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» Diario Cordoba
Fecha: 07/09/2025 07:34
Septiembre nos trae siempre el recuerdo de un gran poeta cordobés, Leopoldo de Luis, con sus magníficos poemas y sus entrañables versos, saludando el otoño con una Elegía que ha quedado entre las páginas literarias más bellas, sembrándolas de sublimes sentimientos: «Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa / y caen en el estanque solitario del alma / Un dolor de ser otros parece que nos pesa como unas rotas alas». Más adelante, el poeta nos invita a escuchar «la voz honda del tiempo», en consonancia con las palabras bíblicas tan conocidas del Eclesiastés, que nos dicen que hay un tiempo para todo: «Todo tiene su momento oportuno». Hay un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar». Ahora, cuando se alza el telón del nuevo curso escolar, académico y político, es «tiempo de planificar, tiempo de pensar en los demás, tiempo de construir esa nueva civilización soñada, la «civilización del amor», de la que tanto nos han hablado los últimos Papas de la Iglesia. Podemos hacer frente a las incertidumbres, dramas y contratiempos de una hora difícil y golpeada por tantos intereses y desmanes, «reinventándonos y recreando» nuevas formas de relación, tanto familiares y sociales como laborales, o por el contrario, «cruzarnos de brazos» en una apatía que raya con la anestesia colectiva. No es fácil, pero sí urgente, gestionar y solucionar ese triángulo que tanto preocupa a la opinión pública: «Inmigración, despoblación y empleo». Todo, menos «el discurso del insulto», que sólo sirve para envenenar más el ambiente. Precisamente, en el evangelio que se proclama en las eucaristías de hoy, domingo, Jesús de Nazaret nos plantea el camino a seguir: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío». Seguir a Jesús supone «reubicar» todas nuestras relaciones humanas, hasta las más determinantes, como las que tenemos con nuestros familiares más cercanos: con el padre y la madre, con la pareja y los hijos, con hermanas y hermanos. El seguimiento de Jesús siempre es afectivo y, en consecuencia, lleva a «resituar» los lazos de afecto con los demás. Conduce a un amor maduro, no dependiente, que se abre a otras relaciones humanas, con una sensibilidad especial hacia los más necesitados. Es desprendido y adopta un horizonte universal. Jesús «trastoca» nuestros cariños humanos y los sitúa en perspectivas más amplias, porque en el Padre de Jesús todos somos hijos y hermanos. Pero muchas veces esta realidad añade costes a los que ya tiene la propia vida humana. Una cruz que pesa y con la que ha de hacerse el camino. Cansa, pero también consuela al darnos cuenta de que seguimos la vía tomada por Jesús y nos solidarizamos en alguna medida con su destino. En un mundo injusto, la cruz es parte de la vida de los seguidores del Maestro, porque es un mundo que no sabe nada del Reino de paz y de justicia y se opone a él. Jesús «trastoca» nuestras vidas, les da la vuelta y las llena de sentido. Mañana, en Córdoba, la Fuensanta, en la fiesta de la Natividad de la Virgen María. En los momentos de crisis necesitamos siempre el regazo de una Madre. María, «mujer humilde que escucha a Dios, con confianza y alegría», como la define el Concilio Vaticano II. María, «Madre del silencio, que custodia el misterio de Dios; Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano; Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y misericordia; María, mujer de la escucha, mujer de la decisión, mujer de la acción», como la invocaba el papa Francisco. De nuevo, escucharemos las bellas palabras del canto popular: «Junto al pocito y al santuario, de tu barrio eres gloria y flor…». Y los versos finales de aquella «Oración primera», de José Hierro: «Y que Él recoja la palabra / la dé su destino justo». *Sacerdote y periodista
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