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  • La nueva Guerra Fría y el complejo ajedrez de los intercambios de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/09/2025 02:57

    El libro 'Intercambio' revela los complejos acuerdos de intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia Hay muchas cosas que gustan en Swap: A Secret History of the New Cold War [Intercambio: Una historia secreta de la nueva Guerra Fría], un relato minuciosamente documentado de la negociación por el intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia: la narración galopante, los insoportables y a menudo inesperados obstáculos afrontados y superados y, sobre todo, el atractivo y espantoso elenco de personajes. Por un lado, entre otros, están Brittney Griner, la destacada jugadora de baloncesto de la WNBA; el ex marine Paul Whelan; y Evan Gershkovich, el reportero del Wall Street Journal que a su salida de la prisión de Lefortovo preguntó si el presidente ruso Vladimir Putin se sentaría para una entrevista. (De momento, no lo ha hecho.) En el otro bando, tenemos a Maria Butina, que se arrimó a los defensores estadounidenses de las armas mientras vivía en Estados Unidos como agente extranjera no declarada; Viktor Bout, que vendió armas a grupos beligerantes de todo el mundo; y Vadim Krasikov, que asesinó a un exiliado checheno a plena luz del día en un parque de Berlín. Drew Hinshaw y Joe Parkinson, los autores de Swap, son reporteros de investigación del Wall Street Journal. Escriben sobre varios intercambios diferentes, que se remontan hasta 2010, pero se centran en el intercambio de 2024, en el que 24 personas -entre ellas, Krasikov y su colega Gershkovich- fueron devueltas a sus respectivos países de origen. Tal y como se informó en su momento, se trataba de un acuerdo enormemente complicado, un “cubo de Rubik”, en palabras de Hinshaw y Parkinson, en el que participaban no solo Rusia y Estados Unidos, sino también Polonia, Alemania y Eslovenia, y en el que Turquía desempeñaba un importante papel de apoyo. La activista política rusa Maria Butina, acusada por el FBI de "agente no registrada", al momento de ser liberada de una prisión en Florida, en octubre de 2019 El calendario tenía que ser exacto, había que disipar las dudas, y los cálculos sobre cuáles de los suyos equilibrarían cuáles de los nuestros tenían que ser políticamente aceptables. Menciono “suyos” y “nuestros” porque esta es una historia contada, como es lógico, casi enteramente desde el punto de vista estadounidense. ¿Hubo discusiones dentro del Kremlin? ¿Debates sobre el momento o los métodos? Eso no lo sabemos. Al principio del libro, los autores sugieren que hubo una especie de simetría entre Moscú y Washington. Los rusos detuvieron a estadounidenses; en respuesta, los servicios de inteligencia estadounidenses identificaron a espías rusos encubiertos en Eslovenia y Polonia, y persuadieron a las autoridades de esos países para que intervinieran y efectuaran detenciones, con vistas a utilizarlos en un intercambio. “En la niebla de este nuevo mundo pirata”, escriben los autores, “un observador atento podría vislumbrar una verdad incómoda: para jugar a este juego de secuestro e intercambio, Estados Unidos y sus aliados de altas miras tendrían que preguntarse hasta qué punto estaban dispuestos a parecerse a Rusia”. Los periodistas Alsu Kurmasheva y van Gershkovich, y el marine Paul Whelan, tres de los ciudadanos estadounidenses liberados por Rusia en agosto de 2024 Pero esa analogía no nos lleva muy lejos, como el propio libro acaba dejando claro. El principal objetivo de Putin era conseguir la liberación de Bout, que cumplía una larga condena en un centro penitenciario de Illinois, y de Krasikov, que estaba en una prisión alemana. Griner, canjeada por Bout en un intercambio que precedió al del “cubo de Rubik”, no es en modo alguno comparable a él. Tampoco Gershkovich, Whelan o Alsu Kurmasheva -reportera de Radio Free Europe detenida tras regresar a Rusia para visitar a su madre- son en absoluto análogos a Krasikov, coronel del grupo de élite Alpha del Servicio Federal de Seguridad ruso, o FSB. Las personas detenidas en Europa a petición de los estadounidenses eran agentes de inteligencia rusos, no periodistas ni turistas ni profesores de instituto ni jugadores de baloncesto. Los criminales rusos fueron canjeados por rehenes occidentales. El gobierno alemán se resistía a liberar a