Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Los 50 días que cambiarán la Argentina

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 06/09/2025 07:53

    El personalismo extremo de la competencia en Buenos Aires de este domingo pone en cuestión la polarización que ha atravesado a la política argentina desde la crisis del 2001. La debilidad de un peronismo ensimismado en la visión centralista del distrito que Eduardo Duhalde “alambró” para siempre, y la del adversario Milei, que protagoniza el gobierno más débil de los cinco gobiernos débiles que ha tenido el país desde 2001, muestran el agotamiento de la construcción confrontativa de fuerzas que instaló en el debate el peronismo de la familia Kirchner. Este método es un costado de la demagogia. Construye la puja ficticia entre el pueblo verdadero con la oligarquía – el anti-pueblo – que los oprime. Producto del despotismo ilustrado de los Laclau, ha llevado al país a una sucesión de gobiernos débiles y a su responsable, el peronismo, a perder el principal activo que fue su dominio territorial. Hoy cuenta con cinco gobernadores que no le responden del todo a la cúpula partidaria, encarnada por la cautiva de San José 1111. Esa ficción dibuja la polarización en el nivel dirigencial pero que no representa a los electorados que se alejan de la dirigencia por el camino de la abstención al voto. La anquilosis de ese sistema de acumulación de fuerzas de la cúpula partidaria no ha quebrado la integridad del electorado del peronismo, que no está dividido por la polarización planteada por sus dirigentes. De la misma manera, el electorado de lo que fue Juntos por el Cambio tampoco expresa la polarización de extrema derecha que plantea, hasta la exageración y el ridículo, el actual presidente, al que ayudó a llegar al poder. Que todo se resuelva en un duelo al sol entre Kicillof y Milei, dos jefes sin liderazgo sobre el conjunto de sus fuerzas, pone en el horizonte la crisis de la polarización. Ha sonado la hora de los normales Los dirigentes de las fuerzas que están fuera de esa polarización esperan los resultados de las elecciones de octubre para ocupar en el terreno político lo que representa en el Congreso el grupo de “los normales” hasta ahora referenciados en Juan Carlos Romero en el Senado y Miguel Pichetto en Diputados. Son el fiel de la balanza para cualquier decisión, más allá de que sus bloques sean minoritarios. Valen porque están fuera de la polarización y aportan a que el sistema haga una transición del delirio milenarista de Olivos hacia alguna forma de racionalidad. Uno de los dirigentes de ese espectro, que hoy no es ni un espacio común, habló en las últimas horas de la necesidad de ir, dicho crudamente, “de la locura a la normalidad”. Juan Schiaretti usó esos términos en la charla que dio en los Diálogos organizados por la Fundación Mediterránea en el Alvear Palace Hotel. Pareció describir lo que desde Córdoba representó, dentro del peronismo, la Alternativa Federal que actuó entre 2018 y 2019. Describió la agenda del grupo de gobernadores Provincias Unidas como “un proyecto federal, de producción y de trabajo, que expresa el sentido común de la Argentina real”. El presidente, dijo, nunca ha hablado de producción y trabajo. Los gobernadores + un partido La liga de gobernadores – argumentó Schiaretti antes de entregarse a actos de campaña en Tigre y La Matanza – es lo nuevo de este proceso. “Milei – dijo ante un auditorio que había escuchado minutos antes a Federico Sturzenegger – es un emergente de la grieta, de la frustración y del fracaso del kirchnerismo. El kirchnerismo no vuelve, se apaga y va quedando relegado en el conurbano bonaerense: ya volvió con Alberto Fernández y fue el mayor desastre de la historia democrática argentina”. Schiaretti viene de mantener una reunión, en julio pasado, con Pichetto y Mauricio Macri, en la que éste aseguró que después de las elecciones