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» Comercio y Justicia
Fecha: 17/09/2025 20:35
Por Erec Smith* para Cato ay Liberty (Estados Unidos) El asesinato de Charlie Kirk está causando conmoción en el panorama político estadounidense. Kirk, esposo, padre de dos hijos y destacado comentarista conservador y organizador político conocido por su trabajo con estudiantes universitarios, fue asesinado a tiros durante un evento en la Universidad del Valle de Utah el 10 de septiembre. El ataque a Kirk no fue solo personal, sino que fue un acto de violencia contra la libertad de expresión civil, algo que defendía sin descanso. Sería prudente seguir su ejemplo en la defensa de la libertad de expresión y el sutil arte de la persuasión. Las figuras políticas de ambos lados del espectro condenaron el asesinato. La unión de una sociedad por lo demás polarizada puede ser lo único bueno que salga de esta tragedia. Supongo que algo casi bueno que puede surgir es la pregunta implícita pero palpable: ¿Cómo hemos llegado, como sociedad, a un punto en el que no nos sorprende que alguien sea asesinado por promover y modelar el discurso civil? Esta es una de las preguntas que yo y otros intentamos responder en “Unidos para prevenir la violencia selectiva”, un programa de participación ciudadana de 2022 a 2024, en el que intentamos mitigar las causas de la violencia por motivos políticos. Intentamos mostrar cómo las comunidades pueden unirse de forma proactiva para hacer frente al extremismo violento. Los miembros abarcaban todo el espectro político, generacional y racial, todos con el objetivo de prevenir la violencia selectiva y promover el entendimiento con aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Juntos, los miembros creían que cuanto más deshumanizamos a aquellos con quienes no estamos de acuerdo, más nos acercamos a justificar la violencia hacia ellos. Creíamos que, trabajando juntos, podríamos ver nuestra humanidad común, así como nuestras diferencias. Todo esto se basaba en una creencia fundamental: necesitamos tender puentes sobre los abismos sociopolíticos, y el discurso civil es nuestra mejor herramienta para hacerlo. Esto nos lleva a lo que he denominado “persuasión mutua”: una teoría y práctica retórica centrada en escuchar más allá de las diferencias. El Proyecto de Persuasión Mutua promueve el diálogo como una especie de adhesivo civil para volver a unir las facciones sociales en un todo más unificado. Esto no quiere decir que todos tengamos que estar de acuerdo, sino que todos estamos de acuerdo en que hablar es una opción mejor que la violencia, que, si se considera en absoluto, debe ser el último recurso. La persuasión mutua se inspira en dos defensores del discurso civil: Jonathan Rauch y Daryl Davis. Rauch, en The Constitution of Knowledge, explica que en un modelo de “mercado de ideas” en el que exponemos nuestros pensamientos y creencias a la evaluación pública, existe “una red dinámica de persuasión mutua: persuasión crítica, por así decirlo, un proceso social de comparar continuamente notas, detectar errores y proponer soluciones”. Davis, un músico negro que entabló diálogos con miembros del Ku Klux Klan y logró que muchos abandonaran la organización, ejemplificó el poder de la conversación intencionada -no necesariamente el debate- para desarrollar el entendimiento mutuo. Ambos hombres recalcan la idea de que la “persuasión mutua” se basa en la humildad intelectual y la apertura mental, y que la democracia requiere una transformación a través del diálogo, no de la violencia. Nos enseñan que para eludir con éxito la violencia o sanar eficazmente después de ella se requiere un compromiso intencional, no sólo la expresión de desaprobación. Se puede decir que las dos organizaciones promueven tres principios fundamentales: –El diálogo puede prevenir la violencia: las comunidades que practican la escucha activa y la superordinación (colaboración hacia un objetivo común) pueden debilitar la atracción hacia el extremismo. –Escuchar y la humildad intelectual son actos civiles: para prevenir la violencia futura, debemos intentar comprender verdaderamente por qué aquellos con quienes no estamos de acuerdo tienen sus creencias, y debemos ser transparentes sobre por qué tenemos las nuestras. La humildad intelectual es una fortaleza: estar abierto a una variedad de perspectivas es el primer paso para promover el discurso y prevenir el extremismo. –La habilidad retórica es imprescindible: desarrollar las habilidades para comprender a los demás y expresar con claridad las propias ideas es clave para un diálogo saludable. A todos nos vendría bien aprender y perfeccionar nuestra retórica. Con estos principios como base, tal vez podamos crear más “unificadores” que divisores. Tal vez podamos adoptar la escucha activa y la receptividad. Tal vez podamos desarrollar esa confianza defensiva para exponer nuestras ideas al escrutinio. Tal vez lo más importante es que no podemos equiparar la incomodidad de las opiniones discrepantes con la violencia real. Que alguien no esté de acuerdo contigo es muy diferente a que alguien te haga daño físico. Esa idea es veneno para la sociedad civil. El asesinato de Kirk demuestra que, cuando el diálogo fracasa, la violencia puede llenar el vacío. Debemos llorar su muerte, pero también debemos resistirnos a la tentación de la violencia para evitar la muerte de otras personas. Kirk dedicó su carrera a defender el discurso civil; le debemos a su memoria hacer lo mismo. No es necesario que estemos de acuerdo con su política o su tono, pero debemos adoptar su creencia en el diálogo. Que nuestras palabras, y no nuestras armas, sean nuestro principal medio de persuasión. (*) Académico visitante de Política y Sociedad del Instituto Cato y profesor Asociado de Retórica en York College de Pennsylvania.
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