El periodista Pablo Llonto, que cubrió todas las audiencias, escribió en 2016 el libro “El juicio que no se vio” donde subraya la especial importancia de que el fiscal haya pronunciado la palabra genocidio en ese contexto: “La sola mención de ‘genocidio’ en causas de lesa humanidad, para la época del juicio y sin antecedentes internacionales, ya era un triunfo. Recién el 2 de septiembre de 1998, el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda, creado por las Naciones Unidas, condenó por genocidio al alcalde de la ciudad ruandesa de Taba”. Fue la primera vez durante el juicio que los nueve acusados estuvieron todos presentes en la sala. Siete de ellos vestían uniformes militares, Videla y Galtieri usaron trajes de civil. Ocho de los acusados contrataron abogados particulares. Solo Videla decidió ser representado por un defensor oficial. Finalmente, fueron condenados a prisión perpetua Videla y Massera; Agosti a cuatro años y seis meses de prisión; Viola a 17 años de prisión; y Lambruschini a la pena de ocho años de prisión. Lami Dozo, Rubens Graffigna, Galtieri y Anaya fueron absueltos. Después llegarían las leyes de obediencia debida y de punto final, después los indultos. Pero también llegarían los Juicios por la Verdad y desde 2006 en todo el país la reanudación de los juicios de lesa humanidad, que ya llevan más de 330 sentencias en todas las jurisdicciones que confirman que en Argentina se cometió un genocidio. El Juicio a las Juntas constituyó un antecedente clave y su prueba todavía se utiliza en los juicios. Fragmentos del alegato Este proceso ha significado, para quienes hemos tenido el doloroso privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después. Dante Alighieri –en «La Divina Comedia»– reservaba el séptimo círculo del infierno para los violentos: para todos aquellos que hicieran un daño a los demás mediante la fuerza. Y dentro de ese mismo recinto, sumergía en un río de sangre hirviente y nauseabunda a cierto género de condenados, así descriptos por el poeta: «Estos son los tiranos que vivieron de sangre y de rapiña. Aquí se lloran sus despiadadas faltas». Yo no vengo ahora a propiciar tan tremenda condena para los procesados, si bien no puedo descartar que otro tribunal, de aún más elevada jerarquía que el presente, se haga oportunamente cargo de ello. Me limitaré pues a fundamentar brevemente la humana conveniencia y necesidad del castigo. *** Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías. Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir. A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia. Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última. *** Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: “Nunca más»

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