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» Diario Cordoba
Fecha: 03/09/2025 10:19
Salwa, Gaimula, Metu, Mohamed o Wahba son algunos de los nombres de los niños que este martes montaban en tres autobuses para regresar con sus familias del Sahara. Han pasado en Córdoba el verano en el programa denominado Vacaciones en Paz que hace posible cada año la asociación Acansa. A ellos les gusta, como a cualquiera, la playa, la piscina, los juegos, el parque, «estar con mi familia y con mis amigos», dicen. «Me paso el verano superbién», sintetiza Wahba (a la que todos dicen Guapa, porque suena casi igual). Ella forma parte de una familia numerosa, a la que echa de menos, aunque no le importaría quedarse más tiempo con la de acogida de Córdoba. Alba Maestre es quien recibe Wahba, a la que ya conocen desde hace tres años y asegura que aunque es la primera niña a la que acogen, la experiencia es sin lugar a dudas emocionante: «nosotros no tenemos niños y ella llena la casa de alegría». Así que la despedida es «muy dura y muy triste, pero compensa porque han pasado un buen verano y llevan sus maletas llenas de regalos y ayuda para pasar el invierno». Adiós a las vacaciones en paz de 2025 / Manuel Murillo Además, cada familia aporta a la expedición un total de 25 kilos de material con el que ayudar a las familias que siguen viviendo en el desierto, según ha explicado a este periódico la presidenta de Acansa, Ana Ramos. Este año Acansa ha traído hasta Córdoba a 147 niños de los que cuatro permanecerán aquí hasta que se recuperen de sus enfermedades o de las intervenciones a la que han sido sometidos. Carmen Córdoba lleva ya varios años recibiendo niños saharauis y se siente satisfecha con hacerlo por lo que supone de ayuda para estos menores. Mientras ella habla, sus hijas (Carmen y Martina), abrazadas a Metu, que tiene 10 años, lloran desconsoladas por su partida, porque aseguran que para ellas «es una hermana más» y les da pena que regrese a un lugar con unas condiciones de vida nada agradables. Gaimula es la primera vez que viene, pero llegó acompañada de su hermana Salwa a casa de María, de la que se llevan el recuerdo de un verano no solo de paz sino también de cariño. Su familia cordobesa asegura que cada año el momento de la despedida es peor, igual que lo es para José Javier Murillo al decirle adiós a Mohamed, que lleva tres años viniendo a Posadas. Cerca de ellos, un familiar de acogida pide a una niña que cuando llegue llame a Manoli, mientras otra de las menores asegura antes de montar en el autocar que echa de menos el cuscús, porque «el de aquí no es igual». Los tres autobuses enfilan la autovía en dirección a Sevilla, desde donde los menores volarán hasta el Sahara, donde sus otras familias les recibirán sobre las cuatro de la mañana. Después, dormirán soñando con el próximo verano y sus vacaciones en paz.
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