volverán a hablar. Macri ha decidido no aparecer en esta campaña, pero espera adherir a esa liga de gobernadores que es Provincias Unidas, que tiene ambiciones de crecer hasta juntar a una decena de gobernadores. La fórmula que imaginan esos dirigentes es un espacio que los reúna bajo un sello partidario que sea lo más parecido a lo que fue Juntos por el Cambio en 2015. Aquella coalición suspendió la dialéctica de la polarización durante 4 años. Vigo recluta en el Senado Cuando Schiaretti sostenía este discurso en el hotel Alvear, Pichetto estaba en Neuquén firmando un acuerdo de Encuentro Republicano con el gobernador Rolando Figueroa en el frente La Neuquenidad, un trasunto patagónico del cordobesismo. Encuentro Federal ya festejó en Corrientes como parte del frente de los Valdés, y participa en Provincias Unidas en elecciones de Buenos Aires, Misiones – donde sostiene la candidatura a diputado del presidente Ramón Puerta – y en algunos distritos más como Córdoba. Otros dirigentes del espectro de los “normales” miran este proyecto para después de las elecciones. En el Senado, la senadora Alejandra Vigo, cónyuge de Schiaretti, mantuvo esta semana un diálogo con el senador radical por el Chaco Víctor Zimmermann, que termina su banca y puede ser candidato a gobernador en 2027 y, por supuesto, con el salteño Romero, que también finaliza su banca. Estos dos legisladores han sostenido proyectos del gobierno como una oposición crítica, pero no de bloqueo, como el peronismo de Unión por la Patria, y ven este emprendimiento como un camino que supere la polarización que – creen – solo les sirve a los débiles. La soledad de los corredores de fondo Es difícil encontrar antecedentes de unas elecciones que decidan tanto y se resuelvan en el enfrentamiento de dirigentes con un liderazgo tan pobre en sus respectivas fuerzas. Es notable la soledad con la que lleva adelante Axel Kicillof la campaña para las elecciones de renovación legislativa del distrito más grande de la Argentina. No lo acompaña ningún gobernador del peronismo. Ni los jefes del PJ del distrito, los Kirchner madre e hijo, se dignaron contrastar en una foto con el gobernador. Tampoco Javier Milei apareció acompañado en la campaña por dirigentes nacionales de su fuerza, de sus aliados del radicalismo y del PRO, ni de los héroes empresarios a los que sirve y a los que acude en busca de apoyo. Lo hizo en las mismas horas en que saltaron audios resbaladizos. Buscó el abrigo en un acto de la Corporación América, su “alma máter” política, y en el CICYP. La soledad de estos dos corredores de fondo, que han buscado encarnar la cara de dos modelos, le dan al experimento electoral una singularidad que conviene desmenuzar, para entender lo que pasa entre hoy y las elecciones nacionales del 26 de octubre. Son los 50 días que cambiarán la Argentina. Manda el interés de los intendentes La primera nota para registrar es la experiencia del desacople de las dos fechas electorales, que pone en la superficie la naturaleza territorial de la disputa. Cuando las elecciones nacionales y provinciales ocurrían en la misma fecha, la disputa por los cargos de arriba amparaba lo que ocurría por debajo. Con el desacople, lo que se disputa es el poder territorial, en 135 municipios, por el control de las bancas de concejales. Los caciques locales pelean por la composición de los concejos deliberantes, que son la sede del poder real. Esta pelea pone en manos de los intendentes y los jefes políticos locales el destino de las elecciones a cargos superiores. Un intendente de Buenos Aires sabe que si no tiene la mayoría en el concejo deliberante se enfrenta a un pelotón de fusilamiento que lo va a destituir a la primera de cambio. Tener la mitad más uno de los leales es el objetivo básico. Lo demás es literatura. Resultados a la carta Esta realidad aporta la percepción que aprovechará el peronismo, que gobierna en 71 