Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • A diez años de la muerte de Mario Benjamín Menéndez: su dolor por los caídos y una vida atravesada por la Guerra de Malvinas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/09/2025 04:42

    El 25 de mayo de 1982, el general Menéndez, en una arenga a tropas en Darwin (AP) Menéndez era jefe de operaciones del Estado Mayor del Ejército cuando el general Leopoldo Galtieri lo convocó a una reunión reservada. Lo sorprendió con el anuncio de que había un plan de recuperación de las islas Malvinas, que estaba pensado para fines de mayo, y que su decisión, consensuada por la Junta Militar y altos mandos de las tres fuerzas, era que él fuera el gobernador militar. Menéndez lo abrumó a preguntas, pero Galtieri lo cortó respondiéndole que todo era secreto, y solo le adelantó que para desempeñar su tarea contaría con el apoyo de medio millar de hombres de Ejército y de un escuadrón de Gendarmería para cuidar el orden en la capital. De la misma forma, quiso saber cuál sería el papel de la Fuerza Aérea y la Marina, pero no hubo caso. Le ordenaron que no hablase del tema con nadie y le recomendaron que, si bien manejaba muy bien el inglés, lo perfeccionase, porque lo iba a necesitar. A mediados de abril Galtieri estuvo en las islas. El primero le reclamó más acción del Ejército Hoy, 43 años después de terminada la guerra y a diez años de su muerte, en una parábola perfecta de una vida marcada a fuego por el conflicto bélico, Menéndez descansa en las islas junto a su hijo, tal como fue su voluntad. La tradición familiar del nombre Mario Benjamín comenzó con el papá del general, un médico clínico que en 1930 se había radicado en Chañar Ladeado. Desde 1991 el hospital local, del que fue su director, lleva su nombre. Al día siguiente de la recuperación, Menéndez cumplió 52 años. No fue el único de la familia que combatió en las islas. Su hijo, también llamado Mario Benjamín, correntino, había egresado en noviembre de 1980 como subteniente, y fue con el Regimiento 5. También estaba el teniente Eduardo Sabin Paz, aviador de Ejército, casado con Marta Ofelia, la hija mayor del general. Era jefe de la sección Compañía de helicópteros de asalto B. El 4 de abril viajó a las islas y el 7 asumió el cargo como gobernador militar, y no como comandante de la fuerza, como en años posteriores se ocuparía en aclarar. Su hijo fue destinado a Puerto Howard, bautizado Puerto Yapeyú, un caserío en la isla Gran Malvina, sobre la costa del estrecho San Carlos. Fue la unidad que más sufrió el aislamiento, ya que nunca le llegaron provisiones. Puerto Argentino, 25 de abril de 1982. El padre, general, le llama la atención al hijo, subteniente, porque no tenía el casco sujetado Menéndez entendió que la Junta Militar no había planificado una guerra, porque su estrategia estaba basada en un cálculo errado. Se calculaba que la acción obligaría a Gran Bretaña a negociar. No se pensó en una defensa de Puerto Argentino, si hasta a los hombres del BIM 2, que habían participado del desembarco, los hicieron regresar al continente. “Imprevisión e improvisación”, son las palabras que usaría el resto de su vida para describir lo que había ocurrido. Entendió que los altos mandos no habían pensado en la alternativa de una guerra, creían que Gran Bretaña se sentaría a negociar. Cuando Galtieri visitó las islas el 22 de abril, le pidió aguantar el primer encontronazo y seguro que luego los ingleses pedirían arreglar la cuestión en una mesa de negociaciones. Pero el Gobierno británico, opinó Menéndez, tenía otras motivaciones, sabía lo que debía hacer y no le importaron los viajes del papa Juan Pablo II y sus esfuerzos para parar la guerra. Hasta el 10 de junio Menéndez preguntó a Buenos Aires si había habido algún avance diplomático. 