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  • Cynthia Martínez: “El arte me salvó y me sigue salvando”

    » Primerochaco

    Fecha: 08/09/2025 12:01

    La artista plástica chaqueña Cynthia Martínez habla de sus inicios, de su pasión por el óleo y del modo en que cada obra se convierte en un espejo de sus emociones. Con una carrera marcada por la búsqueda del realismo y la expresión de lo íntimo, sus pinturas han sabido conmover, sorprender y, en ocasiones, sanar. Martínez, oriunda de Chaco, se define como una artista “polifacética” aunque lo suyo, dice sin titubeos, es el óleo. “Lo que más me gusta es pintar en óleo, sobre todo realismo, a veces con tintes mágicos o místicos. Mi proceso creativo suele basarse en historias: propias, de personas que conozco o de lo que observo en el entorno. Siempre hay un poco de mí en todo lo que pinto”. El arte como catarsis Lejos de la idea de una producción desligada de la vida, Martínez entiende la pintura como una vía de canalización emocional. “Uno se inspira mucho más cuando la está pasando mal. Tengo una obra de una mujer-ángel con un ala rota, con sangre, con las manos vendadas… cuando la pinté pensé que transmitía fuerza y reconstrucción, pero en realidad lo inconsciente se filtró y apareció una tristeza muy profunda”. Esa obra, que expuso en la tradicional confitería La Biela de Buenos Aires, tuvo un desenlace inesperado: “Una mujer la vio, se enamoró de ella y la compró en una semana. Nunca supe quién fue, pero estoy segura de que algo de lo que yo sentía también lo estaba atravesando ella. Fue una experiencia única”. Entre maestros y veladuras Su formación comenzó en Chaco, con el maestro Juan José Stegmayer, y luego se perfeccionó en Buenos Aires con Ricardo Celman, a quien define como “el Maradona de la pintura”. Esa búsqueda constante de perfección técnica la llevó a especializarse en el óleo: “Con este material se logran pieles y rostros con un realismo único. Trabajo con veladuras, capas finísimas de pintura que dan profundidad y volumen. La Gioconda tiene veinte veladuras; yo trato de aplicar ese mismo criterio. Claro que a veces hay que decir ‘basta’, porque uno podría seguir retocando eternamente”. Aunque reconoce haber probado otros soportes como la cerámica, nunca abandonó el lienzo. “El acrílico puede ser muy bueno, pero el óleo tiene una nobleza que para mí es insuperable. Me permite llegar a lo que quiero: la expresividad del ser humano”. El taller, un refugio Lejos del bullicio, Cynthia prefiere pintar en soledad. “Es mi cueva, mi lugar. No me gusta hacerlo en público, prefiero que me vean al lado de la obra ya terminada. Pintar es un momento íntimo, de introspección”. La música suele acompañar ese proceso, sobre todo en las noches: “En la pandemia lo disfruté mucho. El silencio, la magia de la noche… pintaba hasta tarde”. Su rutina, sin embargo, no siempre le permite largas jornadas creativas. Madre de dos hijos y viuda, organiza el tiempo entre responsabilidades y pinceles. “A veces pinto una hora, a veces ocho. Todo depende de las ganas. Si no hay ganas, no sale. No me imagino un artista forzando algo así”. El diálogo con el espectador La relación con el público es, para Cynthia, una parte fundamental de su obra. Aunque muchas veces el sentido inicial se desdibuja, ella valora esa apropiación ajena: “No cuento lo que me inspiró una pintura porque quiero que el espectador sea libre. Su interpretación puede ser mucho más rica que la mía”. Esa libertad explica también por qué evita hablar demasiado en las inauguraciones: “Soy bastante introspectiva. Antes me costaba horrores dar entrevistas, pero con el tiempo aprendí a soltarme. Hoy entiendo que el arte también necesita de la palabra para llegar a otros lugares”. Presente y futuro Actualmente, Martínez participa de una muestra colectiva en la Facultad de Ingeniería de la UNNE, junto a artistas como Mariana Stegmayer, Sergio Falcón, Cintia Montenegro y José Midraji, entre otros. La exposición puede visitarse de lunes a viernes, con entrada libre y gratuita. En redes sociales, se la puede encontrar en @cynmartinez09(Instagram) y como Cynthia Martínez en Facebook, aunque reconoce que todavía debe organizar mejor sus plataformas digitales. De cara al futuro, sueña en grande: “Me encantaría exponer en Estados Unidos y vender en dólares —ríe—, pero por ahora disfruto de cada muestra, de cada oportunidad de compartir lo que hago. El camino del arte es animarse y mostrarse”. El puente como símbolo Entre sus obras recientes destaca una pintura del Puente General Belgrano, acompañada por la imagen de un niño tocando chamamé. “El puente es inspirador, una metáfora de unión y de tránsito. Me gusta pensar que mi arte también es eso: un puente entre lo que siento y lo que otros pueden ver”.

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