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  • El activista que encendió la llama de la “conciencia negra”: 24 horas de torturas y la confesión de los asesinos 20 años después

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/09/2025 04:56

    El 18 de agosto de 1977, Steve Biko fue detenido por la policía en Port Elizabeth y encarcelado bajo la Ley Terrorista 83, de 1967. Murió casi un mes después, producto de las torturas y tormentos (Steve Biko Fundation) Lo mataron porque era negro; lo mataron porque era joven y nacionalista africano; lo mataron porque era socialista y un militante activo contra el apartheid, aquella salvaje cultura racial sostenida en Sudáfrica por la represión, el encarcelamiento, la tortura, las desapariciones, las masacres colectivas y la violencia indiscriminada en la que tres millones de blancos llamados “afrikaaners” controlaban los poderes del Estado y dictaban las leyes y el destino de veintiocho millones de negros; lo mataron porque su muerte era una forma de prolongar la vida del apartheid, como diría diecisiete años después Nelson Mandela, convertido ya en el primer presidente negro surgido de elecciones libres en gobernar una nueva Sudáfrica; lo mataron porque Steve Biko, que tenía treinta años en el momento en el que acabaron con su vida a palazos en la cabeza, decía que los negros jamás lograrían alcanzar su libertad política si seguían sintiéndose inferiores a los blancos. Por eso lo mataron. Y porque se les antojó matarlo, porque pudieron hacerlo y porque decidieron hacerlo a sabiendas de que quienes lo asesinaron, jamás serían castigados. Hace cuarenta y ocho años, el 12 de septiembre de 1977, solo, desnudo, esposado a la cama de un hospital de Pretoria, la ciudad a la que había llegado en coma horas antes, incoherente al balbucear unas pocas palabras, con su visión casi anulada, en plena agonía y con repetidas caídas en el letargo, Steve Biko murió con la cabeza abierta a golpes después de varias palizas que le habían dado muy lejos de allí, en otra cárcel, otros policías, otros guardianes. El médico que lo vio dijo que no se observaban lesiones en su cuerpo. El ministro de Justicia de Sudáfrica declaró que Biko había muerto a raíz de “una huelga de hambre luego de ser arrestado en Port Elizabeth por difundir propaganda anti apartheid”. En Sudáfrica estalló una ola de indignación y de incidentes que fueron aplacados con brutales represiones. Después, el fuego se calmó; las aguas, sacudidas por la piedra que cae al río, dejaron de moverse. Pero siempre queda una llama encendida, la piedra siempre sigue en el fondo del agua. ¿Quién era ese hombre que en sólo treinta años se había convertido en el enemigo número uno de un régimen que, sin saberlo todavía, había empezado a escribir sus páginas finales, manchadas todas de sangre y de vergüenza? Steve Biko había nacido el 18 de diciembre de 1946 en casa de su abuela en Tarkastad, King William’s Town, en la provincia sudafricana de Cabo Oriental. Era el tercero de cuatro hijos de Mzingaye Mathew Biko, que murió cuando Steve era un chico de cuatro años, y de Alice “Mamcete” Biko, que se hizo cargo de la educación de sus hijos. Steve estudió en dos colegios católicos, Lovedale College y en Marianhill, en la cercana provincia de Natal, donde se recibió de bachiller. El asesinato de Steve Biko, símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica (Steve Biko Fundation) Pertenecía a la etnia xhosa, que predominaba entonces en Cabo Oriental, un pueblo de rica cultura, con tradiciones acendradas que incluyen ritos de paso a la adultez y un sistema de valores centrado en la veneración de los ancianos. Se los conocía entonces como la “gente de manta roja”, por sus trajes tradicionales y el uso del color ocre en sus ritos. Steve quiso estudiar Derecho en la universidad provincial, pero la familia, en especial su madre, le aconsejó estudiar medicina: temían, con razón, que los estudios para abogado lo llevaran a una temprana militancia política contra el apartheid y contra el poder de los afrikaaners blancos. Era un chico difícil de convencer, pero estudió medicina. De todos modos, la semilla de la rebeldía la habían plantado las autoridades años antes, cuando era un estudiante de secundaria y lo expulsaron del colegio por el activismo de su hermano mayor, Khaya, a quien le prohibieron de por vida asistir a cualquier colegio, escuela o universidad. Su biógrafa, Xolela Mangcu, afirma que en la universidad, Steve se unió a “un grupo de estudiantes particularmente