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  • Dejó París por amor y ahora brilla en un pueblo bonaerense con un emprendimiento innovador y sorprendente

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 25/08/2025 01:40

    En el corazón de Mercedes, provincia de Buenos Aires, se erige Champs-Élysées, una chacra donde la francesa Elise de Rincquesen halló su lugar en el mundo y dio vida a un proyecto que fusiona tradición, oficio y un profundo respeto por la naturaleza: la elaboración de quesos de cabra artesanales. Elise nació y se formó en París, donde estudió Administración de Empresas. Durante un intercambio académico, llegó a Buenos Aires. “Me encantó mi momento en la ciudad de Buenos Aires”, recuerda a LA NACION. Al finalizar la carrera, viajó a Ushuaia, un sueño largamente anhelado. Allí conoció a Fernando Calvo, su pareja durante diez años. Después de varias idas y venidas entre Francia y Argentina, regresó a París para culminar sus estudios. “Me faltaban dos años para terminar la carrera”, explica. En ese tiempo, Fernando dejó su trabajo en una aseguradora y se trasladó a Francia con la intención de aprender el idioma y buscar un proyecto que lo motivara. El punto de inflexión ocurrió una Navidad en el campo familiar en el interior de Francia. “Ahí mi hermana nos contó la historia de su vecina que había dejado todo para abrir una quesería de cabra, y fue como un ‘flash’ para ambos”, comenta. Aunque no lo mencionaron de inmediato, una semana después se dieron cuenta de que los dos pensaban en lo mismo. Decididos, comenzaron una pasantía de woofing en “Ferme du Chaudron Magique”, una granja agroecológica en Lot-et-Garonne, al suroeste de Francia. Allí aprendieron desde la crianza de cabras hasta la producción de quesos. “Comprendimos el papel fundamental que tiene un pequeño agricultor para cambiar el mundo, produciendo alimentos sanos y en equilibrio con el medio ambiente”, subraya. El cambio de vida fue radical. “Cuando salimos de la ciudad hacia el campo, mi cuerpo no estaba acostumbrado; fue muy doloroso. Mis manos dolían mucho, pero fue una experiencia que nos transformó”, admite. En 2015 regresaron a Argentina con el proyecto de establecer su propio tambo caprino. La búsqueda de un terreno se prolongó seis meses sin éxito. Antes de partir de Francia, su madre le presentó a una amiga que conocía a un argentino con un campo que podría ayudarles en su emprendimiento. “Al principio dudé en llamarlo porque no quería pedir ayuda a mis padres. Yo era la que había decidido cruzar el océano como para solicitar asistencia. Pero, finalmente, estaba tan desesperada que lo contacté”, dice. Resultó que el hombre tenía un tambo en desuso. Al plantearle el alquiler de las instalaciones, se ofreció a ser socio. Una vez conseguido el tambo, el siguiente desafío fue obtener animales: “En ese momento, un productor grande había comprado todas las cabras del país. Fuimos a buscar cabras salvajes de la Sierra de la Ventana; no eran muy lecheras, pero con el tiempo mejoramos la genética”, relata. Comenzaron con 15 cabras. Cada domingo, Elise vendía quesos en una mesa improvisada que le prestó un amigo del barrio, en el mercado de San Telmo. Los franceses que pasaban y compraban se convirtieron en los mejores voceros, permitiendo que, a través del boca a boca, se creara rápidamente una importante cartera de clientes, llegando incluso a reconocidos almacenes y restaurantes. El nombre Champs-Élysées surgió de un juego con su propio nombre y el icónico boulevard parisino. “Significa ‘el campo de Élysées’, y está muy ligado a Francia”, explica. Elise de Rincquesen se estableció en Mercedes y fundó Champs-Élysées, un tambo artesanal donde elabora quesos lácticos poco conocidos en el país, con 80 cabras y un método que respeta el medio ambiente. Durante cinco años trabajaron en 25 de Mayo, abasteciendo restaurantes y almacenes, pero fue la pandemia la que les marcó un nuevo rumbo. Decidieron separarse de su socio y mudarse a Mercedes, un lugar más accesible para la logística y que les permitía concretar otro sueño: abrir un albergue pedagógico. El campo que adquirieron no les era ajeno. “Diez años antes lo habíamos visto, pero el alquiler era demasiado caro. Cuando volvió a estar disponible, lo compramos”, comenta. Desde su chacra en Mercedes, de Rincquesen elabora una amplia variedad de quesos de cabra que reflejan la tradición francesa y su característico trabajo artesanal. Hoy, Champs-Élysées ocupa 11 hectáreas y alberga 80 cabras lecheras. Cada animal produce alrededor de dos litros diarios, lo que equivale a entre 14 y 20 kilos de queso al día. Principalmente, producen quesos lácticos, una variedad muy común en Francia, pero poco conocida en Argentina. “Son quesos de masa blanda con corteza natural; representan el 80% de los quesos en Francia”, expresa. Hoy, desde su chacra en Mercedes, elabora una amplia variedad de quesos de cabra que reflejan la tradición francesa y el trabajo artesanal que la caracteriza. Entre sus especialidades, destaca el Cabrarond, que tiene una maduración de 20 días, corteza florecida e interior cremoso, ideal para una tabla de quesos. Otro clásico es el Bûche, de forma alargada, corteza marfil y textura fina, perfecta para el corte; además de su versión con cobertura de ceniza vegetal (Bûche Cendrée), que aporta notas de avellanas y un matiz singular. También produce el Coeur, un queso en forma de corazón con masa blanca y bien cremosa; el Cabecou Demisec, de corteza enmohecida y sabor pronunciado; y el Brique Marbrée, con una capa central de carbón vegetal que simula el mármol. La Pyramide Cendrée, de corteza gris y notas de bleu y avellanas, es otra de sus creaciones insignia, junto con el pequeño y sabroso Pampadour, inspirado en el tradicional Rocamadour francés. Para los amantes de los sabores frescos, ofrece el Cabecou Nature, untable y ligeramente ácido, disponible en versiones naturales o saborizadas con páprika, pimienta negra, comino, hierbas o merkén, y el Bouchon, una miniatura suave ideal para aperitivos. También produce quesos duros como el Cabecou Sec, picante y quebradizo; el Chevrotin, semiduro y de corteza lavada; y el Tomme Goldney, que tiene 90 días de maduración. Además, su producción incluye yogurt natural, dulce de leche sin conservantes y miel orgánica. Con técnicas aprendidas en granjas francesas, de Rincquesen elabora quesos lácticos, yogur y dulce de leche de cabra, priorizando calidad, bienestar animal y cuidado del medio ambiente. Su plan no incluye aumentar el rodeo. “Tengo una superficie limitada, así que me voy a quedar con mis 80 cabras, buscando mejorar la genética”, señala. Además, sueña con convertir su tambo en el primero de cabra orgánico del país. No contempla la exportación. “El mercado interno tiene mucho espacio y no tengo la necesidad”, comenta. Hace seis meses, la pareja tomó caminos separados, pero la francesa continuó al frente de la chacra y del emprendimiento. “Me siento muy feliz en este país, aunque extraño a mi familia”, confiesa. En su día a día, combina la rutina del tambo con la atención al cliente, la producción artesanal y el respeto por el entorno. Su historia es la de una joven que encontró en las granjas francesas una pasión y buscó replicarla en Argentina.

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