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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/08/2025 04:39
Teresa de Calcuta nació un 26 de agosto de 1910 (AFP) “La muerte es el escalón más alto del ser humano. Una persona alcanza ese estado más alto cuando muere en paz con Dios. Ver como sufren su destino es también algo maravilloso. Sufren como Jesucristo en la cruz y así se acercan a él”, llegó a decir, porque si se hace una síntesis de su vida, para ella lo más importante era la muerte. Cuando se cumplen 115 años del nacimiento de la monja que fue santificada como la Madre Teresa de Calcuta, su figura sigue provocando controversias. Todo el mundo reconoce la imagen de esa mujer baja y enjuta, de rostro arrugado y mirada intensa, rescatada oficialmente por el Vaticano por su labor con los moribundos, pero a la vez cuestionada por su exaltación del dolor como camino de purificación. Tanto que entre estos últimos el escritor estadounidense Christopher Hitchens llegó a llamarla “Ángel del Infierno” como contrapartida de su santidad y el argentino Martín Caparrós la describió como una mujer extrañamente fascinada por el dolor y la muerte. Ella misma decía que en sus tanatorios la misión no era salvar las vidas de los enfermos sino de acompañarlos hasta que murieran. Agnes Bojaxhiu, que así se llamaba, nació en Uskub – la actual ciudad de Skopie, Macedonia del Norte, el 26 de agosto de 1910. Era hija de una familia albanesa acomodada y fue educada estrictamente en la fe católica, una religión que abrazó con fervor desde muy chica, tanto que a los 17 años dejó su casa y la comodidad de la vida familiar para ingresar en la orden de la Virgen de Loreto en Irlanda y continuó con su noviciado en la India. “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”, solía describirse a sí misma cuando su orden ya era famosa por su controvertida obra. Ella misma contaba que recibió el “llamado de Dios” en septiembre de 1946, durante un largo viaje en ferrocarril a Calcuta, en el que descubrió que su misión era la de ayudar y asistir a los más pobres de entre los pobres. Tan convencida estaba que pidió permiso al papa Pío XII para abandonar el convento, irse a vivir a Calcuta y fundar una nueva orden. Todo eso le fue concedido y se convirtió en la creadora de las Misioneras de la Caridad. Desde entonces vistió siempre el atuendo de los más pobres de India: el sari blanco con tres franjas azules con que la conoció el mundo entero. De esa decisión escribió en su diario: “Nuestro Señor quiere que sea una monja libre cubierta con la pobreza de la cruz. Hoy aprendí una buena lección. La pobreza de esta gente debe ser algo muy difícil para ellos. Mientras buscaba por un hogar caminé y caminé hasta que mis brazos y piernas me dolieron. Pensé entonces qué tanto debía dolerles a ellos en su cuerpo y alma, buscando por un hogar, por comida y por tener salud. Por mi propia elección, mi Dios, y porque te amo, deseo permanecer y hacer lo que sea que tu Santa voluntad me pida”. Teresa recibió el “llamado de Dios” en septiembre de 1946, durante un largo viaje en ferrocarril a Calcuta (El Peruano) “Morir con dignidad” Tenía 42 años cuando, en 1952, inauguró el primer hogar para moribundos en Calcuta. Luego de obtener ayuda de diversos funcionarios indios, convirtió un abandonado templo hindú en el Hogar para moribundos “Kalighat”, un hospicio gratuito para los pobres. Tiempo después su nombre se modificó a “Kalighat, la casa del corazón puro”. A todos aquellos que llegaban a Kalighat, la Madre Teresa, como pasó a llamarse, les ofrecía una mínima atención médica, pero sobre todo la oportunidad de “morir con dignidad” de acuerdo con los rituales de su propia fe: los musulmanes leían el Corán, los hindúes recibían agua del Ganges y los católicos obtenían los últimos ritos. En una entrevista de 1970 contó cómo había conseguido su primer tanatorio: “A mí me ocurrió el primer caso, el de una mujer tirada en plena calle. Se la estaban comiendo las ratas y las hormigas. Yo la llevé al hospital, pero no podían hacer nada por ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije que no me marchaba de allí en tanto no se hiciesen cargo de ella. Después fui al ayuntamiento pidiendo me diesen un lugar donde meter a tales desgraciados, porque ya en el mismo día, había encontrado a otros que también se morían en mitad de la calle. El administrador encargado de la salud pública me señaló el templo de Kali. El edificio estaba vacío; me preguntó aquel señor si lo quería. Yo me sentí contenta de poseer tal casa por diversas razones, particularmente porque era un centro de culto y de devoción de los hindúes. En veinticuatro horas condujimos allí a nuestros enfermos y lisiados. Desde entonces hemos recogido por las calles de Calcuta más de veinte mil personas, de las cuales ya han muerto cerca de la mitad”. La monja albanesa describía así el proceso hacia la muerte que