municipios. Los 71 intendentes de Fuerza Patria se jugarán todos a ganar en sus municipios. Con ese número alzarán, al cierre del escrutinio, la bandera ganadora. El resto de los municipios está gobernado por otras fuerzas y ninguna podrá decir que ganó más municipios que el peronismo. Esa bandera de triunfo, que le da confianza al peronismo de Kicillof, la intentarán empatar sus adversarios cuando se conozcan los resultados de las ocho secciones electorales de la provincia. En esa suma, la oposición presume que podrá ganar la mayoría de las secciones o, en todo caso, perder por diferencias mínimas. Ninguna de las encuestas de intención de voto ha aportado claridad sobre la suerte de los candidatos para alcanzar el piso de votos para ganar bancas de diputados y senadores. Ese piso depende del tamaño del distrito y de los cargos que se disputan. Cuántos votos hay que sacar Esta demografía impone mínimos para que un candidato gane una banca provincial. Los baquianos de estas elecciones manejan esos números mínimos: para ganar una banca de diputado en la 1ª sección se necesitan el 12,5% de los votos; en la 2ª el 14%; en la 3ª el 5,5%; en la 4ª el 12%; en la 5ª el 20%; en la 6ª el 9,5%; en la 7ª el 33% y en la 8ª el 1,6%. Para entrar en el reparto de bancas de senadores, al ser la mitad en cantidad respecto de los diputados, los porcentajes se duplican. Este embudo circunscribe la disputa a muy pocos partidos y frentes, y el número de quienes pueden sacar algo cambiar en cada sección. Por esa razón es previsible que en las secciones electorales 1ª, 5ª, 6ª y 8ª el final sea un juego limitado a dos frentes. En las secciones 2ª, 3ª y 4ª, el juego puede ser entre tres frentes distintos. En la 7ª sección, la demografía local prevé que sea un juego de uno o dos frentes, porque exige el 33% de los votos. Son enigmas para quinieleros de la política, pero decisivos para decidir cuánto le convenía invertir a un candidato o a un frente. Hacer una campaña puede servir para hacer músculo y ganar popularidad, por lo que decide todo es si se gana o no una banca. Los prejuicios, a examen Las elecciones de este domingo van a poner a prueba los prejuicios y verdades reveladas del juego político. Primero, si la marca de La Libertad Avanza es ganadora sin mover un músculo. Ese prejuicio ha servido para que ganase espacio en alianzas provinciales en las elecciones que hubo hasta ahora. El cálculo de las nuevas elecciones realizadas revela, según el cálculo sobre los resultados finales, que LLA sacó el 21,10% de los votos y que el resto de las fuerzas llegaron a sumar el 78,81% (cálculo publicado por Delfina Celichini en La Nación del 1/IX/2025). LLA ganó una sola elección, en CABA, con el 15% de los votos sobre el padrón. Figura en la órbita ganadora del Chaco, donde ganó el gobierno de la UCR en cantidad de votos, aunque no en cantidad de bancas frente al peronismo. Estos resultados plantean alguna claridad sobre la naturaleza de la pelea electoral, que no es una puja de personalidades, sino una confrontación de proyectos colectivos. Lo ilustra la diferencia entre los hermanos Milei en CABA y los hermanos Valdés de Corrientes. El vocero de los Milei, sin estructura partidaria, apenas alcanzó el 15% de los votos sobre el padrón y el 30% sobre los votos emitidos. Ocurrió en el distrito de los Milei, donde deberían haber echado el resto. Manuel Adorni, vocero presidencial, representaba a los Milei sin ningún otro atributo. En Corrientes también Juan Pablo Valdés fue candidato a gobernador por la mera relación con su hermano Gustavo, inhabilitado para tener un tercer mandato. Equivalía a Adorni en CABA. Pero ganó en primera vuelta el cargo porque no solo representaba al hermano, sino porque movilizaba un conjunto restante con eje en la UCR provincial, que amplió el proyecto al sumar al sector del peronismo de Camau Espínola.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por