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» Diario Cordoba
Fecha: 23/08/2025 02:39
-Hay un dicho, que quizá sea un tópico, de que los problemas de la Geríatría son el resultado del éxito de la sanidad, porque vivimos más. ¿Es cierto? -Es un tópico, sí, pero es una gran verdad. Aunque realmente no es un «problema», sino más bien una consecuencia del éxito de la sanidad, y que la población viva más tiempo. Lo que sí es cierto es que necesitaríamos muchísimos más geriatras en la sanidad pública. Actualmente, la población mayor de 85 años en España ronda los 2,3 millones, los mayores de 90 años son alrededor de 500.000, y tenemos unos 20.000 centenarios. ¡20.000! Y se espera que esta cifra de centenarios aumente un 15 o 20% para 2050. La población mayor representa ya un 20% de la población total. -Pues si la proporción de geriatras no aumenta al mismo ritmo... -Tendremos un problema importante para el sistema sanitario. El paciente mayor, especialmente el anciano frágil, es el que más recursos necesita, porque son casi por definición pluripatológicos y con polifarmacia. Su abordaje es mucho más integral que el de una persona más joven. -Y en Córdoba, ¿cómo estamos en este sentido? -En Córdoba hay médicos muy buenos dedicados a la geriatría a nivel residencial y en algunas consultas. Pero la realidad es que actualmente no existe un servicio de geriatría público a nivel provincial. Yo, personalmente, que hice la especialidad en Getafe, estoy como geriatra, aquí en el Hospital Quirón. La verdad es que echo mucho en falta lo que había Madrid: un equipo impresionante de adjuntos, residentes y un equipo multidisciplinar completo (enfermería, auxiliares, psicólogos, terapeutas, fisioterapeutas). Aquí, a veces, me siento solo (sonríe y baja la vista). -Hablando de vulnerabilidad, el verano siempre es un periodo de alerta para los mayores. ¿Cuáles son los principales riesgos? -El verano y los mayores es un tema crucial que siempre requiere atención, especialmente por el riesgo de golpe de calor. Los mayores son menos sensibles a los cambios de temperatura y se adaptan mucho más lentamente a ellos. Si un mayor no se hidrata bien, puede empezar con síntomas que pasan desapercibidos al principio, como mareos, inestabilidad en la marcha, náuseas, vómitos, dolor abdominal... Si no se frena, puede derivar en un cuadro de confusión, alteración de la memoria y, en casos graves, incluso un fallo multiorgnánico que afecte riñones, cerebro, corazón y pulmones, pudiendo provocar un shock y la muerte. De hecho, hemos tenido casos lamentables, incluso frecuentemente aquí, en Córdoba. -Cierto, son auténticas tragedias. ¿Y qué se puede hacer para prevenirlos? -Es fundamental tomar precauciones. Lo más importante es la hidratación diaria, entre 1,5 y 2,5 litros de líquido. Y aquí, un apunte importante: los mayores muy dependientes, como los pacientes con Alzheimer o demencia, a menudo no piden agua porque su concepto de sed está disminuido, al igual que ocurre con los niños. Debemos fomentar esa ingesta. Otras medidas claves son no salir a la calle en horas de calor extremo, mantener una temperatura adecuada en el domicilio, usar sombrero y crema protectora si salen... Y en cuanto a la dieta (soy un ‘enamorado’ de cuidar la dieta del mayor), más comidas al día pero más ligeras. Incluir mucha fruta y verdura, que ya aportan líquido, y menos carne o comidas de digestión complicada, priorizando el pescado. -Los cambios de hábitos o los viajes, que son muy frecuentes en verano, ¿también pueden alterar la salud de los mayores? -Hombre, el verano en sí, si se lleva de manera regulada y ordenada, no tiene por qué provocar alteraciones. Pero sí hay que tener especial atención con los pacientes con patologías crónicas, problemas cardíacos, pulmonares o neurológico-cognitivos, como el Alzheimer u otras demencias. Para ellos mantener una rutina es muy importante, tanto en la medicación como en el día a día. Si tú les cambias la rutina diaria en verano, es muy posible que se altere su situación conductual y psicológica. Tenemos el fenómeno de los «abuelos golondrina», que rotan de una casa a otra de los hijos. Esto los desestabiliza mucho, porque los sacas de su entorno vital: su cama, su sillón, su tele, sus cuadros. En un porcentaje alto de casos se alteran conductualmente: tienen más ansiedad, agitación, inquietud, trastornos del sueño. Cada nuevo entorno puede ser más «tóxico» para ellos, aunque estén mejor cuidados. -Por las características del paciente, ¿La geriatría tiene algo, digamos... de espiritual? -La geriatría es una especialidad médica que abarca el cuidado del mayor en todos sus aspectos. No solo la parte clínica, también en la física o funcional (que es vital para evitar la dependencia) y en los aspectos mentales cognitivos y psicológicos-conductuales. Pero una parte ‘súperimportante’ son los aspectos sociales . Sobre todo los relativos a cuidador. «Cuidar al cuidador», es algo que quiero transmitir siempre. En pacientes con Alzheimer o Parkinson avanzado, los problemas del cuidador son casi tan importantes como los del propio paciente. De hecho existe el síndrome de claudicación o de sobrecarga del cuidador, que provoca dolores articulares, desnutrición, depresión, alteración del sueño, ansiedad, problemas digestivos.. Lo veo en mi día a día y es crucial cuidar a las familias y al cuidador. Esta especialidad tiene una carga enorme: psicológica, espiritual, social... requiere muchísima empatía. A menudo nos comparamos con los pediatras en el acercamiento cariñoso hacia el paciente. Muchas veces, lo que el mayor necesita es cariño, que lo escuches. Yo siempre digo que eso es, a veces, mejor que una pastilla. Ver al mayor irse riendo de la consulta es lo más gratificante del mundo. ¿Se me nota la pasión? -Se le nota. ¿Verdad? Suscríbete para seguir leyendo
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