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Parana » InfoParana
Fecha: 03/09/2025 00:16
En los recovecos del tiempo, donde las cifras se desdibujan en la niebla de los anaqueles y el destino de un país pende de un hilo tan tenue como un sueño, se erige el laberinto del Mercado Único y Libre de Cambio. Un espacio que no es geográfico, sino metafísico, habitado por fantasmas de transacciones, murmullos de exportadores y el eco de los anhelos de importadores. Allí, en ese punto donde la realidad y la especulación se entrelazan, el dólar, esa divisa que es a la vez signo y substancia, se convierte en el centro de un ritual ancestral. El gobierno, en la figura del Tesoro Nacional —ese Minotauro de los fondos públicos—, observa la rueda con la cautela de quien conoce los secretos del porvenir. Sabe que las balanzas del mercado se inclinan peligrosamente; la demanda, una criatura de mil cabezas, devora la oferta con una avidez incesante. El precio del dólar, un número que es a la vez brújula y presagio, asciende como un globo de fuego, amenazando con desatar un cataclismo. Ante este inminente abismo, el Tesoro toma la decisión que un rey toma ante una insurrección. Abre sus arcas, un cofre de unos US$ 1.700 millones, que son el oro de su fortaleza, el pago de deudas pasadas y futuras. Con ellos, se propone intervenir en el mercado. No es una mera venta, sino un acto de fe, un intento de reescribir una línea del destino. Se arrojan esos dólares al torbellino para calmar su furia, para que la cotización, esa cifra indómita, baje y recupere el sosiego. Sin embargo, el Tesoro sabe que esta acción es una apuesta que roza la herejía. Pues el mercado, como un dios ciego, tiene su propia sabiduría. Si vislumbra la debilidad detrás del gesto, si percibe que el Minotauro no tiene más que ofrecer, podría desatarse la corrida cambiaria. Una tempestad de deseos y miedos que, como una ola de arena, sepultaría toda certeza. El destino, ese eterno jugador de ajedrez, guarda sus movimientos finales en un silencio de esfinge. Y en ese silencio, el gobierno, el mercado y el ciudadano de a pie esperan la revelación del futuro, escrita en las fluctuaciones de un número.
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