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» Comercio y Justicia
Fecha: 12/09/2025 11:29
Por Javier De Pascuale En la pequeña localidad de Stroeder, a 80 kilómetros de Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires, la única farmacia cerró sus puertas a comienzos del mes pasado debido a un desacuerdo entre el farmacéutico y el dueño del establecimiento. Este caso, que dejó a sus 2.000 habitantes sin acceso inmediato a medicamentos, refleja un problema estructural argentino: la insuficiencia de farmacias y farmacéuticos para satisfacer las necesidades de la población. Según datos extraoficiales, el país cuenta con entre 12.000 y 13.000 farmacias, lejos de las 16.000 necesarias para cumplir con la proporción ideal de una farmacia por cada 2.000 a 3.000 habitantes, recomendada por estándares internacionales. Además, con sólo 5,07 farmacéuticos por cada 10.000 habitantes, Argentina se encuentra rezagada frente a países como España, Brasil o Japón. Este déficit, agravado por regulaciones dispares entre provincias, pone en riesgo el acceso equitativo a la atención farmacéutica, un pilar clave del sistema de salud. Un mapa desigual de farmacias La distribución de farmacias a lo largo del país es un reflejo de las diferencias regulatorias entre provincias. Mientras Buenos Aires mantiene normas estrictas que limitan la apertura de farmacias según densidad poblacional y distancia mínima entre locales, otras jurisdicciones como Córdoba o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) permiten una mayor presencia de cadenas comerciales. Esta disparidad genera un mapa desparejo: las grandes ciudades concentran la oferta, mientras que áreas rurales, como Stroeder, enfrentan carencias críticas. La ley provincial 10.606 de Buenos Aires, por ejemplo, exige que las farmacias operen bajo la supervisión de un farmacéutico matriculado, lo que busca garantizar calidad, pero también puede complicar la apertura de nuevos locales en zonas de baja densidad. La Federación Internacional Farmacéutica (FIP), que representa a más de 4 millones de profesionales en el mundo, no establece un número fijo de farmacias por habitante, pero subraya la importancia de una “densidad adecuada” para garantizar una atención farmacéutica efectiva. En nuestro país, el déficit estimado de 3.000 a 4.000 farmacias revela una brecha significativa. Además, el mercado de distribución está altamente concentrado: de las 445 droguerías registradas, cuatro controlan el 70% del mercado, según datos del Ministerio de Salud. Esta situación eleva los costos de los medicamentos y complica el abastecimiento en regiones alejadas. El caso de Stroeder ilustra las consecuencias de esta problemática. “Estamos rezando para que la farmacia vuelva a funcionar pronto”, expresó Lorena Spasiuk, delegada municipal de la localidad. Mientras tanto, los habitantes deben recorrer 30 kilómetros hasta Villalonga o 80 hasta Patagones para acceder a medicamentos, un trayecto que implica costos y dificultades logísticas. La Municipalidad de Patagones habilitó el hospital local como solución temporal, pero esta medida no reemplaza la accesibilidad de una farmacia comunitaria. El modelo español: un referente a seguir España, un referente para el modelo sanitarista argentino, ofrece un contraste notable. Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), al cierre de 2024, el país contaba con 22.231 farmacias comunitarias, lo que equivale a una por cada 2.187 habitantes, una de las densidades más altas de Europa, sólo superada por Grecia y Chipre. Esta red, que incluye 14.338 farmacias en municipios no capitales, asegura una accesibilidad envidiable frente a países como Dinamarca (11.436 habitantes por farmacia) o Países Bajos (9.040). Además, España implementa medidas para sostener farmacias en zonas de baja rentabilidad, como las 672 consideradas de Viabilidad Económica Comprometida (VEC), que reciben un índice corrector de márgenes para garantizar su continuidad. En cuanto a los profesionales, España tiene 81.081 farmacéuticos colegiados, de los cuales 54.972 trabajan en farmacias comunitarias, lo que representa 17,2 farmacéuticos por cada 10,000 habitantes. El perfil es mayoritariamente femenino (71,9%) y joven (40% menores de 45 años), y su rol en la atención primaria es fundamental, complementando la labor de los 30.838 médicos de familia. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) regula este sistema, que utiliza herramientas como la receta electrónica para optimizar la dispensa. Argentina: un rezago en profesionales En contraste, Argentina enfrenta un déficit de farmacéuticos. Según la FIP, en 2021 había 4,06 millones de farmacéuticos licenciados en el mundo, de los cuales 2,82 millones ejercían, con un 59% de mujeres. En el país, la proporción de 5,07 farmacéuticos por 10.000 habitantes está por debajo de países como Bélgica (19,07), Japón (18,02) o incluso Brasil (6,83), líder regional. La Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) destaca el rol de estos profesionales, incluso ante emergencias como durante la pandemia del coronavirus, con servicios como vacunación y dispensación de autotest de Covid-19, aunque la escasez de personal sin dudas limita su impacto. La regulación estricta vigente en el país (de hecho, el 92% de los países analizados por la FIP exige registro profesional, al igual que en nuestro país), garantiza control, pero también puede desincentivar el ejercicio en áreas rurales. En Stroeder, la ausencia de un farmacéutico dispuesto a asumir el rol de director técnico parece haber sido clave en el cierre de la farmacia, evidenciando la fragilidad del sistema. Desregular o mejorar la regulación El modelo argentino, inspirado en el español, busca priorizar el acceso equitativo a medicamentos, pero enfrenta problemas estructurales. La desregulación propuesta por algunos sectores e impulsada por el gobierno de Javier Milei, que dejaría el mercado de medicamentos en manos de privados, podría agravar las desigualdades, especialmente en zonas rurales. En cambio, fortalecer la regulación nacional, estandarizar criterios entre provincias y fomentar incentivos para farmacéuticos en áreas de baja densidad podrían cerrar la brecha. La FIP enfatiza que una red farmacéutica robusta es esencial para los sistemas de salud. En la Argentina, alcanzar las 16.000 farmacias recomendadas y aumentar la cantidad de profesionales requeriría una inversión significativa en formación y políticas públicas. Mientras tanto, casos como el de Stroeder seguirán siendo un recordatorio de las consecuencias de un sistema fragmentado. De este modo, el déficit de farmacias y farmacéuticos en Argentina no sólo limita el acceso a medicamentos, sino que pone en riesgo la salud pública, especialmente en comunidades vulnerables. Frente al modelo español, que combina alta densidad de farmacias, regulación efectiva y un rol activo de los profesionales, nuestro país se encuentra ante la posibilidad de avanzar hacia una distribución más equitativa y un fortalecimiento de su red farmacéutica, de modo de garantizar que nadie quede sin acceso a la atención que necesita.
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