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» Diario Cordoba
Fecha: 18/09/2025 04:52
¡Dadme albricias! ¡Porque por fin he conocido al verdadero Cervantes y por fin he podido leer su verdadero Quijote!, y no ese bodrio que ocultaba al auténtico y que ha venido publicándose desde hace más de cuatrocientos años. En cuanto ha llegado a mis manos, lo he leído con avidez. Y así por fin sé que don Quijote no se volvió loco por leer libros, pues fue a la escuela de la Logse; se volvió loco por vicioso de revistas, vídeos y redes sociales. Era un pervertido, y por eso practicaba el maltrato animal. No hay más que ver lo flaco que tenía a Rocinante. Y, haciendo senderismo y turismo rural, llegó a un albergue, y en una noche quiso que el dueño le diese el doctorado de vicioso. Y la quema de libros fue en realidad quema de vídeos porno. Y Maritornes lo inició en el sexo sadomasoquista. Y la pelea con el vizcaíno, ya se sabe… Y contrató a Sancho, pero Sancho era más vicioso que el jefe. Y Teresa Panza se hizo un cambio de sexo. Y don Quijote amaba las luces de neón, por eso arremetió contra los molinos de viento y las centrales nucleares. Y cuánto disfrutó cuando vio al adolescente Andrés recibir buenas tandas de correazos, atado a una encina. Y defendió a Pentapolín del Arremangado Brazo porque hacía estriptis con carneros y ovejas. Y liberó a unos presos de las cadenas con las que se excedían en su masoquismo. Y viajó a Sierra Morena para practicar el onanismo y la zoofilia pensando en Dulcinea. Y era un curiosón impertinente que se excitaba mirando detrás de una cortina. Y los cabreros eran un grupo de pederastas. Y las bodas de Camacho se crearon para montar orgías a base de sexo y violencia. Y la cueva de Montesinos era una discoteca donde consumía tripi para perder la noción del tiempo. Y el caballero de los Espejos era un exhibicionista, siempre poniendo poses. Y el caballo Clavileño era un consolador. Y los duques le propusieron montar un trío, grabarlo y colgarlo en las redes sociales. Y, claro, don Quijote, harto de vicio, acabó en Barcelona, donde fue derrotado y enviado a una clínica a base de duchas de agua fría; pero no consiguieron curarlo, porque envició a los médicos y al resto de pacientes. El final de la novela es muy esclarecedor cuando dice: «De ninguno sea tocada». Así que, por fin, satisfecho, cierro el libro, prometiéndome que lo volveré a leer y, sobre todo, sintiendo mucho el engaño en el que han vivido tantas generaciones de lectores. Sí, es una verdadera pena cómo hemos estado engañados hasta ahora, y una verdadera suerte el vivir en esta época, donde esclarecidos cineastas y escritores nos han descubierto el verdadero Cervantes del verdadero Quijote, tan fiel reflejo de su autor. *Escritor
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