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» El litoral Corrientes
Fecha: 14/09/2025 01:59
En las presidenciales de 2023 un desenlace casi impensado, funcionó como el catalizador de múltiples sensaciones ciudadanas que expresaban su cansancio, su hartazgo y la necesidad de ensayar otro camino que no repitiera fórmulas conocidas, probadas y fundamentalmente fallidas. La primera lectura superficial intentaba comprender ese veredicto cívico y enmarcarlo en la coyuntura de una nación que procurando soluciones sólo empeoraba su cuadro de situación desperdiciando una oportunidad tras otra a lo largo de un siglo de tropiezos secuenciales. Los argentinos, en esa fotografía tan particular, emprendieron un recorrido inexplorado. Sabían que era una apuesta disruptiva, repleta de consignas diferentes y que se asomaba una tormenta que había que superar, pero simultáneamente tan inevitable como vital. Todos entendían que esto no sería sencillo. Los que votaron en esa dirección lo visualizaron mucho antes de plasmar su postura en los comicios y los que estaban en desacuerdo calculaban las dificultades que traerían consigo las políticas planteadas en campaña por ese candidato al que destetaban. El 2024 fue muy bravo. Las medidas adoptadas tuvieron la impronta prometida y rápidamente emergieron bajo la consigna de la icónica frase que afirmaba que “no hay plata”. La motosierra y la licuadora ocuparon el centro de la escena para acomodar la macro y devolverle previsibilidad al sistema. Varios sectores sintieron el cimbronazo, aunque muchos auguraban una etapa difícil bastante más prolongada y hasta más traumática. Unos meses después se encontraría una suerte de cauce con la primera muestra de resultados concretos indiscutibles. La contundente desaceleración de la inflación, una caída abrupta de la pobreza y la recuperación de la credibilidad internacional confirmaron que el sendero seleccionado explicitaba sus primeros frutos, tan bienvenidos como imprescindibles. Durante aquel complejo período, el Congreso, plagado de vacilaciones, acompañó algunas de las iniciativas gubernamentales e interpuso cuestionamientos en otros tantos. Con luces y sombras, y a pesar de la evidente minoría del oficialismo, se avanzó parcialmente en una agenda de reformas. A poco de andar, y tal como lo marca la tradición de esta tierra, el año electoral se inició y los ruidos no tardaron en aparecer. Las intrigas poblaron el horizonte y el espíritu reformista se detuvo, se frenó, al ritmo de la convocatoria a las urnas y de los turnos locales que impusieron su lógica. La economía y la política, lamentablemente se presentan como las dos caras de una misma moneda. Por estas latitudes parece improbable sacarse de encima ese karma. Así las cosas, cada vez que se avecina una elección las turbulencias hacen su parte y repiten rituales tan inútiles como dañinos. "Los argentinos tendrán que enfrentar un gran dilema muy pronto. En primer lugar, deberán tomar la determinación de ir a votar o no hacerlo, y asumir que ambas alternativas conllevan una responsabilidad y acarrean consecuencias intransferibles para cada individuo y para su círculo afectivo. La idea de que hay decisiones neutrales es una burda fantasía que sería razonable desterrar para luego no arrepentirse." La posibilidad de que el rumbo se modifique de plano brota como un fantasma que está avalado por una triste historia que convalida esa angustia. Aun admitiendo esa inercia determinista omnipresente, buena parte de la sociedad está convencida de que en esta ocasión hay que insistir, perseverar y que no hay marcha atrás en este esfuerzo colectivo. Eso es lo que se dirime en Octubre. Más allá de las innumerables consideraciones, de las esperables críticas y hasta de las cuestiones de corto plazo, tocará definir entre opciones. Una será la que propone interrumpir este proceso y retrotraer lo hecho para “ingenuamente” arrancar de nuevo. La otra consistirá en resistir la tentación demagógica y apretar el acelerador para lograr las reformas pendientes que aseguren el éxito del programa. En medio de esa polarización un grupo de tibios promoverán los cantos de sirena tratando de seducir a los devotos cultores de la “ancha avenida”, esos que creen que el gradualismo y los parches constituyen una propuesta sensata para configurar las bases del desarrollo. "Si finalmente se acepta que hay que inclinar la balanza en algún sentido, habrá que ver si se lo hace en positivo apoyando aquello que se valora o, por el contrario, se descarta lo peor y se acompaña aquello que sin enamorar resulta ser la menos mala de las chances del menú." Los argentinos tendrán que enfrentar un gran dilema muy pronto. En primer lugar, deberán tomar la determinación de ir a votar o no hacerlo, y asumir que ambas alternativas conllevan una responsabilidad y acarrean consecuencias intransferibles para cada individuo y para su círculo afectivo. La idea de que hay decisiones neutrales es una burda fantasía que sería razonable desterrar para luego no arrepentirse. Si finalmente se acepta que hay que inclinar la balanza en algún sentido, habrá que ver si se lo hace en positivo apoyando aquello que se valora o, por el contrario, se descarta lo peor y se acompaña aquello que sin enamorar resulta ser la menos mala de las chances del menú. "Por simplificado que parezca el esquema esas son las cartas que están sobre la mesa. El príncipe azul pertenece al cuento de hadas y en el mundo real no existe. Solo están disponibles versiones imperfectas que se corresponden con la esencia humana y la tarea es comparar entre lo posible, sin caer en la utopía de la búsqueda de la excelencia que paraliza e impide ser realista." Por simplificado que parezca el esquema esas son las cartas que están sobre la mesa. El príncipe azul pertenece al cuento de hadas y en el mundo real no existe. Solo están disponibles versiones imperfectas que se corresponden con la esencia humana y la tarea es comparar entre lo posible, sin caer en la utopía de la búsqueda de la excelencia que paraliza e impide ser realista.
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