23/08/2025 06:33
23/08/2025 06:33
23/08/2025 06:33
23/08/2025 06:32
23/08/2025 06:32
23/08/2025 06:32
23/08/2025 06:32
23/08/2025 06:27
23/08/2025 06:26
23/08/2025 06:25
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/08/2025 02:40
Fue muchas cosas antes de convertirse en actor. Cuando lo vieron, notaron sus penetrantes ojos verdes, su cuerpo de bailarín y cierto aire exótico (Glasshouse/ZUMA Wire) Terminada la Primera Guerra Mundial, los primeros empresarios de la incipiente industria cinematográfica huyeron de Nueva York hacia Los Ángeles para quedar fuera del alcance de la ley de patentes que los convertía en socios involuntarios de Thomas Alva Edison. El clima más benigno de California permitía realizar rodajes durante todo el año, tema no menor para la filmación de exteriores. Los comienzos de dicha industria fueron azarosos, no solo porque debían inventar mecanismos competitivos de una enorme complejidad, sino porque también debían competir con el cine europeo. Tampoco tenían certezas sobre cómo reaccionaría el público, lo que convertía a toda la inversión en un evento casi azaroso. Para sorpresa de estos pioneros de la pantalla, el crecimiento fue vertiginoso y los llevó a encarar superproducciones como El nacimiento de una nación (1915), dirigida por D. W. Griffith. También fue inesperada la dimensión de la popularidad que alcanzaron algunos actores. Si bien este nacimiento de superestrellas ya se había visto en el teatro, las proporciones que tomó en el cine excedieron los cálculos más optimistas. Entusiasmados, los empresarios comenzaron a promover a aquellas figuras que eran éxito de taquilla. Sin proponérselo, habían creado personajes con capacidad para discutir de igual a igual (o incluso desde una posición estratégica más ventajosa) sus contratos, con salarios nunca vistos antes. La gran estrella del cine mudo filmó siete películas entre 1921 y 1926 que lo convirtieron en el hombre más deseado de América (AP Photo) A medida que aumentaban su caché, llevaban trenes de vida extravagantes, ostentaban su capacidad económica, despilfarraban dinero en excentricidades y se exponían en colosales mansiones. Curiosamente, de haber expuesto un industrial tal nivel de derroche, se hubiese convertido en un indecente exhibicionista del capitalismo. Sin embargo, el mismo despliegue hecho por estos monstruos sagrados no dañaba su prestigio; muy por el contrario, parecía alimentarlo, al ritmo de romances vertiginosos coronados con joyas fulgurantes y comentarios políticos que no siempre condecían con su forma de vida. Parecía que todo estaba permitido a estos dioses del Olimpo descendidos en Hollywood... Entre estos nuevos ídolos había un inmigrante italiano llamado Rodolfo Pietro Filiberto Raffaello Guglielmi di Valentina d’Antonguella (1895-1926), que pasó a ser conocido como Rudolph Valentino. Antes de ser famoso bailando el tango en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, trabajó como mesero, jardinero, ayudante de autobús, bailarín en cabarets e incluso pasó unos días en la cárcel tras una denuncia de un marido celoso (que luego fue asesinado por su ex esposa, Bianca de Saulles, una rica heredera chilena). Rudolph dejó Nueva York para alejarse del escándalo y, después de viajar por distintas partes de Estados Unidos, recaló en Los Ángeles, donde comenzó su carrera como extra en varias películas. Solía ser elegido para los papeles de villano o gánster. Fue la guionista June Mathis quien vio en él al protagonista perfecto para su próxima película: Los cuatro jinetes del Apocalipsis, basada en la novela del escritor español Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), político republicano, masón anticlerical, que vivió en Argentina y ganó fortunas con sus artículos y su libro Sangre y Arena, que también sería llevado a la pantalla con Valentino en el papel del torero Juan Gallardo. Una postal de 1921, cuando se estrenó la película que lo llevó al estrellato: "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" (AP Photo) Los cuatro jinetes del Apocalipsis fue la primera película en superar el millón de dólares de recaudación y, a pesar del paso del tiempo, aún figura entre las 10 más taquilleras del cine mudo. Valentino se convirtió rápidamente en el paradigma de la belleza masculina, con esa mirada torva que hacía que actrices como Nilta Naldi o Vilma Bánky se desmayaran en sus brazos, mientras millones de admiradoras se desvanecían en sus butacas. Como era de esperar, pronto comenzaron a circular rumores sobre su ambigüedad sexual, que Rudolph intentó disipar casándose con una rica heredera (sí, ¡otra más!), Winifred Shaughnessy, conocida como Natacha Rambova, quien fue su segunda esposa. Sin embargo, Valentino había pasado por alto un pequeño detalle: no se había separado legalmente de su primera esposa, Jean Acker. Por esa omisión purgó unos días de prisión acusado de bigamia. El 15 de agosto, estando en Nueva York, sufrió una descompostura. Fue internado de urgencia y se le diagnosticó una úlcera gástrica y apendicitis. Fue operado de inmediato, pero desarrolló una peritonitis. El 21 de agosto sufrió un derrame pleural. Los médicos esperaban lo peor, pero no querían dar la noticia aún a los medios. Valentino tenía solo 31 años y el cuadro parecía estabilizarse, más aún cuando el día 23 estuvo consciente y conversó con sus médicos sobre su futuro. Sin embargo, entró en coma y falleció esa misma tarde. El mediodía del 23 de agosto de 1926, en Nueva York, cayó fulminado por una peritonitis seguida de una úlcera sangrante, y murió antes de llegar al hospital. Tenía apenas 31 años (AP Photo) El funeral desató un huracán de idolatría: el ataúd, cubierto de flores, fue custodiado por una guardia fascista que, según algunos, había sido enviada por el mismo Benito Mussolini desde Roma (otros sostienen que fueron contratados por el organizador de eventos Frank Campbell). Pola Negri, una actriz polaca que había tenido un romance con Charles Chaplin, viajó desde Los Ángeles para presentarse como novia oficial del Adonis caído. Su actuación de viuda dolida –entre sollozos y desmayos– fue capturada por miles de cámaras que no querían perderse ni un instante del velatorio. El hermano de Valentino la acusó de mentirosa y de haber aprovechado este doloroso momento para promocionarse. Curiosamente, años más tarde, esta misma Pola Negri también confesó haber estado enamorada de Lenin... Valentino fue sepultado en el cementerio de Hollywood, en la bóveda de su amiga June Mathis. Desde entonces, cada año, una misteriosa dama de negro deposita una rosa sobre su tumba: la del primer gran galán de Hollywood, esa máquina floreciente de mitos y semidioses.
Ver noticia original