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  • Turismo o acuicultura: el dilema del Fin del Mundo

    Usuhahia » Diario Prensa

    Fecha: 03/09/2025 23:43

    “Tierra del Fuego se encuentra frente a una encrucijada: preserva sus paisajes y su cultura y se consolida como un destino turístico de excelencia mundial o se arriesga a hipotecar ese capital en nombre de proyectos improvisados y de dudosa rentabilidad”. En Tierra del Fuego, el turismo se ha consolidado como una de las actividades económicas más dinámicas y con mayor proyección internacional. La imagen del “fin del mundo” atrae cada año a miles de visitantes fascinados por sus paisajes extremos, su historia cultural y el magnetismo de un territorio único. Sin embargo, esa riqueza —natural y cultural— de la que depende el turismo enfrenta hoy una presión creciente: proyectos extractivos y acuícolas que, bajo la promesa de empleo rápido, podrían comprometer irreversiblemente el futuro de la provincia. PAISAJE COMO CAPITAL IRREMPLAZABLE El paisaje no es un recurso más: es el bien indispensable que sostiene la identidad fueguina y la experiencia de quienes llegan hasta aquí. Los paisajes culturales —forjados en la interacción entre la naturaleza, las comunidades originarias, los pioneros y el presente urbano— constituyen un valor diferencial que ningún otro destino del país puede ofrecer en igual magnitud. Desde los bosques que bordean el Canal Beagle hasta los lagos de la cordillera y los ríos que descienden hacia el Atlántico, cada escenario forma parte de un patrimonio vivo que seduce al visitante y sostiene a miles de familias que dependen del turismo. EL RIESGO DE IMPROVISAR En lugar de avanzar hacia una planificación territorial que garantice un uso equilibrado de los bienes naturales, el gobierno provincial ha optado, en varios casos, por la improvisación. Iniciativas que prometen puestos de trabajo a corto plazo se imponen sin evaluar seriamente su impacto sobre actividades ya consolidadas. Un ejemplo preocupante es el impulso de convertir a Tierra del Fuego en un polo de desarrollo acuícola mediante la introducción de especies exóticas. Esta decisión desconoce que los ríos, lagos y sectores de la costa marina son hoy escenarios utilizados para actividades turísticas consolidadas —navegación, pesca deportiva, senderismo, contemplación paisajística— que dependen de la preservación de la calidad ambiental. La introducción de especies ajenas al ecosistema no solo amenaza la biodiversidad local, sino que puede degradar la experiencia que busca el turista: un contacto genuino con la naturaleza prístina del extremo sur del continente. LA CONTRADICCIÓN OFICIAL Esta situación se vuelve aún más llamativa frente al discurso oficial. El propio gobierno provincial promociona a Tierra del Fuego como el “fin del mundo”, apelando a la idea de naturaleza prístina, salvaje y única. Esa es la marca con la que busca seducir al turista internacional. Sin embargo, al mismo tiempo se muestra permeable a emprendimientos que solo pueden desarrollarse con fuerte impacto ambiental y que, en muchos casos, generan puestos de trabajo precarios y de baja calidad. La contradicción se profundiza cuando, en paralelo, la gestión gubernamental celebra la inminente construcción de nuevos hoteles de 4 y 5 estrellas —es decir, infraestructura de alta gama para un turismo exigente—, pero no garantiza la preservación de lo que ese mismo turista viene a buscar: atractivos naturales y culturales de calidad. Sin paisajes intactos, sin ríos limpios, sin costas protegidas, la hotelería de lujo se convierte en una promesa vacía. DESARROLLO VERSUS SUSTENTABILIDAD El dilema es claro: ¿apostar a emprendimientos de riesgo, que podrían traer beneficios económicos limitados y concentrados, o fortalecer un turismo que ya ha demostrado ser motor de desarrollo inclusivo y sostenible? Tierra del Fuego no puede darse el lujo de hipotecar sus atractivos en nombre de actividades que chocan frontalmente con el perfil de un mercado turístico en constante crecimiento. El turismo exige calidad de atractivos, autenticidad y paisajes íntegros. Cada vez más, los visitantes valoran destinos que cuidan su entorno y penalizan con su ausencia a los lugares que lo degradan. Introducir factores de riesgo ambiental equivale, en los hechos, a debilitar la principal carta de presentación de la provincia. LA URGENCIA DE PLANIFICAR Lo que está en juego es mucho más que un sector económico: es la posibilidad de construir un modelo de desarrollo coherente, donde los bienes naturales y culturales sean gestionados de manera responsable. Tierra del Fuego necesita con urgencia una planificación territorial seria, participativa y con visión de largo plazo. Esa planificación debe identificar qué espacios se reservan para el turismo, cuáles para actividades productivas y cuáles para conservación estricta. Solo así será posible evitar superposiciones dañinas y conflictos innecesarios. Ignorar esta necesidad es repetir errores que otras regiones del mundo ya han lamentado: destinos que, tras apostar a actividades extractivas, vieron deteriorarse su atractivo turístico y perdieron oportunidades irreversibles. UN LLAMADO A LA COMUNIDAD Defender el paisaje fueguino no es una cuestión romántica ni un lujo de ambientalistas. Es un acto de responsabilidad colectiva frente al presente y al futuro. El turismo ha demostrado que puede generar empleo, promover identidad cultural y proyectar a la provincia como un destino singular en el planeta. Apostar a actividades que pongan en riesgo este camino es un error que pagaremos todos. En definitiva, Tierra del Fuego se encuentra frente a una encrucijada. O se consolida como un destino turístico de excelencia mundial, preservando sus paisajes y su cultura, o se arriesga a hipotecar ese capital en nombre de proyectos improvisados y de dudosa rentabilidad. El desafío es claro: planificar con inteligencia, proteger lo que nos hace únicos y garantizar que el “fin del mundo” siga siendo un lugar de atracción y orgullo, no de pérdida y arrepentimiento.

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