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  • Restos humanos hallados en un museo universitario de Tasmania generan controversia por uso no autorizado

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 18/09/2025 01:38

    Hasta hace poco, el Museo de Patología R. A. Rodda de la Universidad de Tasmania era prácticamente desconocido fuera del ámbito académico y médico. Sus vitrinas, concebidas para educar a generaciones de estudiantes y profesionales de la salud, ocultaban no solo conocimientos anatómicos, sino también historias humanas marcadas por la falta de consentimiento. El reciente hallazgo de restos humanos preservados y exhibidos sin autorización familiar desató una crisis institucional y social cuyas repercusiones aún se sienten en toda Australia. Los primeros indicios de este escándalo emergieron en 2016, cuando el entonces curador del museo expresó su preocupación por la presencia de especímenes cuya incorporación no contaba con la debida aprobación. Estas inquietudes llevaron a una profunda investigación liderada por el forense Simon Cooper. El resultado fue un informe histórico de la Magistrates Court of Tasmania, que reveló que el museo almacenó 177 restos humanos entre 1966 y 1991, sin el conocimiento o consentimiento de las familias ni de las autoridades forenses. Tanto The Guardian como la Australian Associated Press siguieron el caso de cerca, que rápidamente ganó relevancia en la agenda pública. El informe indica que durante veinticinco años la práctica se mantuvo oculta y que muchos funcionarios de la época desconocían la procedencia o el destino final de los especímenes. Además, el documento subraya una falla significativa: los estándares nacionales para la gestión ética de restos humanos, establecidos en 2002, nunca fueron implementados en Tasmania, lo que permitió que casos como este pasaran desapercibidos durante tanto tiempo. Tras hacerse pública la situación, el museo retiró los restos humanos de la exhibición en 2018. La oficina del forense dedicó años a reconciliar los registros, investigar la procedencia de cada espécimen y, sobre todo, tratar de identificar a las víctimas. En enero de 2025, tras un arduo trabajo, se publicaron en línea los nombres de 126 personas cuyos restos pudieron ser identificados, con la esperanza de contactar a sus familias y permitirles recuperar a sus seres queridos. Simon Cooper detalló que se pudieron atender los deseos de 100 familias, mientras que 77 restos no identificados recibieron una disposición respetuosa en función de las posibilidades existentes. “El descubrimiento de que se extrajeron restos humanos de la autopsia y no se devolvieron al cuerpo ha sido motivo de dolor para muchas familias”, afirmó el forense en declaraciones recogidas por The Guardian. La Universidad de Tasmania reaccionó de inmediato. El vicerrector adjunto de salud, profesor Graeme Zosky, ofreció disculpas públicas y comenzó un proceso de diálogo personal con las familias involucradas, buscando respuestas y ofreciendo apoyo en un proceso difícil y sensible. Zosky expresó: “Lamentamos profundamente la tristeza y el dolor causados”, y aseguró que la institución analizará con detenimiento el informe del forense antes de tomar futuras decisiones. También explicó que los restos en cuestión fueron recolectados en autopsias forenses, práctica que ha quedado en desuso hace décadas. La investigación también determinó que la mayoría de los restos ingresaron al museo a través de un patólogo forense ya fallecido, lo que complica la atribución individual de responsabilidades. En su balance final, Cooper se abstuvo de emitir recomendaciones formales, aunque calificó la retención sin consentimiento como una acción ofensiva para los estándares contemporáneos y destacó el carácter casi inimaginable de que la práctica se extendiera hasta 1991. El efecto en la clase política fue inmediato e intenso. La diputada independiente Meg Webb calificó el caso como “espantoso” y “profundamente impactante”, al tiempo que argumentó que corresponde analizar posibles compensaciones para las familias afectadas y tomar medidas contra quienes sean responsables, tanto a nivel individual como institucional. Durante años, el Museo de Patología R. A. Rodda fue un pilar central en la formación de profesionales de la salud en Australia, gracias a la riqueza de su colección de tejidos y especímenes humanos. Sin embargo, la revelación de estas prácticas pone en cuestión no solo la ética médica del pasado, sino también la propia relación entre instituciones, ciencia y sociedad.

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