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» Comercio y Justicia
Fecha: 28/08/2025 05:43
Por Elba Fernández Grillo (*) -Dígame mediadora ¿el amor se termina? -¿Ud. me pregunta sobre el amor entre los integrantes de una pareja, supongo? Habíamos comenzado la mediación con una sola de las partes, lo que en nuestro lenguaje es una reunión privada. Mientras esperábamos a que llegara la otra, advertimos que no estaba correctamente notificada aunque, según ella, le había dicho de esta audiencia. Le pedí el número de celular del requerido, Rafael, y salí de la sala para hablar con él, quien efectivamente no había recibido la cédula. Residía en el interior de la provincia y me explicó que su abogado le dijo que no asistiera hasta tanto no le llegase una comunicación en papel. Charlamos un rato, me presenté, le conté que en otra sala estaba Macarena, la requirente, y qué le parecía sí poníamos una nueva fecha de reunión a los fines de tratar los temas concernientes al hijo en común. Contestó que estaba de acuerdo, que trabajaba por su cuenta y por lo tanto podía acomodar día y horario. Le consulté a Macarena y estuvo de acuerdo en una nueva fecha, que le comuniqué a Rafael. Le expliqué que dejaba constancia de esta comunicación con él en el expediente, certificada por un funcionario y que constituía una notificación. Que no esperara cédula alguna en papel. Cuando volví a la sala, Macarena volvió a preguntarme “si el amor se terminaba” (a ella poco le importaban estos aspectos burocráticos como notificaciones y demás). Cerré mis ojos, me tomé de la frente y contesté lo que a lo largo de más de 20 años de mediadora había acumulado como experiencia. ¿Ud. me pregunta Macarena sí el amor se termina como un tarro de dulce de leche, una caja de galletitas? O sea ¿se termina y no vuelve a haber más? No lo sé -le dije- dependerá de tantas cosas: de las personas, de lo muy malo que haya resultado la experiencia, de las edades de cada uno de los integrantes de la pareja, de sus personalidades, de cómo transiten el duelo de la separación, de sí tienen hijos. Es sencilla mi pregunta, me contestó. Tiene Ud. razón, pero yo no me animo a darle una respuesta cierta. Porque antes deberíamos preguntarnos ¿qué es el Amor? ¿o cómo sabemos que lo que sentimos por el otro es amor? ¿Y cuántas clases de amor hay? En fin, sin quererlo Macarena me había metido en un camino filosófico, antropológico, sicológico, difícil de salir. Recordé el título de un libro de un amigo, Fernando Bertona, que tituló “La utopía del Amor”. En este caso, el autor considera al amor una utopía, algo que figura como meta, pero complicada de lograr. Y sólo atiné a contestarle que pensaba que el amor era una construcción, a veces de personas, que no sólo es atinente a los seres humanos, por ejemplo, al ver cómo un animalito defiende a sus cachorros. Que sí creía había un amor de película, de novela, de cuentos. Que, en la convivencia diaria, la gran mayoría de las veces estas creencias se desmoronaban, porque el día a día era más duro de llevar, consensuar diferencias, ideales, metas, solía traernos dificultades. Que también la historia de la humanidad había cambiado, al menos en esta parte del mundo. Las mujeres ya no éramos posesiones de los hombres, como un coche, una moto. Muchas nos hemos capacitado y podemos mantenernos sin la asistencia del varón y ya esto es una gran diferencia. O sea, sí permanecemos en la pareja es porque deseamos seguir juntos un mismo camino. Que también creía debía sostenerse un proyecto de vida en común, a lo que ella contestó: “y los hijos en común ya son un proyecto” sí, pero a veces no alcanza. Tenemos muchas mediaciones familiares, todas con parejas con hijos y sin embargo se separan. Quizás se terminó el amor, quizás las diferencias fueron más que las coincidencias, faltaron proyectos, en fin… La vida, los nuevos tiempos, los cambios en mujeres y hombres en lo cultural, en lo laboral, en lo parental, van produciendo transformaciones donde no sólo se modifican las parejas y sus maneras de vivir; también las metas, las inquietudes. En el pasado casarse y tener hijos era el objetivo de muchas mujeres, hoy con frecuencia escucho: yo quiero tener un compañero, no un marido, y no quiero tener hijos. Quiero viajar, crecer profesionalmente, hacer una carrera en la empresa donde trabajo, etc. Tener hijos ya no constituye la única aspiración de los jóvenes de hoy. También hemos tenido casos de desavenencias y separaciones de parejas del mismo sexo y debimos mediar la división patrimonial, el régimen comunicacional con los hijos y varios temas más. Hoy no sólo hablamos de parejas heterosexuales, sino también de homosexuales que después de mucho amarse, se casaron, tuvieron hijos y de pronto -como dice Ud- el amor se terminó. Finalmente, ambos mediadores le preguntamos por qué tenía estas inquietudes, que sí estaba segura no querer tener más vínculo con Rafael y que las respuestas a estos interrogantes debía lograrlas ella, quizás ayudada por un sicólogo y que siempre se podían modificar acuerdos. Siempre se puede cambiar, las personas no somos entes estáticos, tenemos inteligencia, emociones, sentimientos para procurarnos la mejor vida posible. En la segunda audiencia le contamos a Rafael una síntesis de lo charlado con la mamá de su hijo (en la actualidad tenía 6 años), y como hombre de campo y del interior hablaba poco y lo justo y nos dijo que manifestara Macarena qué necesitaba y que se lo iba a proveer. También contó que vivía solo, que no tenía otra pareja y que cuando visitaba al hijo, muchas veces iban los tres a cenar, a pasear, a hacer compras. Rafael era una persona instruida y comprendió perfectamente el procedimiento de mediación. Al finalizar la audiencia el único acuerdo que pudimos escribir fue en qué días y horarios retiraría a su hijo y cuál sería su aporte económico para los gastos del niño y de Macarena, ya que ella no contaba con la solvencia económica de él. Fue una mediación tranquila, como la vida que llevaban ellos tres, pienso que eran una pareja sólo que no vivían bajo el mismo techo. Y el hijo había aprendido que esos eran los padres que tenía. Macarena no quería vivir en el campo y él no quería vivir en la ciudad, creo ese fue el único escollo que no pudieron superar, ¿era eso decisivo? (*) Lic. en Comunicación Social, mediadora
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