sofisticado y cosmopolita” de toda Sudáfrica, todos reunidos en la sección reservada a los alumnos negros. Era parte de la política de la sociedad blanca descendiente de los británicos y holandeses llegados a esa tierra atraídos por el oro y los diamantes, que dictaba las leyes, controlaba los poderes del Estado, establecían las normas de la economía, fijaba las zonas de viviendas y se aseguraba las ventajas de un falso sistema democrático, exclusivo para europeos, sostenido por una política racista disfrazada de hipocresía que proclamaba: “Desarrollo separado”. "El principio Básico de Conciencia Negra es que el negro debe rechazar todos los sistemas de valores que buscan convertirlo en extranjero en el país de su nacimiento y reducir su dignidad humana básica", decía la Asociación de Estudiantes Sudafricanos (Steve Biko Fundation) En 1968, a sus veintidós años, Biko había sido elegido miembro del Consejo Representativo de Estudiantes, (SRC), desde donde se lanzó contra el apartheid con un concepto nuevo para la época y para Sudáfrica: el de comprender qué significaba ser negro primero y, luego, ser negro en Sudáfrica. Incluyó a todos los oprimidos por el apartheid: negros, indios, mestizos, mulatos y toda persona a la que la sociedad afrikaaner calificaba como “no blancos”; la audacia le costó las críticas de la Black People Convention, entre otras organizaciones. Su respuesta a esas críticas era: “Ser negro no es asunto de pigmentación de la piel, sino una reflexión sobre una actitud mental. Al describirse y asumirse como negro, usted inicia el camino hacia la emancipación”. También hizo notar, en discursos vigorosos y apasionados, la tendencia de los chicos africanos a odiar sus raíces, fruto de una enseñanza impulsada por los blancos que los induce a identificarse con una sociedad que no es la suya. “Para lograr una sociedad unificada, –dijo– los negros deben dejar de pensarse como apéndices de la sociedad dominante; por el contrario, tienen que ser capaces de comprenderse a sí mismos y de rechazar un sistema que los conduce a un entendimiento erróneo de su identidad”. El tipo era un polvorín. La SRC que integraba Biko como figura destacada era parte de la Unión Nacional de Estudiantes de Sudáfrica, (NUSAS), controlada por estudiantes liberales blancos. Biko estaba convencido de que los liberales blancos bien intencionados no entendían la experiencia de los negros, los más afectados por el apartheid, y pese a la buena voluntad actuaban a menudo de manera paternalista. De manera que ese año 1968, un año de decisivos y violentos hechos políticos y sociales que cambiaron aquel mundo, Biko fundó la Asociación de Estudiantes Sudafricanos, (SASO) que presidió de inmediato: esa fue una de las primeras organizaciones del movimiento “Conciencia Negra” que definía a “lo negro” de manera diferente a la que había adoptado en 1965 el Congreso Nacional Africano que lideraba Nelson Mandela desde detrás de las rejas en las que pasó veintisiete años. Aquel 1968 fue el año de los grandes movimientos estudiantiles rebeldes acunados por la gran protesta universitaria conocida como el “Mayo Francés”. Biko hizo en sus pocos años de actividad política, un cuidadoso ejercicio de equilibrio con los estudiantes blancos: mantuvo a su movimiento independiente de lo que él mismo llamaba “liberales blancos”, pero se opuso al movimiento antiblanco que surgía, irracional si se quiere, frente a la prepotencia y la violencia afrikaaner. Los disturbios de Soweto comenzaron durante una marcha de estudiantes negros contra el uso del afrikáans en las clases. La policía abrió fuego y se incendiaron coches y edificios (Keystone Pictures USA/ZUMAPRESS) En 1970, Biko casó con Ntsiki Mashalaba, un matrimonio que tuvo dos hijos: Nkosinathi y Samora. En julio de 1971, la SASO que presidía Biko definió las ideas de Conciencia Negra con un manifiesto que establecía la identidad negra cono “una actitud de mente, una forma de vida (…) El principio Básico de Conciencia Negra es que el negro debe rechazar todos los sistemas de valores que buscan convertirlo en extranjero en el país de su nacimiento y reducir su dignidad humana básica”. Biko afirmaba que una parte importantes de la lucha contra el apartheid y contra el gobierno de la minoría blanca, consistía en que los negros afirmaran su propia humanidad y se vieran a sí mismos como dignos de la libertad y de responsabilidad que implicaba ser libres. Impulsó un eslogan, un lema que llegó incluso a las estrellas de Hollywood que lo proclamaron