les ofrecía a quienes llegaban al tanatorio: “Para personas que vivieron como animales, una muerte hermosa es morir como ángeles, amados y queridos”. Una década después de haber fundado su primer hogar del moribundo, con el visto bueno del papa Pablo VI, la orden comenzó a propagarse por el mundo. Primero estableció su congregación en Venezuela y más tarde inauguró establecimientos en Roma, Austria y Tanzania. Con el correr de los años, las Misioneras de la Caridad se expandieron por América, Asia, África y Europa. Para 1997, la orden tenía 610 misiones en 123 países, incluidas tareas en hospicios y hogares para personas con Sida, lepra y tuberculosis, comedores populares, programas de asesoramiento para niños y familias, orfanatos y escuelas. Una visita de la Madre Teresa a Johanesburgo, Sudafrica (AFP) Las malas compañías Desde mucho antes de su muerte, la Madre Teresa era foco de una fuerte controversia y no solo por su exaltación del camino hacia la muerte. Mientras parte del mundo la admiraba por su obra de caridad, no faltaban fuertes críticas que se centraban en sus relaciones con los ricos y los poderosos, su concepción de la muerte que muchas veces excluía la ayuda médica a los enfermos, y por cómo abandonaba su rígida posición contra el aborto o el divorcio cuando se trataba de casos que afectaban a sus notables amigos. Entre otras cosas, se la acusaba de llevarse bien con dictadores como el sanguinario haitiano Claude Duvalier, “Baby Doc” – que aportó cuantiosas sumas de dinero a su obra - y de recibir sin cuestionamientos exorbitantes donaciones de corruptos como Charles Keating, procesado por su estafa de “bonos basura” que dejó en la calle a casi veinte mil personas en los Estados Unidos. A Jean-Claude Duvalier, responsable – igual que su padre, Claude, “Papá Doc” - de un verdadero genocidio en Haití, lo defendió públicamente a través de la figura de su esposa, Michèle Bennett. “Nunca he visto a los pobres ser tan familiares con sus jefes de Estado como lo son con ella. Para mí es una bella lección”, dijo frente a las cámaras en “60 Minutos”, por entonces el programa de mayor audiencia de la televisión estadounidense. Las imágenes de la monja pronunciando estas palabras fueron reproducidas durante al menos una semana por la televisión pública haitiana como propaganda favorable a la dictadura. “La Madre Teresa ha asistido a los enfermos y a los pobres de todo el mundo. Ella no escoge a qué países ir sobre la base de la política interna, y esto explica por qué ella ha visitado tanto naciones represivas de derecha, como Haití, como naciones represivas de izquierda, como Albania. Hitchens no puede digerir esto y acusa a la Madre Teresa de servir a dictaduras. Ahora bien, si se ha de seguir su lógica aquí, entonces la mayoría de trabajadores del Cuerpo de Paz y el personal de la Cruz Roja son culpables de cortejar a los déspotas”, la defendió el presidente de la Liga Católica por los Derechos Religiosos y Civiles, William Donohue. Al estafador Keating, de quien recibió más de un millón de dólares del dinero sucio logrado con sus maniobras fraudulentas, llegó a defenderlo públicamente pidiéndole clemencia a la corte estadounidense que lo juzgaba. Cuando un periodista le preguntó si iba a devolver el dinero sucio que había recibido de él, Teresa de Calcuta simplemente permaneció en silencio. Jamás lo devolvió. La madre Teresa junto a la Hermanas de la Caridad, México, 1988 (AFP) Las críticas sanitarias también eran fuertes. El doctor Robin Fox, editor de la prestigiosa revista científica The Lancet, visitó los centros de la orden en Calcuta en 1994 y denunció que a los pacientes no se les diagnosticaban las enfermedades ni se les administraban analgésicos eficientes. “La Madre Teresa confía más en la providencia que en la medicina”, sentenció y describió la atención médica como “fortuita, con voluntarios sin conocimientos médicos que tuvieron que tomar decisiones sobre el cuidado del paciente debido a la falta de médicos” y señaló que en los tanatorios no distinguía entre los pacientes curables e incurables, motivo por el cual gente que podía sobrevivir corría el riesgo de morir por infecciones o falta de tratamiento. En defensa de Diana A principios de la década de los ’90, las revistas del corazón y las que mostraban las vidrieras de la realeza y la alta sociedad, llenaron páginas con fotos de la Madre Teresa en compañía de Diana Spencer, la esposa del entonces príncipe Carlos, heredero del trono del Reino Unido, y contaron emotivas historias sobre la amistad entre la monja con vocación de santa y la princesa a la que inspiraba en su labor humanitaria. Se encontraron por primera vez en febrero de 1992 en el convento romano Via Casilin, durante una visita de Diana que fue cubierta por medios de todo el mundo, haciéndose eco de “la reunión de dos de las personas más influyentes del siglo XX”. Al salir del convento, la princesa de