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» Diario Cordoba
Fecha: 18/09/2025 04:53
Supongo que desde fuera los padres de niños pequeños nos parecemos mucho. Desde dentro hay una gran variedad de elocuentes matices: los tonos y los momentos de paciencia perdida, la piel de las ojeras, la forma de sostener o coger o pellizcar a un niño, los pequeños rituales de cada uno que revelan casi siempre alguna forma de amor, aunque imperfecta o llena de poluciones en más casos de los que parece. Estando de moda la crianza hipersentimental, y siendo la especie muy esclava de sus agresiones; lo que se ve en parques, cumpleaños, animaciones y eventos infantiles es una mezcla de cursilería y violencia impaciente. Tengo hecha una clasificación muy básica de padres, según tratan a sus hijos al ver que su hijo, realmente, es ellos; o al ver que es otro. Cuando se descubren a sí mismos en sus hijos, actúan según enjuicien la educación que recibieron ellos. O sea: reproducen, o combaten a ciegas, la educación de sus padres. El caso más literario o filosófico es en el que el padre ve en el hijo a alguien completamente distinto a él, un extraño. A veces nace, de aquí, una admiración pura, una sorpresa o un botín de orgullo. En el peor de los casos surgen esos padres insufribles con el espíritu crítico de un fruitti. Otras se ve rota por completo la máscara del padre, que ve en el hijo lo que antes ha despreciado o temido o tal vez envidiado, y es incapaz de soportarlo o guiarlo. Es decir: miran como niños y no como padres. Si yo puedo verlo, los niños pueden verlo. Es un terror enorme ser niño y que la mirada del padre devuelva aburrimiento u obligación en vez de amor. *Abogado
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