hasta en las pomposas ceremonias de entrega de los premios Oscar: “Black is beautiful – Lo negro es hermoso”. El resultado cayó como una fruta madura: lo expulsaron de la universidad. En 1972, a los veinticuatro años, fundó en Durban el Programa de la Comunidad Negra, que impulsaba “el desarrollo político y socioeconómico de los hermanos de la comunidad negra de Sudáfrica y estimular así las acciones para la emancipación del inhumano sojuzgamiento del apartheid”. Fundó y editó la Revista Negra, que fue cerrada por el gobierno en febrero de 1973. Las manos del brutal apartheid cayeron sobre Biko. Lo confinaron en un arresto domiciliario de cinco años en su ciudad natal. Y le prohibieron participar de cualquier actividad y pertenecer a ninguna organización: era un muerto civil. El muerto civil gozaba de buena salud. Biko siguió con su trabajo con la comunidad negra de King William’s Town y empezó a estudiar Derecho por correspondencia. Dos años después, en diciembre de 1975, las condiciones de su vida en prisión domiciliaria aumentaron y le prohibieron incluso trabajar en el programa comunal. Biko fundó entonces el Ziumele Trust Fund que empezó a ayudar a los presos políticos y a sus familias y el Ginsberg Educational Trust que ayudaba a los estudiantes víctimas de la persecución racial. En 1976 fue elegido secretario general del Ginsberg y la Convención del Pueblo Negro (BPC) lo eligió presidente honorario en un congreso celebrado en Durban al que Biko no pudo asistir. Fue entonces, en 1976, cuando todo cambió, o empezó a cambiar, en Sudáfrica. El primer ministro de Sudáfrica John Vorster (Keystone Pictures USA/ZUMAPRESS) El barrio de Soweto, al oeste de Johannesburgo, era entonces una de las principales áreas urbanas que concentraba a la población de raza negra. El entonces primer ministro John Vorster había impulsado la promulgación de un “Decreto Medio de Afrikáns” que obligaba a los estudiantes a aprender ese idioma en lugar del inglés, que les garantizaba el poder desenvolverse mejor en el futuro: era el idioma del comercio, de la ciencia, del derecho y de la medicina. Si existía una persona poco querida por los estudiantes negros sudafricanos era Vorster: partidario de la segregación racial, había sido ministro de Justicia antes de llegar a Primer Ministro, era el responsable de detenciones arbitrarias, represiones violentas y de la condena a cadena perpetua contra Nelson Mandela. Los estudiantes de Soweto salieron a la calle a fines de abril y en los primeros días de mayo de 1976 con algunos carteles que exigían un trato igualitario con los estudiantes blancos, que hablaban afrikáns y a quienes enseñaban inglés. Además de los carteles, los chicos eligieron a sus líderes. Todos recibieron ayuda, orientación y guía de “Conciencia Negra” y de sus profesores negros; formaron un comité de acción para llevar adelante una manifestación pacífica para el miércoles 16 de junio a la que convocaron a todos los escolares, de primaria y secundaria. La mañana de ese día, una manifestación de unos tres mil estudiantes se lanzó a las calles de Soweto encabezada por chicos y adolescentes a quienes acompañaban algunos profesores. Poco a poco, más alumnos negros se unieron al grupo inicial y eludieron, o trataron de esquivar, las barricadas policiales levantadas en la madrugada. Al mediodía, los manifestantes sumaban diez mil; cantaban y gritaban los mismos lemas que también gritaban sus pancartas. Algunos eran muy directos: “Abajo el afrikáans”, y otros desbordaban simpatía: “Si aprendemos afrikáans, que Vorster aprenda zulú”. La postal que recorrió al mundo y mostró a Hector Pieterson en brazos de Mbuyisa Makhubo, otro estudiante, de 18 años, y al lado de Antoinette, de 17, su hermana (AP/Sam Nzima) La represión estalló entonces con toda furia. La policía lanzó a sus perros contra los estudiantes y, cuando los chicos se defendieron a pedradas, la policía disparó sus armas de fuego: a matar. La batalla duró hasta el atardecer. Una foto recorrió luego el mundo: es la del chico Hector Pieterson, de doce años, muerto, inerte en brazos de su hermano mayor, que lo carga con la cara deformada por el llanto. Fue una masacre. La historia oficial cifró en veintitrés los escolares muertos; las cifras más reales calculan entre ciento setenta y setecientos los asesinados ese día, muchos de ellos escolares. Cada 16 de junio celebran en Sudáfrica el Día del Niño Africano en recuerdo de la masacre de Soweto. Steve Biko era ya un indeseable para el poder afrikaaner. Lo tomaron como