14 de junio de 1982. Todo terminó. Jeremy Moore se reúne con Menéndez para acordar las condiciones del alto el fuego Los problemas en las islas eran serios: la superioridad aérea y naval enemiga hizo que el aprovisionamiento de armamento, municiones y sobre todo alimentos a los hombres que estaban desperdigados en distintas posiciones en las islas, fuera una tarea imposible. Y que todo, inevitablemente, terminara en una derrota. Menéndez ordenó apropiarse de los alimentos de un buque hospital de la Cruz Roja, que había llegado a Puerto Argentino, y con ese cargamento, racionándolo, llegaron a mediados de junio. El desembarco inglés en San Carlos obligaba a realizar una acción ofensiva, ya que los manuales de guerra indicaban que una prolongada acción defensiva llevaría a una derrota. La noche del 25 de mayo Gatieri le reprochó a Menéndez que la Armada había hecho su sacrificio con los muertos del Crucero General Belgrano, que la Fuerza Aérea había hecho lo suyo y recomendó que los soldados salieran de sus trincheras y contraatacasen. El 9 de junio el general Daher y los coroneles Cervo y Cáceres viajaron a Buenos Aires a presentarle a Galtieri un plan, que ellos denominaron “Operativo Buzón”, que incluía a paracaidistas arrojándose en San Carlos, con acciones coordinadas con fuerzas de tierra y aéreas, a llevar adelante el día 12 de junio. Pero Galtieri lo desechó, lo consideró demasiado arriesgado. Aún así, Menéndez pidió logística para armar un plan de ataque a San Carlos, pero nunca le respondieron. Menéndez evaluó que prolongar la guerra solo provocaría más muertos; en los últimos días del enfrentamiento, en sus visitas al hospital militar en Puerto Argentino, veía cómo los cirujanos trabajaban a cuatro manos repartiéndose en distintos quirófanos. De regreso al continente, quisieron ocultar su arribo. Llegó el 14 de julio Cuando evaluó que la situación no daba para más, decidió parlamentar por un alto el fuego. No hizo caso a las indicaciones de Galtieri de continuar la guerra, él se sentía responsable de los hombres que estaban en las trincheras y poco le importaba lo que opinasen en Buenos Aires. El 14 de junio se firmó el acuerdo. Logró quitar el término “incondicional” en el acta firmada, pero cuando solicitó acompañar a la tropa, esa fue una de las pocas condiciones que los británicos rechazaron. Lo dejaron prisionero un día en el puesto comando de la X Brigada. Luego lo llevaron al Fearless, un buque plataforma usado en el desembarco en San Carlos. Una de sus lanchas había sido destruida por la aviación argentina durante los ataques a Bahía Agradable. Este barco navegó, con Menéndez a bordo, entre Puerto Argentino y el Estrecho de San Carlos. Posteriormente fue alojado en el St. Edmund, un buque de transporte de tropas. Menéndez llegó a Puerto Madryn el 14 de julio y junto a efectivos de la Fuerza Aérea voló en un 707 hasta El Palomar. Se lo pretendió hacer ingresar casi en secreto en la guarnición de Campo de Mayo. Corría el rumor de que venía pero que las autoridades militares quisieron que fuera de incógnito y que el plan era llevarlo a otro lado. Como muchos familiares de soldados se agolparon en los alrededores, armaron vallas. Pero cuando su hija María José lo vio, las saltó y corrió a su encuentro, y todo se desbordó. Lo subieron al auto y lo llevaron a la casa familiar. Estaba dolido porque no lo habían dejado estar con sus hombres. Sus allegados dicen que desde ese instante hasta que murió sus pensamientos giraron alrededor de los 649 caídos. Muchos de los que decían ser sus amigos, dejaron de frecuentarlo. El 3 de enero de 1983 pasó a retiro. Se dedicó a dar charlas sobre Malvinas. Aceptaba todas las invitaciones, sabiendo que las preguntas que se le harían serían críticas y que habría reproches. La única condición que imponía era que el diálogo