Gales dijo que había “cumplido un sueño”, pero la monja hizo entonces una extraña declaración: dijo que no se había reunido “con Lady Diana sino con la infeliz Diana”. El significado de la frase se descubrió después. Para entonces, la princesa estaba en pleno proceso de alejamiento del príncipe Carlos debido a sus infidelidades con Camilla Parker Bowles, algo que Diana le relató. Quizás por eso, cuando finalmente Diana se separó del heredero del trono británico, Teresa de Calcuta abandonó su férrea oposición al divorcio para defender la decisión de su amiga de sangre azul. Se reunieron por última vez en junio de 1997, en el barrio del Bronx, en Nueva York, donde Teresa tenía algunas de sus misiones. Fue un encuentro que, en principio, se anunció como privado, pero eso no evitó que se alertara, con una clara intención promocional, a los fotógrafos para que tomaran imágenes de Teresa y Diana, con la princesa vestida de estricto blanco, como si se tratara de una misionera de caridad más. Madre Teresa junto con la princesa Lady Diana Dos meses después, con apenas unos días de diferencia, las dos encontrarían esa muerte que tan sublime le parecía a Teresa de Calcuta. Diana Spencer perdió la vida en un confuso accidente automovilístico cuando intentaba evitar con su novio, el millonario Dodi Fayed, un asedio fotográfico en París el 31 de agosto de 1997. Agnes Gonxha Bojaxhiu alcanzó su sublime muerte el 5 de septiembre de ese mismo año, a los 87 años, en Calcuta, donde fue a esperarla. Entre el cielo y la Tierra Poco más de seis años de su muerte, Teresa de Calcuta fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 19 de octubre de 2003, luego de la comprobación de un supuesto milagro ocurrido en un establecimiento bengalí fundado por la monja albanesa. La Iglesia investigó el caso de Mónica Besra, una campesina bengalí que tenía un tumor inoperable en su estómago. Sin esperanzas científicas, la joven campesina del norte de Bengala aceptó ir con su hermana a una casa para moribundos de las Misioneras de la Caridad. La joven pasó ahí el primer aniversario de la muerte de la Madre Teresa y pidió que la llevaran a la capilla de la casa a rezar, para pedir por su curación. “Al entrar en la capilla, vi una fotografía de la Madre Teresa y sentí como si una luz saliera de la fotografía hacia mí y me quedé paralizada. Luego las hermanas rezaron por mí y me quedé dormida. Cuando me desperté a la una de la madrugada vi que el tumor había desaparecido”, contó Mónica. Su recuperación repentina y total sorprendió a los médicos que la habían examinado, que no encontraron una explicación científica de lo ocurrido. El 4 de septiembre de 2016, un día antes de que se cumplieran 19 años de la muerte de la Madre Teresa, el papa Francisco la declaró santa, basándose en la investigación de un segundo milagro supuestamente obrado por intercesión de la monja. Se trataba del caso del ingeniero Marcilio Haddad Andrino, de 35 años, que en 2008 fue internado para someterlo a una operación de urgencia debido a que le habían detectado ocho abscesos cerebrales y estaba en coma. El ingeniero despertó imprevistamente en la sala de operaciones, justo antes de que comenzara la intervención -que tenía muy pocas posibilidades de resultar exitosa – y, sorprendido, preguntó: “¿Qué hago aquí?”. La operación se suspendió y pocos días después los abscesos de origen viral remitieron ninguna explicación lógica y sin dejar secuelas. Se lo consideró un milagro y se lo atribuyó a la Madre Teresa porque cuando el ingeniero estaba por ser operado, su mujer, Fernanda, fue en busca de consuelo a la Iglesia Nuestra Señora de Aparecida, el mismo día que el padre Elmiran Ferreira iba a oficiar una misa de conmemoración con las Misioneras de la Caridad. El párroco consoló a Fernanda, le dio un librito de novenas y le sugirió que rezara pidiendo la intercesión de la beata Madre Teresa. Luego de estudiar el caso, el Vaticano anunció que el papa Francisco había aprobado la promulgación del decreto que reconocía la curación de Marcilio como un milagro obrado por Dios gracias a la intercesión de la Madre Teresa. Sin embargo, esas dos supuestas curaciones milagrosas contrastan con miles de muertes sin atención médica registradas en sus tanatorios. Cuando en los ’90 Martín Caparrós visitó el más antiguo de ellos, en Calcuta, se encontró con una extraña contabilidad: “Algo me había molestado desde el principio. Primero, supongo, fue el cartel que decía ‘Hoy me voy al cielo’ y, al lado, en un pizarrón, las cifras del día: ‘Pacientes: hombres: 49, mujeres: 41. Ingresados: 4. Muertos: 2. En el pizarrón no existía el rubro ‘egresos’. En el moritorio de la madre Teresa, su primer emprendimiento, la base de todo su desarrollo posterior, no hay lugar para las curaciones”, escribió en una imperdible crónica titulada “Lama y La Madre. Más buenos que Lassie”.
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