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  • Un diagnóstico incómodo: errores autoinfligidos

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 10/09/2025 06:41

    Por Diego Dequino (*) No hubo un tsunami global, ni crisis subprime, ni cierre de los mercados internacionales como en otras ocasiones. Esta vez, el problema es de factura propia. Se trata de errores autoinfligidos que terminaron dejando a la economía con pocas herramientas, en un momento en el que el Gobierno debería haber guardado municiones. El primer daño autoinfligido fue no acumular dólares cuando el mercado ofrecía condiciones para hacerlo. En tiempos de vacas gordas, cualquier familia ahorra para el período de vacas flacas. Pero se eligió dejar pasar esa oportunidad, confiando en que el tipo de cambio bajaría más, como si fuera razonable pensar en un dólar a 1.000 pesos o menos. Luce hoy absurdo. El resultado es que cuando las condiciones se endurecen, no hay suficiente colchón de reservas. El segundo daño autoinfligido fue desarmar de golpe las LEFI (ex Leliq) desconectando el crédito justo cuando más falta hacía. Los bancos argentinos no son la panacea, pero venían prestando a buen ritmo en el último año, otorgando cierto oxígeno a una clase media cada vez más estrangulada en ingresos. Cortar ese flujo fue quitarles la tabla de flotación en medio del río. Se hizo con la excusa de que “exterminaría” la inflación, pero el efecto al momento fue dejar a las familias sin financiamiento, agravando la gestión del consumo en amplios sectores de la población. La economía no se quiebra por la micro. Es cierto que la micro lastima el bolsillo diario, la panadería que no llega a pagar la luz o la familia que no puede cubrir las cuotas. Pero lo que dinamita económicamente a los países no es la microeconomía sino la macro. Se derrumban por pérdida de reservas, por un default de deuda, por emisión descontrolada de dinero, por un atraso cambiario insoportable o por el colapso productivo de algún sector crítico de la economía. Esto es lo que se volvió a poner en juego. Podríamos realizar una analogía simple, imaginando un gobierno que se preparó para correr un sprint en 2024 con el fin sortear la hiperinflación, y lo logró. Apagó riesgos inmediatos con motosierra, frenó obra pública, contuvo déficits, ordenó la política monetaria. Imaginó que esa carrera terminaba en aquel momento, y que luego venía otro sprint. Pero lo que seguía en 2025 era el inicio de una maratón. En una maratón se necesita resistencia, administración de fuerzas, planificación y capacidad de adaptación. No se corre igual 100 metros que 42 kilómetros. Sin ese cambio de mentalidad, el agotamiento está garantizado. Luego, desde el domingo último, se sumó el tema político. El Gobierno enfrenta un dilema: ¿puede gestionar la economía sin sostén político amplio? La experiencia argentina demuestra que no. Y aquí surge la paradoja: en un contexto externo incluso favorable, sin shocks internacionales, con aliados de lujo (Trump y FMI), logró complicarse solo. El futuro será tan complicado como sincero sea este diagnóstico. Porque negar lo evidente no arregla los problemas: sólo los agrava. Aceptar los problemas, tampoco los resuelve, pero facilita administrar soluciones. No obstante, mientras se siga creyendo que con fórmulas de corto plazo se resuelven problemas de largo aliento, seguiremos en un círculo vicioso desgastando a nuestra economía y erosionando la confianza social. (*) Economista

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