fuera con respeto. En esas exposiciones, en universidades, escuelas y organizaciones intermedias, no tenía problema en admitir que, si se volviera a recuperar las islas, había cuestiones que haría distinto. Aseguró que Chile, lejos de comportarse como un país hermano, lo habían hecho “como cerdo”, y explicó que nunca pasó por su cabeza suicidarse porque lo consideraba un acto de cobardía. Sabía que debía regresar al continente y dar la cara. En 1983 publicó un libro: Malvinas. Testimonio de su gobernador, que le valió dos meses de arresto. En 2012 fue incluido junto a otros militares en una causa donde se investigaban violaciones a los derechos humanos cometidas en el marco del Operativo Independencia, en la lucha contra la guerrilla en Tucumán, en 1975. Visitaba a soldados que habían regresado heridos, que se recuperaban en el hospital, asistía a sus casamientos y frecuentaba los centros, en tiempos en que el país aún no estaba preparado para atenderlos tanto en la cuestión psicológica como material. Se le había hecho costumbre acudir a la tradicional vigilia del 2 de abril —que desde hace 28 años se celebra en San Andrés de Giles— donde era un veterano más. El primer encuentro no fue para nada simpático, según recuerda el veterano de guerra Alberto Puglielli, alma mater de la multitudinaria reunión. Los reproches y las críticas que surgían a borbotones entre los excombatientes tenían sus explicaciones. Para ellos, en tiempos en que todos le cerraban la puerta en la cara, Menéndez daba sus argumentos que tardaron en comprender y en asimilar. Participó de los programas radiales “Malvinas, la verdadera historia”, que se emitía por Radio 10, y luego en “Malvinas, la perla austral”, por FM Cristal, en Giles, y aceptaba las preguntas en vivo de los oyentes. Falleció el 18 de septiembre de 2015. Tiempo antes había muerto su esposa, quien había dejado expresas instrucciones de ser cremada. El general, que al principio no quería saber nada con la cremación, cambió de opinión. La vida quiso que el 7 de noviembre de 2016 falleciera en Corrientes su hijo Mario Benjamín. La guerra lo había cambiado y había dejado el Ejército años atrás. Y entonces, casi naturalmente, entre los amigos del padre y el hijo surgió una idea: ¿Por qué no llevar las cenizas de ambos a Malvinas? Se lo había escuchado decir que le gustaría que sus restos descansasen para siempre allí. Lo que en un primer momento pareció una locura, personas del círculo de confianza del fallecido general, que no eran militares, lo hicieron posible: aportaron lo suyo para que los restos mortales pudieran ser ingresados a Malvinas. Menéndez en una de las tantas entrevistas donde contestaba todo tipo de preguntas. En la foto, en el programa "Malvinas, la Perla Austral". A la derecha Alberto Puglielli, veterano del regimiento 6 Se aprovechó uno de los tantos viajes. Los nombres de los que llevaron las cenizas se mantienen en estricta reserva así como los pormenores de la operación. Ellos se encargaron de esparcirlas en tres puntos del archipiélago: la Casa de Gobierno, donde Menéndez residió y donde colgó un cuadro de José de San Martín en el lugar en el que se exhibía uno de la reina Isabel II; el cementerio de Darwin; y el Monte Longdon, donde se libró una de las batallas más cruentas de la guerra, en la que murieron 42 soldados argentinos y 23 británicos. Los kelpers oscilaron entre la incredulidad y la indignación. Aseguraron que, de haber pedido permiso, no habría habido ningún impedimento. Para quienes tuvieron la idea de cumplir esa última voluntad, no tenía sentido pedir autorización en una tierra que es argentina, y en la que padre e hijo, que se llaman igual, descansan para siempre, felices de estar en ese suelo por el que pelearon hace ya 43 años.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por