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» El litoral Corrientes
Fecha: 14/09/2025 01:56
Tienen razón cuando afirman que siempre existieron pillos y pillastres en estos lares. No es que seamos diferentes, los hay en todo el mundo: el cartel “compro oro” abunda en el globo terráqueo. El inconveniente con los compradores de la ciudad de Vera y Aragón es que en la zona abunda el oro de entierros, con sus guardianes atrás, espíritus bravos y pendencieros que siguen al tesoro hallado. El ívygüí es el entierro bajo tierra o agua, lo he dicho en muchas oportunidades. La ciudad de Corrientes se llenó de monedas de oro y joyas durante la Guerra del Paraguay allá por 1865, los ejércitos establecidos en sus alrededores pelaban monedas de oro como naranjas. Desde la lavandera a la posadera cobraban en oro, entre 1865 a 1870 esta ciudad tuvo de todo, burdeles, hospedajes, cementerios de diversos orígenes, soldaderas de todos los lugares, comerciantes y bancos poderosos, mugre y pobreza como contraste. Pero que había oro, nadie lo duda. Y a ninguno se le ocurría tener la fortuna a la vista, así que elegían un buen lugar, hacían un mapa que posteriormente se perdía en el olvido por estar demasiado guardado, o se quemaba entre papeles viejos, quizá para hacer un asado. ¿Qué lugares eran los más conocidos? Las tumbas en los cementerios, las paredes de sus casas, los aljibes, los techos, más cuanto lugar se imaginen tienen razón. Ese oro hace unos 20 o 30 años comenzó a aflorar con las construcciones y derrumbes de edificaciones antiguas, muertes, duelos, nuevos ricos florecieron en el espacio ciudadano. Un gran negocio de la ciudad y otros cuántos eran los acaparadores del negocio, entregaban a sus dependientes un líquido que permitía distinguir el oro de metales dorados, tanto el vendedor como el comprador eran badulaques que intentaban sacarse ventaja; el primero metiendo gato por liebre, el segundo artista consumado rechazaba el oro por no tener la calidad intentando bajar al máximo el precio. Así recorrían el interior, venían cargados de collares, aros, cadenitas, monedas entre tanta mercadería. Los compradores mayoristas pagaban una pequeña diferencia a los intermediarios, no mucha para no engolosinarlos, se comunicaban entre sí para evitar la libre competencia y el precio no variaba entre unos y otros, así que el intermediario vendía sí o sí o quedaba sin capital para continuar. Todo ese oro se concentraba en un mismo lugar, una tienda muy famosa de venta de artículos de todo tipo.Había que darle salida sin que la autoridad pueda revisar el equipaje, porque estaban bajo la mira. Encontraron el camino para que el oro viajara a la calle Libertad en Buenos Aires, lugar de grandes joyerías, comerciantes del rubro. En Puerto Vilelas Chaco funcionaba una fábrica de caños de plomo, entre el plomo en forma de caños iba el oro todo debidamente organizado, concertado.Uno se suicidó descerrajándose un tiro en la sien al no soportar el acoso, otro fue internado grave con una enfermedad incurable gritando y pidiendo perdón, a quién, no se sabe, suponemos a los espectros que lo siguieron, protectores de los tesoros.Lo mismo ocurrió en la ciudad de Resistencia, la fábrica quebró y varios comerciantes del grupo murieron mal, muy mal como se dice en castellano antiguo y moderno.Chaque con la maldición de los tesoros, manifestó uno cuando se arrojó a las aguas del Paraná para hundirse lentamente alcanzando a la muerte como destino.
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