responsable de la protesta estudiantil en la comunidad negra de Johannesburgo, lo arrestaron en agosto de 1976 y lo condenaron a ciento un días de confinamiento solitario. Inmediatamente después de cumplir la condena, volvieron a arrestarlo y debieron liberarlo bajo fianza; en julio volvieron a apresarlo, aunque nunca fue acusado de algún acto de violencia. El 18 de agosto de 1977, Biko fue detenido por la policía en Port Elizabeth y encarcelado bajo la Ley Terrorista 83, de 1967. Lo acusaron de violar la orden que lo confinaba a King William’s Town. Lo interrogaron, en realidad, lo golpearon y lo torturaron, en la Sala de Policía 619, un reconocido centro de tormentos. Fueron veintidós horas de palizas y torturan que lo dejaron en coma. El 20 de agosto lo trasladaron a la comisaría de Walmer, en los suburbios de Port Elizabeth; allí lo encadenaron inconsciente a la reja de una ventana a lo largo de todo un día. Sin que haya posibilidad de confirmarlo, los investigadores presumen que allí Biko sufrió una decisiva lesión cerebral provocada por nuevos golpes en la cabeza, o por el agravamiento de lesiones anteriores. Allí lo dejaron, sin atención médica o con unos socorros básicos e insuficientes durante veinte días. El 11 de septiembre su estado se agravó y decidieron llevarlo a un hospital. El ministro de Justicia de Sudáfrica declaró que Biko había muerto a raíz de “una huelga de hambre luego de ser arrestado en Port Elizabeth por difundir propaganda anti apartheid” (Steve Biko Fundation) No eligieron un hospital cercano. Cargaron a Biko, desnudo y esposado, en la parte trasera de un Land Rover y lo trasladaron mil cien kilómetros por tierra hasta la prisión de Pretoria, que contaba con instalaciones hospitalarias. Allí murió, a poco de llegar, el 12 de septiembre. Los médicos policiales hablaron de una prolongada huelga de hambre como causa de la muerte, pero la autopsia mostró múltiples contusiones y cifró como causa de la muerte una hemorragia cerebral generada por lesiones masivas en el cráneo. El asesinato de Biko sacudió a Sudáfrica y al mundo. Donald Woods, un periodista blanco, contrario al apartheid, acompañó a la mujer del líder negro al depósito de cadáveres. Woods logró entrar con su cámara y tomo varias fotos del cuerpo apaleado de Biko: se vio obligado a dejar Sudáfrica y a exiliarse en Londres. El funeral de Biko fue otra gran manifestación de dolida protesta. Más de veinte mil personas lo despidieron en el Estadio Victoria de King William’s Town. Podrían haber sido más, pero la policía bloqueó varios de los accesos al estadio. En 2022, Nelson Mandela escribió: “Biko habita en el universo de los bravos y corajudos líderes que contribuyeron a moldear una Sudáfrica democrática. ¡Nunca dejemos de celebrar su vida!”. A Biko lo mataron fundamentalmente porque difundía la idea de que los negros jamás lograrían alcanzar su libertad política si seguían sintiéndose inferiores a los blancos (Steve Biko Fundation) Sus asesinos por fin contaron la verdad. Lo hicieron en 1997, al amparo de la Comisión de Verdad y Reconciliación creada en 1995 para investigar la violencia y las violaciones a los derechos humanos durante el apartheid. En ella, y cambio de una confesión plena de sus crímenes políticos, los victimarios podían recibir la amnistía. Ante ese tribunal se presentaron a mediados de los noventa, Harold Snyman y Gideon Nieuwoudt. Snyman era un mayor de la Policía de Seguridad de Sudáfrica en 1977, se retiró con el grado de coronel, que admitió que él y sus compañeros habían golpeado la cabeza de Steve Biko contra la pared, lo habían encadenado a una puerta como si lo crucificaran durante veinticuatro horas y luego habían ocultado la verdad sobre su muerte. Nieuwoudt, quien reconoció haber usado en sus métodos de interrogatorio “bolsas húmedas, veneno, máquinas de tortura”, que a menudo se disfrazaba de sacerdote y era llamado “El sacerdote del infierno”, dijo que había golpeado a Biko con una manguera de goma mientras lo interrogaban en la comisaría de Port Elizabeth. La solicitud de amnistía de Snyman por la muerte de Biko fue denegada por la Comisión de la Verdad. Murió de cáncer de piel el 1 de noviembre de 1998. La Comisión también negó la amnistía a Nieuwoudt por el mismo caso. Implicado en otros crímenes políticos, esperaba una resolución de perdón sobre otros cinco asesinatos políticos cuando murió en 2005 de cáncer de pulmón. Ninguno de los asesinos de Steve Biko pisó jamás una cárcel.

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