Krasikov, un asesino convicto. Swap sostiene que el canciller alemán Olaf Scholz solo necesitaba un empujoncito de Washington, que Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Joe Biden, tardó en dar luz verde. Un elemento clave fue la inclusión del encarcelado Alexei Navalny en el acuerdo. Navalny, el opositor más eficaz de Putin, se había recuperado en un hospital alemán después de que el FSB intentara matarlo con un agente nervioso. Luego había regresado a Rusia, donde fue inmediatamente detenido. Los autores mencionan, pero no desarrollan, la idea de que los alemanes podrían presentar un intercambio en el que participara Navalny como un acto de especial rectitud, lo que haría que la liberación y el intercambio de Krasikov les resultaran aceptables. El presunto traficante de armas ruso Viktor Bout (centro) es escoltado por agentes de la DEA tras llegar al aeropuerto del condado de Westchester en White Plains, Nueva York, Estados Unidos el 16 de noviembre de 2010 Pero Navalny murió en su campo de prisioneros del Ártico antes de que pudiera realizarse el intercambio. Una posible interpretación, que este libro no aborda, es que Putin, que detestaba y temía a Navalny, lo mandó matar. Una vez que Putin vio que Berlín había cedido y estaba dispuesto al intercambio, sugiere esta teoría, confió en que se podría llegar a algún otro acuerdo que no incluyera a Navalny, aunque llevara algún tiempo. Y ya no tendría que volver a preocuparse por él. Ocho disidentes rusos fueron liberados junto con los estadounidenses, el más destacado de ellos Vladimir Kara-Murza, figura destacada de la oposición a Putin, blanco de dos envenenamientos frustrados y columnista colaborador de la sección de opinión de The Washington Post. Kara-Murza había sido condenado por “desacreditar” al ejército y traición después de que Putin lanzara su invasión a gran escala de Ucrania en 2022. La posibilidad de asegurar su liberación fue lo que convenció a Alemania de desempeñar su papel crucial en el acuerdo y liberar a Krasikov; sin Krasikov, lo más probable es que los rusos no hubieran llegado a ningún acuerdo. Un mural en Washington pedía por la liberación de la basquetbolista Brittney Griner y otros rehenes estadounidenses en Rusia, en marzo de 2024 Los autores mencionan a Kara-Murza casi de pasada y ni siquiera identifican a los demás disidentes rusos. Es una laguna desafortunada en un relato por lo demás maravillosamente detallado. Estos hombres y mujeres no eran rehenes, sino prisioneros injustamente encarcelados por su propio gobierno. Su inclusión elevó el nivel. A algunos funcionarios les preocupaba que el intercambio de prisioneros invitara a regímenes de todo el mundo a tomar más rehenes, dado que Gershkovich fue detenido por cargos falsos después de que Griner fuera canjeada por Bout. Pero la inclusión de las figuras de la oposición rusa fue un contraargumento: que la administración Biden, enfrentada a un horrible dilema, al final había sacado algo bueno de él. Uno de los héroes del intercambio -y del libro- es Christo Grozev. Una especie de periodista forense búlgaro, había descubierto a agentes rusos y desenterrado todo tipo de delitos que habían cometido utilizando rutas de vuelo, fotos en las redes sociales, registros telefónicos e imágenes por satélite. Había ayudado a Navalny a identificar a sus envenenadores del FSB. Fue él, en colaboración con Maria Pevchikh, ayudante de Navalny, quien propuso ampliar el intercambio, para transformar las estancadas negociaciones sobre Krasikov y los estadounidenses en el gran acuerdo que finalmente se alcanzó. Sorprendentemente, encontró funcionarios de Biden receptivos que se pusieron manos a la obra para hacerlo realidad. Hay un tipo de reportaje llamado “tic-tac”, muy apreciado por los editores, que se esfuerza por presentar un relato exhaustivo de las tensas reuniones, las angustiosas decisiones, los mensajes cruzados y los errores de comunicación que condujeron a un acontecimiento importante. Swap, convincente y extenso, lo consigue. Es un libro tic-tac repleto de coloridos detalles. Dudo que se pueda extraer una lección más profunda, a menos que sea la evidente verdad de que, por ahora, los estadounidenses deberían mantenerse alejados de Rusia. Fuente: The Washington Post [Fotos: Reuters/ Kaylee Greenlee Beal; Reuters/ Sarah Silbiger; Departamento de Justicia EEUU vía Reuters]

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